viernes, 31 de diciembre de 2010

Y NUNCA DICE ADIÓS



Qué remedio: estas últimas horas de cada año me ponen, inevitablemente, triste. O más exactamente melancólico. ¿Quién no siente que esta tarde del 31 de diciembre se le llena de recuerdos de la niñez, de personas que quisimos y que ya no están, de deseos de que el futuro sea mejor y de que nosotros seamos mejores en el futuro? ¿Quién no siente en esta tarde ganas de abrazar a los que queremos, de acercarnos a los que ofendimos o nos ofendieron y tenderles la mano y regalarles una sonrisa para que no arrastremos al año nuevo lastres del que se acaba? En estas horas que pesan tanto, en las que tantas cosas querríamos resumir apretadamente, se tienen ganas de algo bueno, de cambiar y de cambiarnos, tarea improbable que tendremos que afrontar dentro de unas horas. Esta esperanza que nos ofrece la tarde de Nochevieja, la noche del 31 de diciembre –de cada 31 de diciembre–, no he sabido celebrarla mejor que trayendo aquí este trocito final de «Qué bello vivir», esa película imprescindible de Frank Capra que nos invita a, simple y llanamente, ser buenos. Estoy seguro de que esta emocionada canción que es «Auld Lang Syne» pondrá en muchos de mis amigos un nudo de añoranzas y felicidades en sus gargantas: la torpe letra que cantábamos en el Campamento decía que «un mismo corazón/ nos une en apretados lazos/ y nunca dice adiós.» Pues eso, que hasta mañana, que será otro año, será otra década, pero sobre todo, mañana será otro día. El día más limpio, más reluciente del año, el día en el que cualquier camino es posible.

Sea lo que sea, FELIZ 2011.

EXAMINAR DE AMOR





Vale, concedido: el estado natural de la persona no es la tristeza. Si recordamos las veces en que hemos llorado y hemos sido víctimas de la tragedia, son infinitamente menos que las veces en las que hemos reído o, simplemente, sonreído. Pero ocurre que el dolor es barroco, exaltado. Ocurre que el dolor –que lo triste– es una violencia que se apropia de nosotros con arrebato y sin aviso previo y que cuesta mucho expulsar de nuestras ciudadelas cuando ha sobrepasado y derruido las murallas. Por eso, cuando el dolor llega parece que siempre ha estado ahí y tenemos la impresión de que nunca se va a ir. La alegría –sintetizada en la risa, ese ejercicio supremo de la inteligencia– es más sutil y como siempre la tenemos a mano, pasa más desapercibida. Puede ocurrir también que, asfixiados por la urgencia con la que las tragedias de lo cotidiano nos golpean, hayamos perdido la capacidad para descubrir la alegría en los mil guiños con que cada día se nos ofrece. El dolor, ya digo, es algo que sucede pocas veces, aunque cuando sucede lo hace con mucha fuerza: la muerte de alguien querido, el paro que nos visita, la enfermedad, la angustia por los hijos. La alegría, sin embargo, es disimulada, pequeña: no aspira a conquistarnos de un golpe, quiere filtrarse por las rendijas que dejamos abiertas en el alma; aspira a entrar por esas finísimas ranuras y quisiera dejarlas selladas con su paso para evitar que llegue una tristeza. (¡Vano empeño!) El dolor sacude y la alegría, la alegría acaricia, simplemente. Por eso nos cuesta tanto verla y recogerla, pese a que está en los ojos de los niños cuando ríen, en un cielo luminoso, en una charla sosegada con los amigos, en el fugaz placer compartido con la persona a quien se quiere.

Cuán parecido a la alegría es el amor: pasada la irrupción del enamoramiento primero, el amor de verdad se transforma en un sosiego, en una delicada sinfonía que atraviesa todos los actos cotidianos, que nos eleva en impulsos casi invisibles. El amor, también, es una caricia que se filtra imperceptiblemente y conquista y avasalla a la par que libera, transforma a su imagen y semejanza. Por eso para san Juan de la Cruz el examen del amor se realizará al caer de la tarde. No al amanecer, cuando todo está todavía por descubrirse y realizarse y todo es promesa e intención; no en la luz poderosa y cegadora del mediodía; no en la noche que confunde y pierde. El examen del amor es a la tarde, cuando el sol ensaya su declinación de melancolías, cuando la luz invita a refugiarse cuerpo adentro, sangre adentro. ¿Quién, sentado en la orilla del mar mientras el sol se pone, no ha sentido esa necesidad de examinarse? Y cualquier examen es siempre un examen en el amor, un examen de amor. Es preguntarnos cuánto hemos querido, cuánta felicidad hemos regalado, cuánto daño hemos causado, cómo reparar las infelicidades provocadas.

Últimas tardes del año. Estamos sentados en la orilla del mar del tiempo: tenemos los pies desnudos acariciados por las aguas frías del océano de nuestra vida. Se pone, otra vez –una vez más, una menos–, el sol del año viejo. Es la ocasión de recontar, de repasar, es el momento de saber que tal vez sea mejor no hacer propósitos que olvidaremos dentro siete, diez días, la ocasión de asumir que es mejor vivir que proponerse vivir. Es la hora de abandonarnos en manos de la felicidad y del amor, de saber que pese que el temporal arrecia cerca, afuera del hogar, tenemos que limpiar las ranuras del corazón para que puedan colarse –nosotros adentro– esa alegría, ese amor, que balbucean o que gimen bajo las botas pesadas de la crisis, del sufrimiento.

31 de diciembre. Y anochece: ha venido la añoranza para examinarnos de amor.

(IDEAL, 30 de diciembre de 2010)

jueves, 30 de diciembre de 2010

CONTRA LA BASURA




La protagonista de «Lo que me queda por vivir» de Elvira Lindo abandona en un momento de la novela su trabajo en la radio pública y comienza a trabajar en una televisión privada, allá por los inicios de estas cadenas. No es necesario que la novela lo diga para que los lectores averigüemos que la cadena en la que la protagonista trabaja es Tele 5: hay un pasaje demoledor que retrata a la perfección el afán de chabacanería y zafiedad que desde sus inicios ha guiado a la cadena de Berlusconi, su vocación de estercolero. Es cuando el director, «Colérico, daba puñetazos sobre la mesa y gritaba que él no les pagaba a unas tías el viaje desde Milán para que luego no les enfocaran el culo».

Anteanoche presencié el final de la emisión de CNN+ y el inicio del asalto del estilo Tele 5 a un canal que había sido ejemplar, y que han destruido los que han convertido la televisión en un lodazal en el que sólo caben los más bajos y rastreros instintos y personajes. Era inevitable sentir una tristeza al constatar que una vez más el trabajo bien hecho, la seriedad, la profesionalidad, habían sido violadas por la brutalidad y la ordinariez. Con el cierre de CNN+ y la toma de la emisora por «Gran Hermano» –esa fábrica de mierda de la que se nutre gran parte de la parrilla de Tele 5–, España está más cerca del estilo que Berlusconi ha impuesto en Italia. Este tipo de cadenas de televisión son peligrosas porque arrinconando la excelencia, exaltando la chabacanería e identificándola con lo popular –Belén Esteban es el ejemplo máximo– abren las puertas del populismo. Por suerte, mucha gente decente ha manifestado estos días que no todo vale para ganar dinero y por suerte somos muchos los que nos seguimos indignando por cosas como ésta o por declaraciones como las del Ministro Sebastián, que por sí solo justifica votar en contra del PSOE en las próximas elecciones. Y por suerte, como telespectadores tenemos todavía un poder decisivo: podemos frenar el crecimiento de la basura no parando nuestro mando a distancia sobre ese muladar que es Tele 5. En la novela de Elvira Lindo, le dicen a su protagonista que en el mundo de las televisiones privadas sería más fácil trabajar con el culo delante de la cámara que con el culo pegado a la silla: oponerse a ese modo de hacer televisión es, en definitiva, oponerse a que pisoteen la dignidad de todos nosotros.

