viernes, 10 de octubre de 2008

ESTOY HARTO



No sabía si escribir un artículo o un cuento y casi estaba por escribir un artículo en el que contarles alguna milonga, más o menos como si me hubiese metido a político, cosa de la que Dios me salve ahora y siempre, amén. Vamos, que iba a soltarles un artículo-cuento o un cuento-artículo, multicultural y chispeante, que fuera el no va más del periodismo progre. Como no sabía que decirles, pretendía no decirles nada, a ver si los engañaba y rellenaba la columna sin más, como hacen los escritores modernísimos que cobran un pastón por sus artículos. Pero hete aquí que de pronto, con tres o cuatro líneas medio pensadas y con la sesera echando humo por el calentón progre, se me han venido a la cabeza unas cuantas harturas que me llevan rondando varios días, precisamente desde que Bardem –un pijoprogre que sí tiene bien aprendido el cuento, no como yo–, dijera la última verdad del barquero que se ha dicho en este país: que los españoles somos estúpidos. Cuando el niño de doña Pilar dijo esa verdad como un templo –porque la verdad es la verdad la digan Agamenón, su porquero o el Bardem– se montó un dosdemayo, pero yo estoy de acuerdo con él: somos un país de rematados tontos del haba.

La estupidez es un elemento fundacional de la humanidad y sus historias: las personas somos estúpidas por naturaleza. Lo que ocurre es que hay lugares como España en que la estupidez alcanza la posición de categoría sin la que no puede explicarse absolutamente nada. Por estos lares ibéricos solemos, además, adobar la estupidez con una considerable dosis de rapiña. Mezcladas estupidez y rapiña podemos entender como ante una crisis generada por los excesos de los ricos, los empresarios españoles y sus voceros periodísticos postulan como solución el ajuste salarial y los recortes sociales: ya saben, que los pobres limpien las cagadas de los ricos. Ahí sale la vena carroñera que nutre de sangre al corazón español, dispuesto siempre a aprovecharse del padecimiento del humilde. Pero por lo que a mí respecta, estoy harto de que me tomen el pelo con estas cosas, porque seré estúpido, pero no soy tonto.

Por eso, estoy harto de las feministas y los feministos que juegan y hacen gracias con asuntos tan serios como el aborto. Y de los obispos que quieren disponer de los sufrimientos y las enfermedades de la gente, como si cada cual no fuese dueño de sus miserias y allá se las apañe cada uno con su conciencia mientras no dañe las miserias del prójimo. Y estoy hasta las narices de que aquí valga todo y de que no valga nada. Y de que la educación esté diseñada para premiar a vagos y maleantes. Y de que se desprecie a la víctima que pide justicia. Y de que un político cobre más que un médico y de que haya más políticos y allegados que médicos y enfermeros. Y estoy harto de que se subvencionen películas que son un bodrío y bodríos que quieren pasar por arte. Y estoy harto de ser un estúpido y de que me lo recuerde alguien como Bardem y de no saber qué escribir para este jueves.

(Publicado en Diario IDEAL el 8 de octubre, edición de Granada, y el 9 de octubre, edición de Jaén)

1 comentario:

Alberto Román dijo...

Chapó, Manolo.

Por cierto, quiero desde aquí darte publicamente las gracias por los recuerdos de otras ferias que has escrito diariamente (y por segundo año) para mis humildes páginas festivas en el Ideal y que, en más de una ocasión, le han dado algo de calidad, sentido, utilidad y cordura a esas láminas de papel reciclado que cada vez me cuesta más trabajo rellenar.

Un abrazo.