CAPITALIDAD CULTURAL. Pasada la Semana Santa, Úbeda despliega toda su potencia cultural, y eventos culturales de cierta relevancia se suceden –o se sucedían– en el calendario de la ciudad, para culminar con la Feria de San Miguel y la Muestra de Teatro de Otoño. El flamenco, el Festival Internacional de Música, el Festival de Cuentos o los extintos festivales de Música de Cine y de Jazz, ofrecían a propios y extraños la oportunidad de considerar a Úbeda como una especie de capital cultural de gran parte de la provincia de Jaén. Es cierto que en el rico calendario cultural de que Úbeda llegó a gozar hace algunos años había puntos flacos: la primacía casi obsesiva de la música y el escaso apoyo a otras manifestaciones de la cultura como el teatro o la literatura, de gran potencial en la ciudad; la falta de implicación decidida del sector turístico y comercial en la tarea cultural; y la escasa visión de conjunto y la falta de integración y armonización de todos los elementos en un órgano de gestión cultural efectivo y capaz de multiplicar el rendimiento social y económico de la apuesta cultural, son los principales.
Pese a esa realidad pujante, desde hace varios años la sombra de la sospecha se cierne sobre las actividades culturales (y festivas) de Úbeda. Y el gasto en orquestas, solistas, cantaores, obras de teatro, cuentacuentos, títeres, payasos, conciertos, publicaciones, escritores, conferencias, exposiciones, concursos, escuelas de teatro o música y todo ese largo etcétera que conforma el mosaico cultural ubetense, se considera como un despilfarro imposible de mantener en tiempos de depresión económica. Esta visión de la cultura se ha llevado ya por delante varios eventos y otros se mantienen en precario y con disgusto. La capitalidad cultural de Úbeda y la potencialidad de la cultura como elemento generador de riqueza, se han resentido y las consecuencias serán pronto visibles. Más difícil de percibir resulta la quiebra producida en el enriquecimiento moral de los ciudadanos.
LA CULTURA COMO RIQUEZA. El rigor –entre luterano y calvinista– con el que se aplican los recortes quiere justificar su poda de la cultura. Y para ello se pregunta retóricamente cómo puede gastarse en cultura mientras no se pueden atender por falta de presupuesto las perentorias políticas sociales. Pero la pregunta es malintencionada y por lo tanto falaz: enfrenta cultura y gasto social, como si fuesen enemigos y cómo si éste solo pudiera mantenerse a costa de aquella, cuando en realidad hay muchas partidas de gasto superfluo y directamente prescindible que podrían recortarse o suprimirse antes de meter la tijera en la cultura o en la asistencia a los machacados por la crisis. Sin embargo, ese mensaje de que el gasto cultural supone un despilfarro que no se pueden permitir las administraciones es propagado por gentes de todas las ideas políticas –suponiendo que todavía haya distintas “ideas” políticas– y comienza a ser asumido también por la sociedad ubetense.
Pero, ¿el gasto cultural en Úbeda es un despilfarro? ¿Puede nuestra ciudad seguir permitiéndose el lujo de recortar y reducir las actividades culturales? Solamente pueden responderse estas preguntas si se tiene una visión de futuro de la ciudad, si se es capaz de ver más allá de las siguientes elecciones, en un plazo de diez, quince, veinte años. ¿Qué será entonces de nuestra ciudad, de qué vivirán los ubetenses del mañana?
La posibilidad de vivir del tejido empresarial es nula: pasó a la historia de Úbeda la edad de las fundiciones, de los grandes talleres, de las fábricas. La Academia de la Guardia Civil y sus miles de personas gastando dinero en la bares y comercios, también está definitivamente enterrado. Al antaño floreciente comercio de Úbeda le han surgido potentes competidores en Linares y Jaén, y su decreciente atractivo le resta capacidad para liderar el futuro económico de la ciudad. Así las cosas, sólo el turismo, con su amplio abanico de servicios y ofertas, tiene potencialidad suficiente como para articular un futuro crecimiento económico de la ciudad. Úbeda no puede aspirar a su reconversión y regeneración económica conformándose con ser el destino de excursiones que vienen, ven dos iglesias y tres palacios cerrados, se comen el bocadillo en el Paseo del Mercado y se beben un trago de agua en la fuente del Arroyo de Santa María antes de montarse en el autobús. Úbeda, si quiere crecer económicamente y generar empleo, tiene que aspirar a algo más: y ese algo más pasa por recuperar la centralidad cultural de la provincia.
Porque esa es la nota distintiva, el marchamo de marca de Úbeda: la apuesta por el contenido cultural. Lo que debiera distinguir a Úbeda es su capacidad para ver desde la cultura toda la realidad social y económica. Para conseguirlo es necesario dejar de considerar el gasto cultural como un despilfarro y considerarlo como lo que realmente es: una inversión. Una inversión para el presente y, sobre todo, una inversión para el futuro, un revulsivo para el mañana. Y es que sólo desde el prisma de la cultura pueden pensarse las líneas maestras del futuro de los ubetenses. En el mundo de la globalización –que impone la ley de la selva– sólo pueden sobrevivir los que ofrecen un producto diferenciado, con personalidad, atrayente. ¿Podrá la sociedad ubetense darse cuenta de esto? ¿Es la sociedad ubetense capaz de asumir el reto de convertir una ciudad media del interior de España, con regulares comunicaciones pero con una buena dotación administrativa y de servicios públicos, en un foco esencial de irradiación cultural y atracción turística? ¿Podrá la sociedad ubetense asumir, antes de que sea tarde, que sólo apostando por su consolidación como capital cultural podrá atraer inversiones y revitalizar su lánguido tejido comercial? Para Úbeda las mil manifestaciones de la cultura, no son un despilfarro ni un lujo: el lujo, el despilfarro, son ir perdiendo posiciones en el panorama cultural, ir cediendo el terreno ganado, el atractivo conseguido en muchas décadas de impulso común de corporaciones, colectivos y entidades de todo tipo, pues en ningún otro ámbito se ha manifestado de manera tan precisa y tan valiosa el tejido cívico y social ubetense como en el espacio de la cultura.
La apuesta por la cultura tiene que evitar el despilfarro, ciertamente. Esto obliga a evaluar y valorar la oferta cultural, delimitando con claridad lo que no es cultura y apoyando decididamente lo que lo es, impidiendo que nunca más se pierdan proyectos como el fallido Club de Lectura impulsado por Antonio Muñoz Molina, diversificando la actual oferta, acrecentándola, integrándola en una visión general y un proyecto común, unitario, que impida la disgregación de esfuerzos. El gran reto de los ubetenses es apostar su futuro a la carta de la cultura multiplicadora desde el punto de vista social y económico y del empleo, pero también desde el punto de vista ético y cívico. La riqueza mejor de Úbeda es la de las escuelas municipales, la Escuela de Artes, la Biblioteca, el Conservatorio, la UNED, el Auditorio, el Teatro, las salas de Exposiciones, la Feria del Libro, la de la música y la palabra en las plazas y los parques.
(ÚBEDA IDE@L, Núm. 7, junio de 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario