Es imposible saber si cuando el Partido Popular decía que el problema económico de España era Rodríguez Zapatero lo decía en broma o de veras. Pero han bastado seis meses para que el gobierno de Rajoy se vea atrapado en una red endemoniada. Sí, es cierto: la gestión socialista de la crisis entre 2008 y 2010 fue nefasta. Pero también es cierto que el problema no era tanto de gestión como del propio modelo económico español: ya cuando se desbocó la crisis el mal era tan grande, que en realidad lo que el gobierno de Zapatero hizo fue provocar fiebre y vómitos en un cuerpo económico y social enfermo de cáncer. Por eso cuando Rajoy administra las medicinas que le recetan desde fuera descubre que el enfermo no mejora y no porque el anterior médico fuera malo, que lo fue, sino porque se está muriendo a chorros. En medio de esta confusión general, a la economía española se le ordena tomar antibióticos o se le amputan órganos cuando lo que necesita es quimioterapia que ataque de raíz los cánceres que padece: el paro y la depresión económica. En medio del torbellino Rajoy es el mayor confundido del reino: sus próximos dicen que no entiende las razones por las que no mejora la situación pese a las brutales medidas adoptadas. Sus anteojos ideológicos le impiden ver que el plan de ajuste no conduce a la curación sino a la tumba.
La suficiencia con la que gestionaron su labor de oposición con respecto a la crisis, diciendo que bastaría un cambio de gobierno para que lloviese confianza sobre nuestro país, acrecienta la sensación de perplejidad en la que se han instalado los populares: “somos serios y no nos creen”, dicen. Pero no ven que lo que carece de seriedad no es el gobierno, que también, sino la propia marca España. ¿Cómo se supera este bache terrible? ¿Recurriendo una y otra vez al mantra de “la herencia recibida”, como si en el despilfarro y la improvisación no fueran juntamente resultado de las gestiones del gobierno de Zapatero y de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, también de los gobernados por el Partido Popular? ¿Cómo se sale de esta situación que sólo cambia para empeorar?
Vivimos instalados en una monumental ceremonia de la confusión y el disparate: no es posible entender nada de lo que padecemos. No ayuda a aclarar la situación el que todas las instituciones del país hayan sido arrastradas al pozo del descrédito: la Corona, el Parlamento, el gobierno, los partidos políticos, las organizaciones empresariales, los sindicatos, la Iglesia, el Banco de España, los bancos y cajas de ahorro, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Supremo, las comunidades autónomas y los ayuntamientos, los medios de comunicación. Puede que salvo Cáritas y la Guardia Civil todas las demás instituciones se hayan convertido en motivo de vergüenza, indignación y escarnio. Y eso no es bueno, porque la sociedad se desmembra y a los gravísimos problemas económicos se le suman las tensiones territoriales, la división social y la ausencia de instituciones que canalicen las angustias de la ciudadanía. Y todo ello mientras una dolorosa sensación de abandono y burla se instala, justificadamente, en la sociedad española que ve como se rescata a los bancos con el dinero que se quita a la sanidad o la educación mientras los gestores que los han arruinado no sólo no pagan por sus tropelías sino que además son recompensados con pensiones millonarias. ¿No es legítimo pensar que somos víctimas de una estafa sin precedentes?
Lo malo no es que nadie entienda nada. Lo dramático no es que ya nadie tenga credibilidad para darle a los ciudadanos una explicación. Lo verdaderamente terrible es que los ciudadanos tenemos miles de argumentos para no creernos nada de lo que nos digan.
(IDEAL, 31 de mayo 2012)
1 comentario:
Muy buen artículo.
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