Yo sigo pensando que es necesario que los ciudadanos rindamos homenaje a quienes han dado la cara, con aciertos y errores pero con vocación de servicio, por valores que son importantes para todos: la libertad de prensa es sin duda uno de esos valores fundadores de los derechos que nos hacen mejores. Por eso, no se me ocurre manera mejor de rendir homenaje póstumo a CNN+ que haber abierto esta entrada con los últimos minutos de la emisora, un corte que es ya uno de los más emocionantes y más tristes de la historia televisiva de España. Aunque PRISA y Tele 5 no se hayan enterado, sigue habiendo cosas más importantes que el dinero.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

INOCENTE INOCENTE





Reconozco que la foto de ayer era desalentadora. Tanto como el temporal que el gobierno de ZP está atornillando sobre nuestras cabezas: subida histórica de la luz y del gas, a mayor honra y gloria de las grandes empresas, ajustes y aprietos para los de siempre y todas esas cosas que ya conocemos y que es mejor no recordar para no darnos el día otro día más. Por eso, hoy y a toro pasado, nada mejor que acordarnos de la inocentada que estamos padeciendo todos los españoles, y un modo amable de recordar esta pesada broma es esta foto que he encontrado en Facebook gracias a Chirli Temple y que viene del Muro de Rafael Corega Cerdán. La foto, graciosa sí es, aunque la situación que representa de chiste no tiene nada y por lo único que dan ganas de reír es para evitar tener que echarse a llorar. Pero todo esto, toda esta broma de mal gusto, esta inocentada pegada sobre el lomo de miles y miles de españoles... ¿sirve para algo bueno? Una amiga, ayer, me decía que sí: "Por lo menos, la gente decente no tendrá dudas de a quién votar; otra cosa será decidir a quién se vota, pero al que no, ese ya lo sabemos." ¿Seguro? ¡Qué inocente es mi amiga!

martes, 28 de diciembre de 2010

SANTOS INOCENTES





El viernes, además de terminar un año, termina una década, la primera del siglo XXI, pródiga en barbaridades y atrocidades, víctima de una nueva aceleración del tiempo histórico. Supongo que en los próximos días, todos los periódicos y televisiones se lanzarán a la carrera de mostrarnos «las imágenes de la década», que abren el libro futuro de «las imágenes del siglo» que nuestros nietos configurarán dentro de una buena tanda de años. Desde luego, la mayoría de las imágenes de la década no invitan al optimismo ni a la confianza en el ser humano. Nunca, como ahora, los hombres han tenido tantas oportunidades para conocer los resultados de su capacidad de destrucción y para, poniéndole frenos, poder construir un mundo más acogedor; nunca como ahora la técnica y la ciencia habían registrado tantos avances que hacen posible acabar con enfermedades de otros tiempos que, sin embargo, siguen matando a millones de seres humanos cada año; nunca, como ahora, ha sido tan posible acabar con plagas bíblicas como la del hambre; y nunca, como hoy mismo, es tan posible, gracias a la universalidad de las redes de comunicación, embarcar al conjunto de los habitantes del planeta en un proyecto de mínimos compartidos que permitan, más allá de las religiones y las naciones y las ideologías, convertir este trocito del universo en una casa habitable para todos. Y sin embargo, ya digo, el retrato que nos dejan las imágenes de la década es desolador.

De entre todas estas, me quedo con ésta. Muestra a un preso iraquí del campo de concentración que los ejércitos aliados, capitaneados por los Estados Unidos, tienen en An-Najaf. La fotografía es de 2006. Habla por si sola de hasta donde somos capaces de llegar los humanos.

El padre y el hijo están rodeados de espinos, encerrados en un pedazo abrasador del desierto. El padre tiene la cara cubierta por la capucha; muy probablemente ha sido torturado por los soldados americanos o ingleses, humillado. Es mejor no intentar imaginar la comida que se les suministra. Es mejor no pensar la sed que sienten. Es mejor no pensar como los ojos y los oídos de los cruzados se han cerrado para no escuchar los ayes del niño, su llanto. La fotografía es la viva imagen de la absoluta depravación de los valores occidentales que se inició con aquella otra fotografía, la de las Azores. Pero en medio de tanto sufrimiento como muestra, por encima de esa capacidad de viajar hasta el corazón de las tinieblas para decirnos que es el propio corazón de nuestro tiempo y nuestras sociedades, la fotografía tiene algo conmovedor: el padre habrá pensado en su hijo mientras lo torturaban, en el daño que le podían causar, puede incluso que hayan obligado al pequeño a asistir a las sesiones de tortura para forzar la declaración del padre, puede incluso que lo hayan amenazado con torturar a su hijo si no hablaba; al padre tienen que dolerle los huesos, los músculos, la carne, y no debe conservar ningún rastro de piedad ni de confianza en el ser humano, pues todo eso se derrumba –así lo señalan todos los torturados que han sobrevivido a ese infierno– con la primera bofetada, con el primer puñetazo en el estómago; y sin embargo, el padre tiene fuerzas para abrazar a su hijo, para acunarlo contra su pecho y acariciar su frente, para intentar calmarle la fiebre que se dibuja en su boca abierta y sedienta, tal vez incluso para musitarle alguna vieja canción infantil por debajo del capirote negro con que sus torturadores lo han cubierto.

Hoy, Día de los Inocentes, no he encontrado imagen mejor para resumir la mierda de mundo en la que vivimos, un mundo que asiste impasible al sufrimiento de los niños.

viernes, 24 de diciembre de 2010

PORQUE ES NOCHEBUENA





Porque que hoy muchos sentimos que se empina dentro de nosotros el niño que fuimos, para asomarse a los ojos y ver el mundo recién limpio. Porque está la mañana fría y luminosa, tan bella. Porque las calles bullen en una felicidad de reencuentros, de amigos, de familiares que vuelven. Porque hay que recontar a los que se van marchando sin haber apagado la luz y porque hay que acomodar a los que van llegando para continuar la cadena de la vida. Porque es fácil sentir una melancolía en la conviven los viejos pastorcillos del belén con el serrín y con el musgo. Porque las casas huelen a hogar y uno sabe que siempre hay un lugar al que volver. Porque una mano, esta mañana, habrá quitado el papel de seda que envolvía las panderetas y las zambombas. Porque tal vez hemos tenido que llamar a un amigo al que se le han muerto los hijos y el nieto. Porque nuestros hijos miran lo que sucede a su alrededor con esa misma mirada atónita y sorprendida que nosotros debimos tener hace demasiados años. Porque todavía es posible recuperar esa mirada, porque todavía podemos pensar que esta alegría que nos ha sorprendido al levantarnos no es una anécdota sino una invitación, un camino recién asfaltado por el que podemos andar sin temor a perdernos. Porque habrá quienes se emocionen al cantar los peces en el río. Porque en días como éste uno descubre que hay mucha gente a la que quiere y mucha gente que lo quiere. Porque hoy nadie debería estar solo y a nadie se le debería robar una sonrisa. Porque hoy también están permitidas algunas lágrimas, si son de contento o de nostalgia. Porque hoy es Nochuebuena y el mundo quiere iluminar de otro modo... FELIZ NAVIDAD.

BUSCANDO LA NAVIDAD




Lo más fácil es que la suerte no haya depositado en nuestras carteras ni el triste consuelo de una pedrea, y tal vez el 25 por la mañana tengamos algo de resaca y un poco de dolor de tripa, por eso de los excesos. Y bien podemos afirmar que entre tanta luz, tanto adorno, tanto refinamiento y tanta urgencia adornada de composturas y compromisos, hemos olvidado en algún rincón donde no alumbran las ilusiones de la infancia el sentido íntimo, profundo, de la Navidad, ese significado moral que es un llamamiento a todos nosotros, sean cuales fueran nuestras ideas, nuestras creencias.

Venga, dejemos que los pastorcillos del Belén continúen guardando sus ovejas a la luz vacilante de una bombillita roja, mientras el río de papel de plata reluce todavía debajo del puente de corcho. Vale, metamos en el horno el último de los suculentos manjares de la cena de Nochebuena y dejemos convenientemente encargadas en la frutería las uvas de la Nochevieja. Y si podemos firmar ya la carta de los Reyes Magos y echarla al buzón junto con la de nuestros hijos, pues mejor que mejor. Y después de todo esto, y como a estas alturas de diciembre ya no cabe asombrarse por la iluminación navideña que este año han sufragado las esmirriadas arcas de nuestros ayuntamientos, porque la encendieron allá por San Andrés, hace casi un mes, sentémonos un momento a reflexionar. Con la mesa limpia de facturas y de recibos y de décimos no premiados, con el teléfono apagado, en la mágica penumbra de la tarde mientras la lluvia golpea con un soniquete antiguo e incansable los cristales, dejando que alguna música quebradiza –el «Concierto para Oboe» de Benedetto Marcello, por ejemplo– nos acaricie el alma, nos rice un recuerdo en el fondo de la memoria, nos rescate de la vorágine de imposturas en que hemos convertido la Navidad, así, desnudados de todo lo que nos impide adentrarnos por los caminos interiores de lo que somos, deberíamos salir a la búsqueda del sentido de la Navidad. Porque Navidad sí, hasta la saciedad, desde hace casi dos meses. Navidad, pero... ¿para qué?

