viernes, 12 de marzo de 2010

SIEMPRE NOS QUEDARÁ DELIBES



Hoy España es un poco peor: se ha muerto Miguel Delibes, uno de los grandes grandes de la literatura española de todos los tiempos y, sobre todo, uno de los hombres más dignos, más íntegros y más seriamente comprometidos de nuestro tiempo. Me gusta Delibes: me gusta su lengua áspera y hermosísima, que evoca dentro de sí todo un pasado ingente de nuestra lengua, me gustan sus personajes humanísimos, me gusta su compasión por el débil, me gusta su compromiso con los valores de la justicia y de la libertad, sin admitir sobornos ni componendas, sin medias tintas, con la claridad del que sabe que algún día –este día de la muerte que le ha llegado hoy– hay que rendir cuentas en el examen cósmico del amor. Me gusta ese Delibes que arremetía contra los que consideran que el aborto es un derecho y contra la barbarie de Bush, el Delibes que utiliza la mano de Azarías para ajusticiar a los tiranos y el de Emilio Salcedo y su canto eterno a la libertad de conciencia, el Delibes que amaba la caza y que miraba con la minuciosidad del amante la tierra generosa de Castilla, sus pueblos, sus gentes, su lengua de resonancias centenarias y ya casi perdida. Me gusta el Delibes que sufre con los indefensos y los débiles y que se siente unido a la tierra a la que mañana volverá.

Hoy, quienes creemos que sigue siendo necesaria –aunque ya no sabemos si es posible– una manera sensata, moderada, razonable, de entender el cristianismo y la socialdemocracia, nos hemos quedado huérfanos. Y quienes amamos esta lengua de Cervantes y Quevedo y Unamuno y Machado... y Delibes, y quienes pensamos que nuestra verdadera patria es la enmarcada en las fronteras del español y en sus coros plurales, nos hemos quedado huérfanos. Ha muerto Miguel Delibes, un gran escritor, un hombre bueno. Se ha muerto con la sobriedad del que ama la vida, pero no se podrá ir nunca ni de nuestra pasión literaria ni de nuestra conciencia. Su ejemplo y su magisterio son de los que permanecen, aunque resulten incómodos para los estrechos dictados de un mundo hecho a imagen y semejanza de los sectarios de la izquierda y la derecha, que son los mismos que ya están en las radios vertiendo sus loas de compromiso y postureo a esta conciencia incómoda que la muerte ha querido acallar. Se ha muerto Miguel Delibes cuando más necesaria era su voz: uno de los trozos mejores de España ya no está.

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