La cruda realidad del país no invita al optimismo. Hospitales y centros de salud que se cierran o se privatizan, unidades de lucha contra el cáncer o de tratamiento contra el dolor que desaparecen, proyectos de investigación que dejan de subvencionarse, transferencia masiva de fondos desde una escuela pública cada vez más abandonada a una escuela católica concertada cada día más pujante, alumnos con necesidades específicas para los que nos se contratan maestros y profesores, dependientes que se quedan sin ayudas y son arrojados a la precariedad absoluta, familias desahuciadas por la complicidad de jueces y políticos y banqueros, niños malnutridos, una pobreza creciente. Este es el panorama con el que cada día nos topamos en los periódicos y en las radios y en las televisiones. Pero también en nuestras calles, porque esta es una realidad de (cada vez menos) carne y (cada día más) hueso. Pero frente a ese estado que invita a coger las maletas y salir huyendo de este país enfermo, hay también otra realidad: la de profesionales comprometidos con su trabajo y con su vocación, la de las personas que siguen dando lo mejor de sí mismos, la de los servicios públicos ejemplares e imprescindibles que enseñan que hay una parte de este país que, con su quehacer cotidiano, demuestra la superioridad social, moral y organizativa de lo que nos pertenece a todos. Nos topamos con estas personas a diario, por más que los anteojos del pesimismo nos impidan reconocer su perfil. Son personas enlazadas en la madeja de nuestros actos cotidianos. Son, también, personas que se cruzan en las vidas de las personas a las queremos.
Mi hijo ha comenzado este año su periplo vital por la escuela (pública, por supuesto) en el colegio “Sebastián de Córdoba” de Úbeda. Y ha tenido la suerte de encontrarse en el camino con Ramiro Moya Cañadas, un maestro como de la Institución Libre de Enseñanza, de aspecto despreocupado y de tonos y gestos amables y pausados, un maestro que cada día demuestra un amor por su trabajo que sólo poseen los que están convenidos del valor que tiene lo que hacen.
Por motivos menos felices el pasado viernes conocí a Pedro Sánchez Rovira, un médico de manos grandes y bien definidas, como de artista o mago o malabarista, y con una mirada que seda y que tiene el brillo inagotado de la adolescencia y de la permanente curiosidad. Esa inquietud y la capacidad para conmoverse con el sufrimiento y la angustia de los enfermos de cáncer, ha hecho de Sánchez Rovira uno de los oncólogos más reputados del país. Al salir de su consulta y toparnos con el aire gris de la tarde de noviembre, sentía una íntima satisfacción: ese hombre ejemplar trabaja en Jaén, forma ya parte de nuestro paisaje y de nuestro paisanaje, es uno de nosotros.
Son hombres y mujeres como Ramiro o como Pedro los que hacen mejores nuestras ciudades, son ellos y no los políticos ni los banqueros ni los empresarios sin alma los que demuestran que hay una España que funciona y que se resiste a entregarse a la ola de justo desánimo que nos invade. Les han recortado los sueldos y los medios necesarios para hacer mejor su trabajo, y supongo que han suplido esos recortes y esas carencias con resignación o rabia y con imaginación, para que los niños y los enfermos noten lo menos posible la inquina de los políticos. Ven, cada día, como los gobernantes cargan contra el funcionamiento de lo público y contra los funcionarios mientras ensalzan las dudosas virtudes de lo privado, y pese a ello siguen acudiendo a su escuela y a su hospital, demostrando que lo público es superior moralmente a lo privado porque no discrimina en función del dinero y porque nos iguala en el derecho a reparar nuestra ignorancia o a sanar nuestro dolor. Uno sabe que las personas a las que ama están en buenas manos si están en manos como las de Ramiro o las de Pedro, ciudadanos que siguen haciendo que haya un país que funciona. Un país decente: pese a los políticos, pese a los bancos, pese al euro, pese a Merkel.
(IDEAL, 8 de noviembre de 2012)
1 comentario:
...y eso no es todo, sino lo que a ti particularmente y ahora, te concierne, pero... ¡¡Hay mas, créeme!!
Artículos como éste, son los que necesitamos los lectores.
Inserta (aunque sea de canto) alguno que otro de vez en cuando.
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