La fingidas vacas gordas de la burbuja inmobiliaria y financiera nos hicieron creernos más ricos, más guapos, y nos adobaron cientos de cosas y obligaciones perfectamente superfluas. Ahora, al estamparnos contra el muro durísimo de la realidad, tenemos que repensar cómo vivimos, cómo nos relacionamos los unos con los otros, qué compramos. Y también qué necesitamos. La crisis, que está destrozando las ilusiones y las esperanzas de miles y miles de familias, ofrece sin embargo una oportunidad para construir un mundo más humano. Ciertamente tendría que ser un mundo hecho a imagen del silencio, la sencillez y la austeridad, como proponía Goethe. Pero sería un mundo más íntimo, en el que fuese más fácil ser personas porque la personalidad no tendría tantos aderezos ni tantas y tan innecesarias colgaduras. El cansancio social, vital, que se detecta en nuestro mundo es un cansancio por hartazgo, un cansancio de excesos, un agobio de los laberintos en los que nos han perdido, en los que nos hemos perdido. Estamos cansados de no sabernos reconocer. Y la Navidad, otra vez, un año más, nos ofrece la oportunidad de conocernos. Y de apostar por otra manera de hacer el mundo que tenemos que entregarle en herencia a nuestros hijos.

Navidad. «¿Y si ser buenos fuese mejor?», se preguntaba, en vísperas de la Nochebuena, Juan Pasquau, que pensaba que gracias al milagro de estos días todo tiene todavía remedio. Navidad, sí. ¿Para qué? Para eso precisamente: para que sepamos que tiene sentido ser buenos y querer cambiar el mundo a imagen y semejanza de una tarde sin ruidos ni postizos, poderosa en su recogimiento íntimo, en su desbordado amor a lo más luminoso de la vida, de la pura vida que se resiste a morir ahogada por la riada de la codicia y la mentira.

(IDEAL, 23 de diciembre de 2010)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

LA HORA DE LOS SUEÑOS




Dentro de unos minutos, la rueda del tiempo nos devolverá la cantinela de los niños del Colegio de San Ildefonso y la superstición de la Lotería de Navidad. En un país en el que el esfuerzo o el trabajo bien hecho no se recompensan, o incluso se desprecian, y con el miedo que la crisis nos está metiendo en el cuerpo, el único refugio seguro parece ser éste de la lotería. Y el refugio que hoy ofrece la lotería –ahora mismo todos estamos invitados, pero dentro de unas horas sólo unos pocos serán los tocados por el dedo de la suerte– es especial por muchas cosas: porque su canción monótona nos devuelve años idos de la infancia feliz, sueños que luego transformamos en satisfacción por estar sanos, proyectos que aparcamos hasta el diciembre próximo, porque parece más fácil ser feliz en las puertas de la Navidad...

Ahora, todavía, todo está intacto. Todo es posible. Incluso que una bola del bombo grande en la que está grabado el número que jugamos coincida con la bola del bombo pequeño donde está grabado «el Gordo». Ahora, todavía, todos comentamos lo que haremos cuando nos toque «el Gordo». Ahora, todavía, todos pensamos que «el Gordo», esta vez sí, ha decido visitar nuestra mohína cuenta corriente y darle una alegría. Pues nada, que ahora, todavía, suerte a todos: ojalá dentro de un rato pudiésemos acariciar el rostro del sueño con el que hemos dormido esta noche.

domingo, 19 de diciembre de 2010

¿TODO ES MENTIRA?




Rodríguez Zapatero se mantuvo sentado al paso de la bandera norteamericana, en la que él identificaba todas las ignominias ligadas a Guantánamo y a la vulneración de los derechos humanos y del orden internacional en Irak, pero en cuanto llegó al gobierno colaboró activamente con el gobierno de los Estados Unidos en el traslado de los presos que iban a ser torturados y ofreció la posibilidad de ampliar la presencia militar estadounidense en España. Una cosa es predicar y otra dar trigo, y toda la impostura del poder, toda la hipocresía sobre la que se sostiene, está siendo sanamente destapada por Wikileaks y el controvertido Julian Assange. Es bueno saber la verdad, es bueno que sepamos que el poder sigue siendo algo oscuro y tenebroso, que impone sus necesidades y sus dictados sin entender de conciencia ni atender a dignidades. Al poder no le importa el grito de los torturados ni la carne de los niños destrozados por las bombas, y en última instancia las pomposas constituciones y declaraciones universales sólo le interesan si no molestan mucho sus intereses superiores, porque el poder tiene su propio sistema de ecuaciones y allí la decencia nunca es una incógnita a despejar. Lo estamos viendo en la humillación a que la dignidad política está siendo sometida en la Italia de Berlusconi, donde todo parece ser posible. ¿Qué seguridad tenemos de que la indecencia italiana no será copiada, mañana, aquí en España si el populismo de los políticos sin escrúpulos ya se ha instalado, poderoso, hasta en el Parlamento Europeo y dispara sin rubor contra los derechos de los más débiles?

Vivíamos acomodados en el sofá de nuestras democracias virtuales hasta que Wikileaks filtró los rencores, las mentiras, las falsedades que se esconden debajo del oropel y de las grandes palabras de la política. No es que asistamos a un farsa: es que vivimos instalados en la farsa. Todo se derrumba, cualquier certidumbre, cualquier agarradero. En cualquier ámbito se dice una cosa y se practica la contraria: los políticos que clamaban contra la guerra, ayudaron a los torturadores y los criminales de las Azores, porque Moncloa bien vale un torturado; en toda Europa se descubre que los orfanatos y los seminarios fueron guaridas de violadores, que con una mano señalaban a los pecadores y con la otra acariciaban los muslos de los niños aterrados; los corredores que ganaban medallas, llevaban la sangre infectada hasta las trancas de estimulantes y pastillas; las promesas de respetar los derechos de los humildes se han desmoronado, y se les roban cuatrocientos y pico euros a los parados para engordar más la cuenta de beneficios de los bancos. Todo, todo parece ser mentira, todo un inmenso decorado de cartón piedra a punto de caer y apuntalado, en el último momento, por la cofradía de los poderosos, siempre prestos a socorrerse entre ellos.

¿Todo es mentira? Hay un atisbo de verdad, de futuro, una posibilidad de que realmente sea mejor ser buenos, cada vez nace un niño. Un niño que nace es un milagro: y si nace una tarde postrera de otoño, en medio de la mar, mientras su madre grita de dolor y de alegría en una patera a la deriva que quiere caminar hacia la esperanza, el nacimiento es un milagro. Un anticipo de la Navidad, de una Navidad no corrompida por el poder del dinero y del consumo. ¿Todo es mentira? Al menos nos queda la frágil felicidad de que siguen naciendo criaturas y de que en cada una de ellas vibra el dedo acusador de la inocencia, que sin rubor señala la impostura y las sombras, criaturas que al gemir y llorar pidiendo calor y leche apuntan al corazón de algún mañana.

(IDEAL, 17 de diciembre de 2010)

sábado, 18 de diciembre de 2010

SOBRE LA CASTA POLÍTICA (Y III)



Y aquí la última entrega, donde le ponemos nombre y apellidos a quienes viven a nuestra costa y, sobre todo y lo que es más triste, a costa del dolor de tantos y tantos españoles como están en paro y sin poder atender las necesidades de sus hijos.

RAJOY, MARIANO. Con lo que gana Rajoy en un mes, una pensionista con cuatro hijos vive durante dos años y medio.

ZAPATERO, ZP. Es el único presidente de la UE que carga sus gastos vacacionales a los presupuestos estatales. Hasta 2009 viajó en verano con 100 personas durante dos semanas. El coste aproximado de cada una de esas vacaciones de verano: 200.000 euros.

AZNAR, JOSÉ MARÍA. Es el único ex presidente del Gobierno que solicitó el sueldo vitalicio que le correspondía como miembro vitalicio del Consejo de Estado: 74.000 euros anuales. Pretendía sumarlo a la nómina que cobraba como esbirro del magnate de la prensa Rupert Murdoch. Como eran incompatibles ambas, renunció a la paga pública y gana, trabajando para Murdoch, un sueldo de 220.000 euros al año.

