jueves, 9 de octubre de 2008

EL OFICIO DE VIVIR



Vale, lo que importa es estar vivo. O sea: vivir y no meramente sobrevivir. Estar vivo: poder sonreír de cuando en cuando, poder mirar el cielo morado cuando atardece, llegar a casa por la noche y descansar con un libro entre las manos, posar la mano sobre el vientre de María Luisa esperando el milagro de sentir las pataditas de Manuel. Las palabras de los amigos, que reconfortan y consuelan, también ayudan a sentirse vivo y útil. Eso compensa un trabajo ingrato e incomprendido, tantas horas que luego no sirven para nada, tanto tiempo derrochado como si se dispusiese de un caudal ilimitado de horas.

En fin, que pese a tanto personaje extraño que se empeña en pasar a la historia –también se pasa a la historia por lo malo, que nadie lo olvide– hay que seguir viviendo, sobre todo en estos meses en que la venida de Manuel lo llena todo como de un halo mágico y ayuda a descubrir el milagro poderoso y quebradizo de la vida, esa alegría que tenemos que construir diariamente. Pese a todo, contra tantos, debemos seguir practicando el oficio de vivir.

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