martes, 15 de noviembre de 2011

BIBLIOTECA DEL ZAIDÍN





Cada vez estoy más convencido de que en la íntima resistencia y la profunda rabia que muchos sentimos ante el ataque que padece lo público se está fraguando una penúltima oportunidad para la decencia civil, cívica, democrática. Las sociedades europeas están mucho más capacitadas que la española para valorar la importancia que lo público ha tenido en la construcción de sociedades mejores desde el final de la II Guerra Mundial: aquí todavía pesan mucho el oscurantismo, el prejuicio y la agitación de los supuestos derechos de casta y de clase y de conciencia excluyente; lo de cada uno sigue siendo, en España, más importante que lo de todos, y es este fracaso del ideal civil en nuestro país lo que en gran medida explica la desarticulación de una sociedad sin apenas valores compartidos. Eso explican que sean muy pocos los que se movilizan y se oponen a los atentados contra la escuela pública, contra la sanidad pública... contra una humilde biblioteca pública de un barrio del costado de Granada.

La Biblioteca Pública del Zaidín era una biblioteca humilde, sencilla, en la que los abuelos leían el periódico por las mañanas y los niños se juntaban en las tardes de otoño y de invierno para hacer los deberes. No era una de esas pomposas infraestructuras culturales en las que nuestros políticos han enterrado millones de pesetas en los últimos años y que ahora no podemos ni costear ni dar uso, pero que no se cierran para que la casta política no tenga que reconocer su incompetencia y su soberbia. Lo que sobra, lo que sobrecarga el gasto público es, según parece, una biblioteca de barrio trabajador. Y por eso el Ayuntamiento de Granada la ha cerrado, desalojando a palos a los vecinos que la protegían como se cuida a un hijo, con la ternura de quien sabe que en los libros está la posibilidad mejor de redención ética. Al Ayuntamiento de Granada le ofendía esta biblioteca y entiende que los vecinos no necesitan libros sino un centro de bailes regionales.

Rosa Montero se conmueve con la actitud de esos vecinos valientes que defienden aquello a lo que tanto le deben y que es fundamental para sus hijos, y Antonio Muñoz Molina, que no duda en calificar como “sinvergüenzas” a los políticos municipales que han atentado contra la biblioteca, les propone que lo que se van a ahorrar en esa biblioteca que tanto les ofendía se lo gasten en mantener el monumento fascista de José Antonio que tanto les gusta artísticamente. Yo, hoy, siento renovado el asco y la rabia, pero también noto como dentro de mí vibra la conciencia de ciudadano que se siente solidario de aquellos que fueron sacados a rastras de la Biblioteca Pública del Zaidín por negarse a renunciar a ese tesoro de valor incalculable que son los libros, en los que está toda la poca esperanza que nos queda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No seamos demagogos. El primer ataque a lo público lo perpetramos todos y cada uno de nosotros cuando tiramos un papel a la calle, dejamos las playas como un basurero, cobramos una prestación que no nos toca, eludimos impuestos, dejamos el coche en doble fila, maltratamos los libros de la biblioteca, no hacemos nuestro trabajo con plena dedicación si somos funcionarios, etc. El español es sobre todo individualista; mi casa limpia la calle echa una pocilga....pero todos los españoles no solo los "malos".

ftz dijo...

Para avanzar en la defensa de valores compartidos, de todo tipo, no podemos ignorar la importancia de lo publico. No será con actitudes que defienden lo privado, lo "mio" como podremos salir de esta crisis no sólo económica.
Un saludo