BONO, JOSÉ. Entre sueldo y complementos, el presidente del Congreso cobra 13.856 euros al mes: 3.126 por diputado, 3.605 como complemento, 3.915 para gastos de representación y 3.210 de libre disposición. Las dos últimas partidas suman más de 6.000 euros mensuales para comidas, regalos y actos de protocolo. Todo este dinero sin contar las indemnizaciones previstas por ley para sufragar «gastos que sean indispensables para el ejercicio de su función».

BOTELLA, JOSÉ. El cuñado de José María Aznar fue fichado en Bruselas, desde las oficinas del PP en esa capital. En el tribunal que lo examinó para funcionario estaba un miembro determinante, Gerardo Galeote, que presidía la delegación popular en Europa. En menos de dos años el hermano de Ana Botella se blindó con un sueldo europeo para toda la vida.

CALDERA, JESÚS. El ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales recibe 6.319 euros mensuales por su escaño en la cámara baja, donde redondea su sueldo como vocal de la Diputación Permanente y presidente de una comisión. Cuando era ministro subió el salario mínimo a 600 euros. Cuatro años después, su sueldo es 10 veces superior a esa cifra, que recibe simplemente por no abrir la boca. Caldera no ha presentado ni una sola iniciativa ni ha intervenido en el Congreso desde que comenzó la actual legislatura. Al final, cobró en 2009 más de 120.000 euros por los servicios prestados.

CHAVES, MANUEL. Cobra al año 81.155 euros por ser ministro más una indemnización de 46.000 al año por abandonar la presidencia de Andalucía. O sea, 127.155 euros anuales. Dos sueldos del Estado compatibles sólo para altos cargos. Para los demás españoles está prohibido por ley.

IBARRETXE, JUAN JOSÉ. El ex lehendakari del Gobierno vasco recibe unos 45.000 euros al año, la mitad de lo que ingresaba cuando era presidente. Y lo cobrará de por vida, igual que todos los miembros de su ejecutivo. Este tipo de jubilaciones están muy por encima del límite legal para el resto de los españoles, que no pueden cobrar más de 32.000 euros anuales, por mucho que hayan cotizado toda su vida.

PAJÍN, LEIRE. En 2000, recién salida de la Universidad y sin ninguna experiencia profesional, se coronó como la diputada más joven de España. Ocho años después, con 33 de edad, ya tiene derecho a una indemnización de 85.000 euros anuales del Estado. Durante años recibió 5.500 euros al mes por su trabajo al frente del PSOE, a lo que sumó el 80% de su sueldo como ex secretaria de Estado de Cooperación (103.000 euros anuales con todos los complementos) a lo que hay que sumaba 3.126 como senadora. Ahora, a ese batiburrillo de millonarias pagas hay que sumar la que percibe por ser la Ministra de Sanidad con menos papeles del mundo civilizado.

DE COSPEDAL, MARÍA DOLORES. Una de las chicas de oro de la política española. Los cargos políticos que ocupa (Secretaria General del Partido Popular, senadora del Reino y diputada de las Cortes de Castilla La Mancha) le reportan anualmente la nada despreciable cantidad de 254.000 euros, lo que equivale a lo que cobrarían cada año 33 trabajadores que percibiran el salario mínimo interprofesional, ese con el que sólo se puede malvivir.

SOLBES, PEDRO. Tras dejar la política en abril de 2009, el ex ministro de Economía se encontró con un retiro de unos 12.000 euros mensuales (una pensión de 2.725 euros por ser funcionario, su pensión vitalicia como ex comisario europeo y otros 5.700 al mes como compensación, durante dos años, por ex ministro). A Solbes, pues, le esperaba una jubilación cinco veces mayor que la de cualquier español.

RATO, RODRIGO. Percibe una multimillonaria retribución como Presidente de Caja Madrid. Hace unos días, el Consejo de Administración de Caja Madrid subió las retribuciones de sus consejeros (de todos los partidos políticos) un 27%, pero sigue sin hacerse pública la retribución personal de Rodrigo Rato. Tampoco se ha hecho público a cuanto asciende su retribución como Consejero de Criteria Caixacorp (filial de La Caixa, la caja pública catalana). Sí se sabe que como Consejero de Lazard (uno de esos bancos de inversión que nos han hundido en la miseria) cobra ¡¡¡TRES MILLONES!!! de euros anuales, 50.000 por la pensión vitalicia como ex presidente del FMI y 200.000 euros anuales como Consejero del Banco Santander.

viernes, 17 de diciembre de 2010

SOBRE LA CASTA POLÍTICA (II)




Aquí viene la segunda entrega, a lo Wikileaks, sobre los políticos españoles. Como podrán comprobar, ya vamos concretando en cuando dinero contante y sonante se traducen las prebendas políticas.

PENSIONES. La pensión anual media de los españoles es de unos 10.000 euros, pero los políticos tienen derecho a pensiones vitalicias muy superiores: 74.000 euros en el caso de los primeros espadas de La Casta. Además estas pensiones no son incompatibles con otros sueldos de la Administración o con otras actividades económicas. Un diputado o senador tiene que estar sólo siete años en el cargo para optar a la pensión máxima, mientras que un trabajador autónomo o por cuenta ajena necesita 35 años cotizados. Y para cobrar la pensión máxima, unos 33.000 euros al año, un español necesita cotizar al menos 35 años, 15 con la base más alta.

VIAJES. ¿Viajes necesarios? Una comisión del Congreso pide permiso para que 60 diputados viajen cuatro días a Canarias... ¡¡¡a estudiar el cultivo del plátano!!! Por cierto, los diputados pueden utilizar a su antojo con cargo a las arcas del Estado aviones, trenes o barcos. Disponen de 5 millones de euros al año para viajes. Y el Congreso regala a los diputados que no disponen de coche propio una tarjeta personalizada con un saldo de 250 mensuales para que viajen en taxi por Madrid.

COCHES. El amor por el lujo de muchos dirigentes autonómicos les lleva a sentar sus posaderas en automóviles de más de 100.000 euros. Catorce de los 17 presidentes autonómicos usan Audi. El valenciano Francisco Camps tiene varios a su disposición (esa comunidad dispone de 200 vehículos para sus altos cargos, la mayoría de ellos Volvo S80, de 40.000 euros), lo mismo que sucedía con Chaves en Andalucía, cuyo Gobierno sigue contando con 234 coches oficiales. Sin embargo, Gallardón, el alcalde de Madrid, les gana a todos: se mueve en un Audi A8 que cuesta la friolera de 591.624 euros. Fue contratado en arrendamiento hasta 2011, así que el alcalde gasta 150.000 euros al año del bolsillo de sus ciudadanos para moverse por la ciudad y alrededores. Tal vez por esto, los consejeros del Gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido por Esperanza Aguirre, se burlaron en el desfile del 12 de octubre del Presidente de Cantabria y de su mujer, que viajan en taxi.

DESPILFARRO. El Congreso gasta cada año 160.000 euros en regalos navideños. 11.000 cargos públicos reciben obsequios por esas fechas, un gasto que suma al año 2.200.000 euros. Los senadores cuentan con un total de 1,7 millones de euros anuales para gastos en teléfono móvil.

DIETAS. Los diputados y senadores que no viven en Madrid reciben, además del sueldo, otros 1.823 euros al mes por sus supuestos gastos de manutención y alojamiento. Los que viven en Madrid, un complemento mensual de 870 euros para gastos, libres de impuestos. La suma de estos sencillos complementos supera el sueldo de 12 millones de ciudadanos. Además, cobran 150 euros cada día si salen al extranjero, y 120 si viajan por el país.

ENCHUFADOS COSMOPOLITAS. Hasta hace dos años, cada eurodiputado disponía de 17.140 euros al mes para contratar asesores, que solían ser familiares. El ex presidente del PP de Cataluña y vicepresidente de la cámara europea, Alejo Vidal-Quadras, puso en nómina como secretario en Bruselas a Albert Fuertes, hermano de su esposa. Y el eurodiputado cacereño del PP, Felipe Camisón (fallecido en mayo de 2009) contrató a su cónyuge como asistente, al igual que hizo la también diputada popular Cristina Gutiérrez-Cortines con su hija. Y lo mismo hizo el socialista Enrique Barón con la hija de un militante afín. En la actualidad, los familiares directos han sido eliminados de las plantillas de los diputados españoles. Sin embargo, los parientes de sangre han sido reemplazados por personal próximo al partido: Más de 140 millones al año se van en sueldos de 1.200 recomendados, y esos son sólo los ligados a los eurodiputados españoles. Con ese dinero se podrían mantener los servicios de una ciudad española de 115.000 habitantes durante un año.

