viernes, 10 de diciembre de 2010

ADVIENTO




Un animal que habla. Un animal con conciencia de que se muere. Un animal que ríe. ¿Qué es el hombre? Desde la noche de los tiempos esta pregunta nos atormenta, esta necesidad de encontrar sentido a nuestra particularidad. ¿Qué es el hombre, qué? María Zambrano encuentra en la nostalgia y la esperanza los resortes últimos del corazón humano. Luego el hombre sería un animal melancólico y esperanzado. Pero ocurre que hemos diluido la melancolía y la esperanza en una farsa de los sentimientos. ¿Qué otra cosa es la postmodernidad sino esa opereta de lo valioso?

La esperanza la hemos degenerado en espera sin horizonte. A fuerza de tanto esperar, cuando llega lo que ansiamos no sabemos apreciarlo, ni valorarlo, tal vez ni reconocerlo sabemos. La espera nos retuerce por dentro en bucles de ansiedad, nos arrebata el sentido último del deseo y nos adentra en un espacio sin intimidades donde todo el sentimiento es una importación forzada de lo que el sistema representa para que nosotros lo asumamos como propio. «Todo lo que carece de valor –dice Simona Weil– rehúye la luz», y por eso la nuestra es una época esencialmente tenebrosa: no es que vivamos en una edad sin valores, es que todo nuestro tiempo carece de valor, que es un no tener sentido. La luz determina las fronteras y perfiles de una idea, de un proyecto, de un sueño, pero ideas, proyectos y sueños han sido barridos por la revolución neoconservadora: el hombre, sin nostalgia ni esperanza, es no más que una máquina de producir dinero que se deshecha cuando deja de ser útil según los parámetros de la nueva y triunfante religión de la derecha. No sería justo pensar que nos empujaron a las sombras, porque nosotros mismos caminamos hacia ellas con ese convencimiento de que es más fácil vivir sin preguntas, en la sombra de este conformismo que todo lo adormece; también la esperanza, degenerada en sed que no puede saciarse porque siempre bordea el objeto esperado sin poder adentrarse en su interior, sin poder apresarlo, porque para eso es necesaria la luz de la que carecemos. Los propios cristianos esperan –esperamos–, en estos días, la llegada de un Dios al que luego, agobiado por el oropel y el ritual, no reconocen: la espera es un acto huero, un hecho de oscuridad. También los cristianos, cuando esperan, tienen miedo de esperar en la luz, no sea que la claridad les devuelva en el espejo el rostro de lo falseado.

Reconstruir, pues, la nostalgia y la esperanza puede ser el principio de cualquier proyecto político realmente revolucionario, de cualquier religión empapada de humanidades. Nostalgia… ¿pero de qué? Esperanza… ¿pero en qué? Siempre nuestros deseos, siempre nuestro corazón hambriento buscando un puerto en el que poder arribar, en el que encontrar refugio. Tal vez bastaría con levantar, con Comte-Sponvillle, una feliz desesperanza, o sea, un vivir en el hoy, un levantar un altar dentro de nosotros en el que tenga cabida y cobijo un dios con minúscula y frágil, tembloroso y con miedo, incierto, que duda ante el dolor y el sufrimiento pero que sabe que sólo en la lucha contra el sufrimiento es posible (re)construir lo humano, un dios que no remite la esperanza a un futuro que todo lo justifica porque todo puede perdonarse mañana, sino que la invoca aquí y ahora, en cada gesto pequeño, en cada verso, en una canción, en la mano tendida, en aquel instante de la infancia que es la besana de lo que somos y tenemos, la cuna primera de la semilla que es necesario hacer germinar otra vez, si no queremos que las raíces se sequen y el abismo nos arrastre. En el abismo, en la muerte, quedamos desnudos y expuestos a la luz, como recuerda Weil, y más duro que intentar reconstruir una vida en lo luminoso es entregar una vida a oscuras a la luz acusadora que espera impasible nuestra última llegada.

(IDEAL, 9 de diciembre de 2010)

1 comentario:

mariiisa dijo...

REVOLUCIÓN SILENCIOSA...,cada vez somos más los que cambiamos nuestra forma de mirar.
Ser consciente del aquí y ahora.
Tomar cada error como una lección.
El tiempo es la mercancia más preciada y no es renovable.
El propósito fundamental de la vida "TODO LO QUE VIVE NO VIVE SOLO, NO PARA SI MISMO.(WILLIAM BLAKE).
El éxito externo empieza por el éxito interno y como dijo Epicteto hace unos años:Ningún hombre es libre si no es dueño de sí mismo.
Gracias Manuel, un articulo brillante".
Las sombras2 para los neoconservadores y los que estan comodamente manipulados.
Un saludo.