martes, 22 de noviembre de 2011

333.628





La emoción que uno siente al leer Los peces de la amargura de Fernando Aramburu es limpia como el corte de un bisturí, penetrante, incisiva. Va directa al tuétano del corazón, tanto como puede hacerlo una prosa luminosa y precisa, sin concesiones a la retórica, tan desnuda de aditamentos que se transfigura en pura literatura, en la mejor literatura. Es imposible leer ese viaje del escritor de San Sebastián al fondo del dolor de las víctimas del terrorismo de ETA sin sentir un estremecimiento, la permanente presencia de un nudo apretando la garganta: libros como éste deberían ser de obligatoria lectura en los centros escolares, para que nuestros hijos aprendieran el valor no ya de la libertad y la tolerancia sino el de la simple compasión con aquellos que sufren. Creo que sólo he sido capaz de comprender el drama humano de miles de personas sacudidas por la barbarie cuando he leído este libro, cuando este libro de relatos me ha puesto en la carne doliente y en la piel estremecida de las viudas, de los hijos, de los proscritos, de los señalados, de los que son acusados de españoles en el País Vasco, de aquellos cuyo dolor era justificado por los alcaldes y los curas y por el carnicero y por el vecino o el compañero de dominó, por toda una sociedad corrompida éticamente por la violencia política del terror. Lo leí durante el último tramo de la campaña electoral y no puedo borrarlo de mi mente, tan grande fue la impresión: creo que me ha dejado tan tocado que ahora mismo no podría volver a leerlo. Después de que este libro haya arrasado con su tristeza el fondo de mi persona, me resulta incomprensible, completamente incomprensible, que haya habido 333.628 “personas” que el pasado domingo votaron a los cómplices morales de quienes todavía no le han pedido perdón a esos que han quedado para siempre retratados en los inolvidables personajes del libro de Aramburu.

2 comentarios:

Miguel Pasquau dijo...

Me impresionó ese libro. Lo empecé como si tal cosa, y quedé atrapado. Siempre he pensado que el mejor modo de combatir el terrorismo no era la exageración periodística, la construcción de un relato caricaturizado sobre el enemigo y sus razones, ni el uso de muchos adjetivos peyorativos: el mejor modo es la descripción pura de sus efectos. Y eso es "Los peces de la amargura": una mirada profundísima al alma de un ramillete de víctimas.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Llevas razón, Miguel. Este libro ayuda a conocer y comprender los efectos devastadores que el terrorismo tiene sobre sus víctimas, pero también sobre la sociedad en la que se inserta, más que todos los artículos y todos los ensayos. Aramburu hace un ejercicio de compasión, de ponerse dentro de la piel y el sufrimiento de las víctimas, que es realmente impresionante. Estoy convencido de que es uno de los libros mejores que he leído nunca, tanto como que esos 333.628 votos de Amaitur son la erupción, el vómito, la fiebre, el dolor, de esa sociedad cobarde, cómplice, moralmente enferma, que hace de marco o telón de fondo de los personajes de Aramburu.