HORAS EXTRAS. En 2008 el Gobierno de La Rioja pagó 200.000 euros en horas extras a sus conductores. Realizaron 870.182 kilómetros, unos 2.300 al día, lo suficiente para cruzar tres veces España de este a oeste. Un gasto curioso ya que es la comunidad más pequeña del país y que su población es inferior a la de cualquier ciudad dormitorio de Madrid. El uso de coches oficiales para asuntos particulares es una práctica tan común como soterrada.

MARISCADAS. No hay límite legal para las comidas de representación de los grandes políticos españoles, tanto centrales como autonómicos como de las grandes ciudades (en las ciudades medias y pequeñas este gasto suele estar más controlado, porque todo se sabe). Tampoco hay fiscalización previa a la hora de comprar jamón, champán o puros de alta gama. Ejemplo de descontrol es el socialista valenciano Vicent Costa: en 2007 acababa de perder las elecciones municipales a favor del PP, pero seguía siendo alcalde en funciones. Y como tal se gastó casi 500 euros del dinero público en gambas, cigalas, langosta, navajas, jamón y caldereta. Una buena despedida.

EX MINISTROS. Los ex ministros mantienen durante dos años una pensión por cese de 58.000 euros anuales, cifra seis veces superior a la pensión media española. En la actualidad, cuatro ex ministros compatibilizan ese dinero con el sueldo de diputado: José Antonio Alonso, Fernández Bermejo, María Antonia Trujillo y Jesús Caldera.

REGALOS. No hay una ley concreta sobre los obsequios que pueden aceptar o no los políticos. En EEUU, por ejemplo, pasan al Estado. Condolezza Rice recibió el año pasado en sus viajes oficiales joyas por valor de 360.000 euros. Aquí nadie tiene obligación de declararlos. Se pueden quedar con ellos. Sin más.

SIN LÍMITE NI VERGÜENZA. Cada parlamento autonómico, diputación o ayuntamiento fija el sueldo de sus cargos electos sin límite ni baremo alguno. José Bolarín, alcalde de Ulea (Murcia), con 900 habitantes, cobra unos 4.000 euros mensuales. El de Ricote, cerca del pueblo anterior, se lleva 40.000 al año en una población que no alcanza los 1.300 vecinos. Y la alcaldesa de Marbella, Marisol Yagüe, cobraba más que el presidente del Gobierno: 84.462 euros al año en un ayuntamiento que estaba en bancarrota.

jueves, 16 de diciembre de 2010

SOBRE LA CASTA POLÍTICA (I)




Nos hemos acostumbrado a recibir mensajes en nuestros correos electrónicos que nos cuentan el despilfarro y la inutilidad de la casta política. Es cierto que en esto los votantes o afiliados del Partido Popular se han mostrado más eficaces, y los mensajes que nos llegan contra ZP y el resto de socialistas ganan por goleada. Yo, suelo pasar de ellos, porque me aburre y me enfada tanta tendenciosidad. Hoy, sin embargo, mi amigo Pepe Villar me ha mandado un mensaje serio y sensato, que sin partidismos denuncia a toda la casta política, su poca vergüenza. Por eso he decidido traerlo aquí, en tres tandas, reordenadas y, en algunos casos, con datos acrecentados, para que la digestión de tanto descaro sea más fácil.

Por cierto, al leerlo sería bueno recordar que estos políticos son los mismos que han dejado a los parados sin la ayuda de emergencia, los que nos van a rebajar las pensiones, los que no han impedido con una reforma del Código Penal que los bancos a los que hace un par de años les regalamos miles y miles de millones de euros sigan embargando las viviendas de miles de familias. De cara a las próximas citas electorales, es bueno ir sabiendo con quien nos vemos las caras, no sea que nos encontremos con que todas las caras se parecen mucho. En este sentido, nos pide Miguel de Esponera en su blog que pintemos con trazos finos al hablar de la política. Pero, ¿es posible? Creo, sinceramente, que no. Son los propios políticos los que nos impiden pintar así, al óleo, porque no siguen negando el derecho a elegir mediante listas abiertas, por ejemplo, o porque nos condenan a que haya votos que no sirven para nada (¿para qué sirve el voto de un votante de UPD en Jaén, por ejemplo, salvo para expresar una rebelión cívica?). Son los propios políticos los que han convertido el sistema político español en un muro de cemento y los que nos han dado una brocha para que lo pintemos. Son ellos los que expulsan a los peores de las listas, los que las engordan –sabiendo que las tienen blindadas– con los vividores, con los ineptos o los que carecen de escrúpulos. Y las excepciones que podamos conocer no hacen sino confirmar la regla.

Bueno, dejemos eso, que da para mucho, y vayamos a la primera tanda de datos sobre la casta política española:

CARGOS: Hay 8.112 alcaldes, 65.896 concejales, 1.206 parlamentarios autonómicos, 1.031 diputados provinciales, 650 diputados y senadores, 139 responsables de Cabildos y Consejos insulares y 13 consejeros del Valle de Arán.

ABSENTISMO. no existen datos oficiales sobre la falta al trabajo de los políticos, pero es suficiente con ver las imágenes del Congreso de los Diputados. Una imagen vale más que mil informes.

CASTIGO Y DESCONTROL. Nunca se ha sancionado a ningún político por incumplir el Código del Buen Gobierno, que se supone que controla las buenas prácticas del Ejecutivo. Y es tal el caos en la administración de fondos públicos que en España no hay ni una sola institución que conozca cuántos políticos cobran del erario público.

DEUDAS. Cada español debe a los bancos 566 euros por la deuda de los ayuntamientos.

FUNDACIONES. 52 políticos nacionales ocupan cargos en 74 fundaciones distintas: 31 por el PSOE, 28 por el PP y 4 por el resto de grupos. La conservadora Soledad Becerril parece la más activa: es miembro del patronato de seis fundaciones. No todas tienen un marcado carácter político.

HACIENDA. La retención de las nóminas de los diputados y senadores es sólo del 4,5%.

IMPUESTOS. Un ciudadano, por ejemplo, de Madrid sustenta con sus impuestos el salario de 27 concejales, 120 parlamentarios de la Asamblea madrileña, 264 senadores, 350 diputados nacionales y 54 del Parlamento Europeo. En total, 815 cargos electos con un sueldo base que, en todos los casos, supera los 3.000 euros. Y sin contar los puestos de confianza que arrastra cada uno.

MOROSOS. los miembros de La Casta invirtieron 66,6 millones de euros en la celebración de las elecciones generales de 2008. De ese dinero, 44 millones fueron prestados por bancos españoles para financiar campañas publicitarias megalómanas. Ese primer año de la crisis que ZP negaban, los bancos que prestaban a los partidos embargaron las casas de 60.000 familias por falta de liquidez. 180.000 personas (incluyendo bebés, niños y ancianos) se quedaron sin techo. Sin embargo, los partidos de La Casta deben a los bancos 144,8 millones de euros y no son embargados. ¿Por qué será?

NEGOCIOS. Sólo el 33% de los diputados del Congreso se dedica en exclusiva a su labor política. El resto engorda sus cuentas corrientes con la participación en empresas privadas, fundaciones y colaboraciones varias. Algunos, como el diputado del PP Miguel Ángel Cortés, aglutinan hasta 12 actividades extraparlamentarias.

NÓMINAS. Los sueldos de los políticos electos (80.000 miembros de La Casta, que casi llenarían un estadio como el del Real Madrid) cuestan a los ciudadanos unos 720 millones de euros al año, más que el presupuesto anual de toda la red ferroviaria, tres veces superior al dinero dedicado a cuidar el patrimonio nacional y 60 veces más que lo que gasta el país en salud bucodental para nuestros hijos.

ALTO SECRETO. El oscurantismo sobre los gastos llega al absurdo. El Parlamento Europeo cuenta con una Oficina de Lucha Contra el Fraude (OLAF, por su siglas en inglés). Sin embargo, sus informes son confidenciales y su contenido completo sólo es conocido por los parlamentarios. Los votantes pueden saber de las buenas acciones de los políticos, pero sólo La Casta conoce datos sobre el fraude.

martes, 14 de diciembre de 2010

LA ESTRELLA





Oyendo esta tarde a Enrique Morente –su voz ronca, profunda como el agua en Granada, su voz de una luminosa oscuridad parece creada para tardes como ésta, tristes, de finales de otoño, epílogo perfecto de días de niebla y humedad– me he topado, de golpe, con esta canción de «La Estrella». La escuche por primera vez en el Alexis Viernes de Santa Fe, un precioso sitio perdido entre los chopos de la Vega, con Antonio Espejo y hace tanto tiempo de eso que había olvidado la canción. Al oírla ahora me he emocionado como aquella primera vez, y he recordado que fue una de las canciones que más me gustaban de Morente, tan limpia, con esa voz tan brillante y poderosa que parece una campana que se estrena la mañana de un domingo de verano, recién salida de la fundición y todavía caliente el bronce.

