jueves, 9 de diciembre de 2010

EL DISCURSO DE VARGAS LLOSA




Si yo fuese Ministro de Educación, me habría dedicado hoy mismo a contactar con Mario Vargas Llosa para pedirle permiso para poder editar un cuadernillo con el discurso que leyó antesdeayer en Estocolmo, y distribuir ese cuadernillo en todos los centros escolares de España, a todos nuestros niños y a todas nuestras niñas, mal que les pesase (que sin duda les pesaría) a los consejeros de educación y a la caterva nacionalista. Y como Ministro de Educación estaría convencido de que entregando ese discurso a los escolares, haría más que con toda la propaganda con la que, por ejemplo, la ínclita Junta de Andalucía sigue vendiéndonos milongas sobre la excelencia educativa andaluza mientras el informe PISA confirma que, también en la educación, estamos los andaluces en la cola del mundo civilizado.

Pero como no soy Ministro, pues me limito a traer aquí algunos de los pasajes más hermosos e intensos de ese discurso, que al ser el de un escritor total –con el que puede estarse de acuerdo o no en algunas ocasiones, pero que tiene el Nobel de Literatura por merecimiento propio y no como pago de cuota de ningún grupo–, es una de las piezas oratorias más perfectas, emocionadas y hermosas que haya leído nunca, un canto de amor a la libertad y la literatura, un acto de denuncia contra las dictaduras, las religiones, los nacionalismos, una reivindicación de la literatura como elemento sustancial e imprescindible de lo mejor que tenemos los humanos.

He aquí, pues, algunos párrafos de ese discurso inolvidable, el mejor que se haya leído en Estocolmo en décadas.

Así describe Vargas Llosa la literatura, así las funciones que ésta tiene para hacer mejor a las personas, su capacidad revolucionaria:

«(...) he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero
«(…) en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias
«Si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas
«Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola
«La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan
«La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflinge la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional
Su crítica de las religiones, las dictaduras y toda forma de opresión de la libre conciencia fue demoledora. ¿Cómo no compartirla, en este amenazante “siglo de las religiones” que predijo Juan Pablo II y que amenaza con anegar lo que con tanto esfuerzo se ha construido y conseguido desde la Revolución Francesa?

«Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor
«La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez
No se calla el viejo liberal ni se arredra ante la violencia islamista, ante el fundamentalismo religioso de nuevo cuño que (principalmente el musulmán pero no sólo, pues ahí están también la reacción católica o el protestantismo ultraconservador norteamericano señalando a la libertad de pensamiento y conciencia con el dedo acusador) quiere modelar la vida colectiva a imagen y semejanza de las ideas morales de los grupos religiosos. ¿No es coincidencia que estas palabras coincidan con las de Ramón Jáuregui, que ha tenido que pedirle a Rouco que no se inmiscuya la Iglesia en cuestiones que afectan a la soberanía popular, que es libre, democrática y laica y que no entiende de prejuicios ni de morales particulares y que legisla y gobierna para el que cree y para el que no? Aquí van las palabras de Vargas Llosa contra los nuevos inquisidores, contra los que amenazan la libertad democrática.

«No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a alcanzarla– a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad
«(…) una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática
Después de alabar la transición democrática española, poniéndola como ejemplo, lanza el deseo de que los nacionalismos no hagan que todo lo que hoy tenemos, y que veces nos parece tan escaso o tan insuficiente, se vaya al traste. Con la lucidez que lo caracteriza, Vargas Llosa atisba el peligro que suponen los nacionalismos vascos o catalán y su desprecio por el bien común que, más allá de sentimentalismos, supone la idea de la España constitucional.

«Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia... »
Y he aquí una de las más hermosas definiciones de la patria que nunca se hayan hecho:

«La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver

Terminó su discurso con una petición, con un ruego, peligrosísimo, sin duda, para el poder, para los gobiernos, sobre todo para los gobiernos como los españoles –central, autonómicos y locales– que saben que la madurez cívica, cultural y política de los ciudadanos se traduce en exigencias de más libertad y más democracia, eso que, precisamente, pone en jaque sus prebendas de casta.

«Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad, pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños
«Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará
«La literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas
«(…) tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, las más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible
¿Después de leer estas palabras entiende por qué el Ministro de Educación, y eso que es de los pocos socialistas sensatos que hay, aunque su sensatez no sirva para mejorar definitivamente la educación española, no hace cuadernillos con este discurso y se los reparte a nuestros alumnos? En los pasillos del poder –del poder de ZP, del poder de Rajoy, del poder de los reyezuelos autonómicos… y del poder religioso de cualquier religión, del poder venezolano, del poder chino, del poder cubano, tan directa y duramente atacados todos los que niegan el relativismo y la duda y la incierta libertad– el discurso de Vargas Llosa ha debido provocar una irritación inversamente proporcional a la emoción despertada en quienes lo leímos ayer como un credo de nuestra conciencia de hombres que dudan, de hombres que quieren ser libres y de hombres que leen.

4 comentarios:

Miguel Pasquau dijo...

Querido Manolo, gracias por la transcripción y por tus apostillas al discurso. Suscribo tu "deseo" de que este texto sea leído en los centros docentes: me da igual que sea en clase de Educación para la Ciudadanía, o en clase de Literatura: hay una reinvindicación del libro, y una reivindicación de la "libertad de ciudadanía" de gran calado, que nos pone en la mejor sintonía. Discursos así, y no los tipo "Pérez Reverte" (ese hombre que necesita aplauso continuo y estrepitoso, aunque ponga cara de lo contrario), nos dignifican a todos sin necesidad de caricaturizar a los demás. Dignifica incluso a la política, porque la sitúa en el plano civil y racional del que nunca debe salir. No hurga en sentimientos despechados y derrotistas, sino que nos propone un itinerario de dignidad que, de seguirlo, nos alejaría definitivamente del peor de los pecados, que es la mezquindad.
Es verdad que fue un gran discurso, para no olvidar.
Gracias.

Perikiyo dijo...

Es curioro.
Pude escuchar el discurso y, tras hacerlo, le dije a un amigo lo mismo que has expresado en tu entrada: Deberían hacer copias para que se leyera en todos los colegios.

Saludos.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Miguel, al leer el discurso de Vargas Llosa me acordé de discursos como aquel que en 1935 Unamuno dedicó a los escolares españoles por la radio, y que fue repartido en las escuelas nacionales. Esos grandes discursos marcan una época, la desentrañan y abren futuros. Por desgracia, nuestros políticos no tienen ni por asomo la grandeza ni de los aquellos viejos políticos ni, por supuesto, la de un Unamuno o un Vargas Llosa. Les falta eso que el discurso del peruano quiere regalarles, eso que el discurso convierte en algo completamente necesario: amor a la dignidad de lo que se hace y amor a la libertad. Sí, yo también pienso que un discurso así dignifica la política, pero está por ver que los políticos quieran ser dignificados y no vivan agusto en el lodazal en el que se han instalado, sordos y ciegos ante las señales que llegan de la calle. Vargas Llosa les enseña el doloroso y feliz camino para superar ese desprecio hacia la casta política que sistemáticamente aparece en las encuestas...

Pedro, me alegra que tanta gente medio sensata y que todavía queremos conservar un ápice de decencia ciudadana coincidiésemos en eso. Lástima que esto sea algo que nadie piensa en los pasillos del poder... Pero claro, sigo pensando que un discurso así, tan poderoso y valiente, lo que hace no es estimular al poder sino ofenderlo.

Saludos a los dos.

Jose Ruiz Quesada dijo...

Gracias Manolo, el discurso no lo había leído y menos escuchado, pero gracias a estos apuntes entresacados de esa filosofía de la vida que Vargas Llosa leyó en su discurso, he podido reconfortarme de forma placentera y espiritual....,
Efectivamente es una lección crítica y moral de todo cuanto acontece a nuestro alrededor..., es un verdadero canto a la libertad...

Un abrazo José