Tal vez descubrimos que nos estamos haciendo mayores cuando las personas que nos marcaron en la adolescencia y la juventud se van muriendo, y de ellas nos queda ya sólo lo que fueron y lo que nosotros fuimos y somos gracias a ellas, por nuestra ligazón con ellas. Cada uno de nosotros pasamos y al final dejamos un recuerdo, pero si los artistas como Morente son precisamente inmortales es porque su muerte no cierra ninguna puerta, porque la puerta se queda entornada: uno siempre puede acudir a la obra del artista para descubrir que pese a que se muere la carne y se apaga la voz, la obra sigue viva y puede sorprendernos, reanimarnos, otoñarnos el corazón con esta nostalgia de lo que huye, que somos nosotros mismos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

GIN TONIC CON MUCHO HIELO





Me he enterado de la muerte de Enrique Morente, más o menos a las seis de la tarde, mientras intentaba convencer a Manuel de que su madre no puede estar todo el día con él y de que tenía que beberse el batido para merendar, antes de irnos a darnos un paseo. Y me he dado cuenta de cómo en el transcurso de muy pocos años nos cambia la vida, de cómo el tiempo nos modifica y nos modela y nos amolda. Hace doce o trece años, un día como hoy y a esa hora, yo habría estado en la cafetería de Trabajo Social, en Granada, haciendo maula y tomando café con Julián o María Campos o María Pascual, con Enrique, con Antonio Espejo, o buscando algún libro en la Urbano o apurando las últimas clases del trimestre antes de las vacaciones de Navidad, y cuando hubiese llegado al piso, después de cenar con Luis y con Andrés y huyendo de «Médico de familia» o cosas así, me habría ido a mi cuarto a leer un rato y a escuchar música. Por esas fechas, a Luis y a Andrés Fuentes y a mí nos gustaba mucho oír un disco que se había comprado Andrés, o que le habían regalado, y que buenamente nos repartíamos entre todos para poder disfrutarlo: aquel disco era «Omega», una joya en la que Enrique Morente, en compañía de Lagartija Nick, versionaba a Lorca o a Leonard Cohen en un puñado de canciones inolvidables donde el flamenco se universalizaba un poco más con los versos de dos de los más grandes poetas del siglo.

Uno acaba volviendo siempre a los recuerdos con los que se construyó un nido y un hogar para el corazón. La muerte de Morente me ha devuelto mis años de estudiante en Granada, el recuerdo de ese tiempo y de esa ciudad inolvidables. Y ahora, no sé por qué punzada de la nostalgia, he pensado que si estuviésemos en Granada, esta noche Andrés, Luis y yo tal vez nos habríamos ido a echarnos unas Carlsberg en la Taberna Alemana de la Calle Elvira, ese tugurio bohemio y oscuro donde era posible soñar con ser escritor o corresponsal de guerra o embajador en un hermoso e invernal país del norte de Europa, mientras sonaba rock inglés en los altavoces y la grasa de las salchichas y las hamburguesas chisporroteaba en la planca sucia. Y luego, a lo mejor nos habría apetecido un gin-tonic, con mucho hielo y mucha lima, en el Eshavira. Allí, algunas noches, vimos a Enrique Morente charlando en la barra con sus amigos mientras se tomaba un whisky, como si él no fuese el genio que cantaba en ese disco que nos gustaba tanto y que hace demasiado tiempo que yo no escucho.

viernes, 10 de diciembre de 2010

ADVIENTO




Un animal que habla. Un animal con conciencia de que se muere. Un animal que ríe. ¿Qué es el hombre? Desde la noche de los tiempos esta pregunta nos atormenta, esta necesidad de encontrar sentido a nuestra particularidad. ¿Qué es el hombre, qué? María Zambrano encuentra en la nostalgia y la esperanza los resortes últimos del corazón humano. Luego el hombre sería un animal melancólico y esperanzado. Pero ocurre que hemos diluido la melancolía y la esperanza en una farsa de los sentimientos. ¿Qué otra cosa es la postmodernidad sino esa opereta de lo valioso?

La esperanza la hemos degenerado en espera sin horizonte. A fuerza de tanto esperar, cuando llega lo que ansiamos no sabemos apreciarlo, ni valorarlo, tal vez ni reconocerlo sabemos. La espera nos retuerce por dentro en bucles de ansiedad, nos arrebata el sentido último del deseo y nos adentra en un espacio sin intimidades donde todo el sentimiento es una importación forzada de lo que el sistema representa para que nosotros lo asumamos como propio. «Todo lo que carece de valor –dice Simona Weil– rehúye la luz», y por eso la nuestra es una época esencialmente tenebrosa: no es que vivamos en una edad sin valores, es que todo nuestro tiempo carece de valor, que es un no tener sentido. La luz determina las fronteras y perfiles de una idea, de un proyecto, de un sueño, pero ideas, proyectos y sueños han sido barridos por la revolución neoconservadora: el hombre, sin nostalgia ni esperanza, es no más que una máquina de producir dinero que se deshecha cuando deja de ser útil según los parámetros de la nueva y triunfante religión de la derecha. No sería justo pensar que nos empujaron a las sombras, porque nosotros mismos caminamos hacia ellas con ese convencimiento de que es más fácil vivir sin preguntas, en la sombra de este conformismo que todo lo adormece; también la esperanza, degenerada en sed que no puede saciarse porque siempre bordea el objeto esperado sin poder adentrarse en su interior, sin poder apresarlo, porque para eso es necesaria la luz de la que carecemos. Los propios cristianos esperan –esperamos–, en estos días, la llegada de un Dios al que luego, agobiado por el oropel y el ritual, no reconocen: la espera es un acto huero, un hecho de oscuridad. También los cristianos, cuando esperan, tienen miedo de esperar en la luz, no sea que la claridad les devuelva en el espejo el rostro de lo falseado.

Reconstruir, pues, la nostalgia y la esperanza puede ser el principio de cualquier proyecto político realmente revolucionario, de cualquier religión empapada de humanidades. Nostalgia… ¿pero de qué? Esperanza… ¿pero en qué? Siempre nuestros deseos, siempre nuestro corazón hambriento buscando un puerto en el que poder arribar, en el que encontrar refugio. Tal vez bastaría con levantar, con Comte-Sponvillle, una feliz desesperanza, o sea, un vivir en el hoy, un levantar un altar dentro de nosotros en el que tenga cabida y cobijo un dios con minúscula y frágil, tembloroso y con miedo, incierto, que duda ante el dolor y el sufrimiento pero que sabe que sólo en la lucha contra el sufrimiento es posible (re)construir lo humano, un dios que no remite la esperanza a un futuro que todo lo justifica porque todo puede perdonarse mañana, sino que la invoca aquí y ahora, en cada gesto pequeño, en cada verso, en una canción, en la mano tendida, en aquel instante de la infancia que es la besana de lo que somos y tenemos, la cuna primera de la semilla que es necesario hacer germinar otra vez, si no queremos que las raíces se sequen y el abismo nos arrastre. En el abismo, en la muerte, quedamos desnudos y expuestos a la luz, como recuerda Weil, y más duro que intentar reconstruir una vida en lo luminoso es entregar una vida a oscuras a la luz acusadora que espera impasible nuestra última llegada.

(IDEAL, 9 de diciembre de 2010)

jueves, 9 de diciembre de 2010

EL DISCURSO DE VARGAS LLOSA




Si yo fuese Ministro de Educación, me habría dedicado hoy mismo a contactar con Mario Vargas Llosa para pedirle permiso para poder editar un cuadernillo con el discurso que leyó antesdeayer en Estocolmo, y distribuir ese cuadernillo en todos los centros escolares de España, a todos nuestros niños y a todas nuestras niñas, mal que les pesase (que sin duda les pesaría) a los consejeros de educación y a la caterva nacionalista. Y como Ministro de Educación estaría convencido de que entregando ese discurso a los escolares, haría más que con toda la propaganda con la que, por ejemplo, la ínclita Junta de Andalucía sigue vendiéndonos milongas sobre la excelencia educativa andaluza mientras el informe PISA confirma que, también en la educación, estamos los andaluces en la cola del mundo civilizado.

Pero como no soy Ministro, pues me limito a traer aquí algunos de los pasajes más hermosos e intensos de ese discurso, que al ser el de un escritor total –con el que puede estarse de acuerdo o no en algunas ocasiones, pero que tiene el Nobel de Literatura por merecimiento propio y no como pago de cuota de ningún grupo–, es una de las piezas oratorias más perfectas, emocionadas y hermosas que haya leído nunca, un canto de amor a la libertad y la literatura, un acto de denuncia contra las dictaduras, las religiones, los nacionalismos, una reivindicación de la literatura como elemento sustancial e imprescindible de lo mejor que tenemos los humanos.

He aquí, pues, algunos párrafos de ese discurso inolvidable, el mejor que se haya leído en Estocolmo en décadas.

Así describe Vargas Llosa la literatura, así las funciones que ésta tiene para hacer mejor a las personas, su capacidad revolucionaria:

«(...) he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero
«(…) en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias
«Si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas
«Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola
«La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan
«La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflinge la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional
Su crítica de las religiones, las dictaduras y toda forma de opresión de la libre conciencia fue demoledora. ¿Cómo no compartirla, en este amenazante “siglo de las religiones” que predijo Juan Pablo II y que amenaza con anegar lo que con tanto esfuerzo se ha construido y conseguido desde la Revolución Francesa?

«Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor
«La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez
No se calla el viejo liberal ni se arredra ante la violencia islamista, ante el fundamentalismo religioso de nuevo cuño que (principalmente el musulmán pero no sólo, pues ahí están también la reacción católica o el protestantismo ultraconservador norteamericano señalando a la libertad de pensamiento y conciencia con el dedo acusador) quiere modelar la vida colectiva a imagen y semejanza de las ideas morales de los grupos religiosos. ¿No es coincidencia que estas palabras coincidan con las de Ramón Jáuregui, que ha tenido que pedirle a Rouco que no se inmiscuya la Iglesia en cuestiones que afectan a la soberanía popular, que es libre, democrática y laica y que no entiende de prejuicios ni de morales particulares y que legisla y gobierna para el que cree y para el que no? Aquí van las palabras de Vargas Llosa contra los nuevos inquisidores, contra los que amenazan la libertad democrática.

«No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a alcanzarla– a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad
«(…) una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática
Después de alabar la transición democrática española, poniéndola como ejemplo, lanza el deseo de que los nacionalismos no hagan que todo lo que hoy tenemos, y que veces nos parece tan escaso o tan insuficiente, se vaya al traste. Con la lucidez que lo caracteriza, Vargas Llosa atisba el peligro que suponen los nacionalismos vascos o catalán y su desprecio por el bien común que, más allá de sentimentalismos, supone la idea de la España constitucional.

«Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia... »
Y he aquí una de las más hermosas definiciones de la patria que nunca se hayan hecho:

«La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver

Terminó su discurso con una petición, con un ruego, peligrosísimo, sin duda, para el poder, para los gobiernos, sobre todo para los gobiernos como los españoles –central, autonómicos y locales– que saben que la madurez cívica, cultural y política de los ciudadanos se traduce en exigencias de más libertad y más democracia, eso que, precisamente, pone en jaque sus prebendas de casta.

«Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad, pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños
«Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará
«La literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas
«(…) tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, las más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible
¿Después de leer estas palabras entiende por qué el Ministro de Educación, y eso que es de los pocos socialistas sensatos que hay, aunque su sensatez no sirva para mejorar definitivamente la educación española, no hace cuadernillos con este discurso y se los reparte a nuestros alumnos? En los pasillos del poder –del poder de ZP, del poder de Rajoy, del poder de los reyezuelos autonómicos… y del poder religioso de cualquier religión, del poder venezolano, del poder chino, del poder cubano, tan directa y duramente atacados todos los que niegan el relativismo y la duda y la incierta libertad– el discurso de Vargas Llosa ha debido provocar una irritación inversamente proporcional a la emoción despertada en quienes lo leímos ayer como un credo de nuestra conciencia de hombres que dudan, de hombres que quieren ser libres y de hombres que leen.

lunes, 6 de diciembre de 2010

PARA QUÉ SIRVE LA CONSTITUCIÓN




Ayer abrieron muchos pequeños comercios de Úbeda. Y hoy. En ellos trabajan, mayoritariamente, mujeres. (Sí, esas que han sido redimidas por las políticas de igualdad de ZP y que, sin embargo, ya no pueden disfrutar ni de un día de un domingo, ni de un día de fiesta, esas que hoy no han podido estar con sus hijos, por ejemplo.) Ahora, todo se justifica con los sacrosantos derechos de los consumidores, con la necesidad de facilitar las compras, todo desmán que tienen que soportar los trabajadores se ampara en lo de la crisis, y al final acabaremos como el pavo de la viñeta que aparecía en ella prensa estadounidense el Día de Acción de Gracias, apunto de ser sacrificado, con el pescuezo debajo del hacha y dando las gracias por tener trabajo… ¿Y los derechos de los trabajadores, que eran parte sustancial de los derechos de ciudadanía? Han adelgazado tanto que ya no existen y en lugar de prohibir por ley, como sería cívicamente deseable y democráticamente sensato, que hubiese actividad comercial un domingo o un día festivo, ni siquiera en los grandes supermercados, lo que se hace es violar los derechos de los empleados del comercio. Obligarlos a perder su descanso. Los sindicatos ubetenses, los progresistas ubetenses, la izquierda ubetense, claro está, guarda silencio (eso, por no traer aquí las actuaciones de esos grandes progresistas con responsabilidades municipales que se ríen de los derechos de los trabajadores que dependen de ellos, y no puedo contar más). Deben andar celebrando el Día de la Constitución, sus artículos sobre el Estado Social y de Democrático de Derecho. Pero yo me temo que desde esta mañana muchas trabajadoras ubetenses (y algún trabajador), deben estar pensando que la Constitución es el pedazo de papel arrugado con el que los políticos, los banqueros y los empresarios se limpian el culo cada mañana después de cagarse en los derechos de los ciudadanos. Lo que hoy han aprendido es que la Constitución sirve para que haya un día festivo que, tal y como pinta el futuro, sólo acabarán disfrutando los políticos, pobrecillos, tan sacrificados por el bien de todos y tan incomprendidos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

UN PAÍS SIN CONSECUENCIAS




España es el país donde no hay consecuencias, donde los actos suceden y se suceden en una especie de limbo. El hecho de que uno de nuestros jóvenes estudie y se sacrificio para formarse más y mejor no tiene como consecuencia necesaria que encuentre un trabajo digno y bien remunerado, y lo más fácil es que en su condición de becario acabe poniendo cafés al hijo tonto de cualquier jefecillo. Un grupo de trabajadores privilegiados abandonan sin más sus puestos de trabajo y sumen al país en el caos absoluto y el ridículo internacional, y en el fondo saben que ese gesto no tendrá consecuencias, pese a las palabras grandilocuentes del Gobierno: creer en este gobierno de bobos e incapaces es un acto de fe similar al de aceptar el dogma de la Trinidad. Los controladores aéreos juegan con ventaja y lo saben; hoy mismo ya han visto como la propia oposición, en su condición de carroñera mayor del reino, intenta sacar tajada del drama de miles de ciudadanos y se enfrenta al Gobierno incluso cuando milagrosamente parece hacer algo bien, mientras esa mitad de cuarto de líder que tiene el PP aparece en un vídeo diciendo las bobadas baboseadas que lo caracterizan. Pero aquí no pasa nada, nunca hay consecuencias. Los mismos políticos lo saben y lo comprueban, elección tras elección, cuando nuestros votos los vuelven a aupar a las prebendas y los privilegios pese a su más que contrastada inutilidad, incapacidad e inmoralidad. De todos.

Y sin embargo ha pasado que Juan Hurtado se ha quedado tirado en el aeropuerto de Bogotá, por ejemplo. O que Rocío, Luis, Juanpe y Cristóbal no han podido viajar a Budapest, como tenían previsto. O más grave, infinitamente más grave, ha pasado que anoche había en un aeropuerto canario una niña de cuatro meses con un tumor de estómago que tal vez no podría ser desplazada a la Península para que la operasen.

Ha pasado eso. Y si España fuese un país con consecuencias los controladores que abandonaron sus puestos de trabajo o los que no se incorporaron cuando debían o los que incorporados a las torres de control se negaban a trabajar y desobedecían a los militares de los que ya dependían jerárquicamente, deberían ser despedidos y deberían costear, con su patrimonio, los daños ocasionados. Y si España fuese un país con consecuencias los cabecillas sindicales del paro brutal de ayer deberían se acusados de todos los delitos que sus espaldas pudieran soportar, y encarcelados. Y si España fuese un país con consecuencias… Pero, ¿para qué seguir soñando que pertenecemos al mundo civilizado? ¿No es mejor despertar de una vez y asumir que somos la España grotesca que Valle retrató en Luces de Bohemia?

viernes, 3 de diciembre de 2010

TODO LO BELLO ES TRISTE





«...convencido como está de que, a pesar de todo, la belleza posee cierto capital de consolación, cierto poder paliativo.» He ahí el resumen perfecto de este libro que desalienta y estremece a la par que eleva una esperanza incierta en nuestro interior. Es difícil dilucidar si «La luz es más antigua que el amor», de Ricardo Menéndez Salmón, es una novela de novelas, una biografía, un desorientado tratado sobre la pintura o el arte en general, una fábula sobre la existencia humana o un ensayo sobre la desolación de todo lo existente, una poética sobre la vida levantada contra el horizonte ineludible de la muerte. Lo realmente indiscutible es que este libro tan breve como intenso, se abre con esa despaciosidad con que abrimos todo libro en que hemos depositado nuestras esperanzas de lector –es imposible no abrir de este modo los libros de Menéndez Salmón–, y a las pocas páginas notamos que nos ha atrapado en un red tupida e invisible, propia de la literatura mejor, que nos agarra el corazón para zarandearlo y dejarlo dolorido. Pero este dolor sosegado con que el libro se va posando en el suelo de nuestro yo, como un manto de hojas que el otoño va acomodando en la tierra húmeda y fértil que necesariamente tiene que pudrirse para poder reverdecer en la primavera, esta tristeza sin pausa ni prisa con la que el libro nos atrapa y nos construye a la imagen y semejanza de sus personajes –artistas de carne y hueso o hechos con la materia de los sueños: De Robertis, Bocanegra, Mark Rothko, Vsévolod Semiasin–, este mensaje profundo de «La luz es más antigua que el amor» no llega con esa violencia con que otros libros se han presentado, sino que es apenas un murmullo, un rumor. Un sonido quebradizo que va dejando sus palabras, su aliento con una implacabilidad sorprendente, como si, utilizando palabras de Menéndez Salmón, arrojase cenizas en nuestro interior y nos hiciese sentir frío.

Vamos pasando las páginas. No se pueden pasar con prisa: hay que volver a veces al último párrafo que leímos, porque una frase nos ha espoleado especialmente. Porque un deslumbramiento de belleza ha cegado el camino de la lectura. Pasan las páginas, pero cada página contiene la posibilidad de un alojamiento, la certeza de una parada. Una invitación al descanso. Todo lo humano está recogido en el arte poético de Ricardo Menéndez Salmón: y todo lo humano no puede leerse de un tirón, con prisa de llegar al último párrafo. El libro, tan extraño –es extraño en su contenido, lírico de grandes vuelos, pero carece de esa impostura revestida de dominio técnico que hace ilegibles tantas obras de la literatura contemporánea–, tan vasto, es un libro que en el fondo custodia la melancolía de que toda la vida está hecha: lo hermoso es triste. Todo lo bello, duele. Sólo lo que nos duele es lo que realmente amamos. De ahí el misterio de lo que somos, de ahí el vacío inabarcable que Rothko condensa en su pintura.

El afán de apresar la experiencia de la muerte, la más personal de todas las experiencias, la única que realmente nos pertenece, la única en la que sin limitaciones paladeamos todo lo que somos: «Morir es, en realidad, el único verbo intransitivo: la muerte es una propiedad inenarrable.»

Lo sabe De Robertis en el lazareto mísero del atardecer de Venecia.

Lo sabe Rothko en su estudio de Nueva York en que se corta las venas, mientras lo fotografía la muerte, mientras termina dentro la oscuridad que ha mirado tanto.

Lo sabe Bocanegra mientras contempla como Matilde es devorada por la muerte que consume la carne y la belleza.

Lo sabe Menéndez Salmón al escribir este libro hecho para herirnos, para entregarnos la luz, que al ser más antigua que el amor lo funda y le da forma y lo convierte en algo frágil, quebradizo, en algo destinado en última instancia al imperio de las sombras.

La luz funda el amor, pero el amor se acaba cuando la luz se apaga. Por eso no hay prisa el libro, porque la vida es un camino sin velocidades, un sendero donde la prisa ha sido abolida: en cualquier momento puede ahogarse la luminosidad en que gozamos o sufrimos. Todo lo hermoso es triste. Y todo lo vivo es lento. Hay que pararse a mirar como se desangra la vida: «Un hombre es lo que ha visto.»

(IDEAL, 2 de diciembre de 2010)

jueves, 2 de diciembre de 2010

BEATUS ILLE...





Terminó, en estos días tan hermosos del otoño, de releer Sefarad, ese libro de Muñoz Molina que le permite a uno identificarse en un buen puñado de personajes e imaginar ser otros tantos. Hay libros extraños y bellos, como éste, que uno no recuerda de la primera vez que leyó, pero que le permiten, al avanzar por sus páginas, recuperar fogonazos de aquella primera lectura y que le descubren una forma nueva de comprender la propia vida. Quizá la virtud última de estas historias de Muñoz Molina es descubrinos que todos somos errantes de alguna patria o que carecemos de un amarre definitivo y estamos expuestos al temporal de lo imprevisto, o que en el fondo de nuestra piel todos tenemos la posibilidad de ser condenados, en el futuro, sin más razones que el hambre de muerte que en el fondo late dentro de toda forma de poder, que siempre es algo truculento y secreto, todos tenemos grabados en la muñeca los números de esa futurible esa condena inexplicable que lo pierde a uno en las sinrazones de lo incomprensible e inesperado, que lo atrapa como una pegajosa red de araña de la que no se puede escapar por más que se patalea o se grita, como les sucedió a Willi Münzenberg o Milena Jesenska o Heinz Neumann.

Pero en este tipo de libros poliédricos y corales, uno puede encontrarse también pasajes fascinantes que dibujan a la perfección uno de esos paisajes, una de esas vivencias, que uno querría tener. En el fondo, todos necesitamos de alguna dosis de soledad para poder crecer, para reconcentrarnos y expandirnos. En esto, todos nosotros somos seres otoñales, que periódicamente tenemos que dejarnos caer, mezclarnos con el humus íntimo de nuestro yo para poder reverdecer. A mí, todo esto me lo ha recordado, releyendo lo ya releído, este hermoso pasaje de Sefarad:

«(…) el juego de las transparencias sucesivas, de las asonancias de lugares, me lleva a Roma, a la habitación de la Academia de España donde dormí unas cuantas noches en marzo o abril de 1992, y donde imaginé largos días laboriosos de soledad y lectura, días monacales de trabajo y quietud de espíritu, el lugar de retiro que parece que uno lleva impreso en el alma, y que está soñando y buscando siempre, la habitación donde sólo hay unas pocas cosas elementales, la cama, la mesa de madera desnuda, la ventana, si acaso un pequeño estante para unos pocos libros, no demasiados, y también uno de esos equipos de música portátiles, que lo acompañan a uno y apenas ocupan espacio. Me pasaba el día entero caminando por Roma en un estado de embriaguez y de trance que la soledad acentuaba y de noche caía rendido en la cama tan estrecha de mi habitación en la Academia, y en el sueño agitado, poderoso y turbio como las aguas del Tíber, continuaba mis paseos por la ciudad y veía columnatas y ruinas y templos agigantados y confusos como en un delirio de fiebre. Me despertaba exhausto, y en la luz fría y olivácea del amanecer mis ojos recién abiertos encontraban la cúpula del templete de Bramante
¿Verdad que es hermoso? ¿Verdad que, en esta noche fría, de viento y lluvia y niebla, de primeros de diciembre, acogedora en la quietud de nuestras casas, apartados del ruido y del mundo, sin televisión, uno siente ganas, necesidad, íntimo deseo, de un retiro así que lo sacie y lo eleve? Qué descansada vida...