viernes, 5 de marzo de 2010

EL PUENTE ARIZA



El temporal que no acaba se está llevando las ilusiones y los recuerdos de muchos giennenses. Causa desazón ver como aquello que guardamos para no olvidar la vida que se va –fotografías de la boda, los dientes de leche de los hijos, la cartera del padre muerto, la toca de la madre ausente– pueden perecer bajo el barro y el agua. Causa desazón la desnudez absoluta en que se quedan las personas que han visto como la crecida de los ríos se tragaba los retazos de esa memoria suya que se negaba a perecer: el temporal ha deshecho –en Jaén, en Andujar, en Marmolejo...– lo que del pasado se resistía a ser pasado y a sucumbir.

Pero las lluvias que no cesan han traído otros dramas, no por más impersonales menos dolorosos o sangrantes. Tengo delante una bellísima fotografía que J. Laurent realizó en 1866; en ella, el puente luce en todo su esplendor, airosamente levantado sobre el lento río rojo, con un paraje agreste y todavía virgen como fondo. Para entonces ya tenía este puente trescientos años, pero el tiempo está quieto en esa imagen: es fácil pensar –dejando que la imaginación vuele– que un día como éste de la fotografía, en septiembre de 1591, debió detenerse Juan de la Cruz cuando iba camino de Úbeda y al llegar a estos parajes del Guadalimar sintió deseo de espárragos y allí, junto a un mojón del puente, se los encontró el frailecico que lo asistía pese a no ser tiempo de ellos.

En la fotografía de Laurent la Puente Nueva del Guadalimar brilla contra el sol poniente. Sus casi cien metros de piedra caliza –adornada sólo por el viejo escudo de Úbeda–, su angulosa prestancia en forma de lomo de asno, sus bóvedas de cañón convergiendo en la grandiosa luz central, ese alarde de la ingeniería constructiva del siglo XVI... Los sillares del puente brillan y relucen, orgullosos de saberse una obra maestra de Andrés de Vandelvira, un ejemplo perfecto del buen hacer. Y sin embargo, nada de eso existe ya: las lluvias han llenado el embalse del Giribaile y las aguas del pantano se han tragado el puente que el Concejo de Úbeda mandará levantar en el Pago de Ariza allá por 1564, para abreviar el camino hacia Despeñaperros.

Ha dado igual que el Ministerio de Medio Ambiente prometiera cientos de millones para salvar el Puente Ariza. Ha dado igual que hayan cambiado los gobiernos, y que se haya llenado la boca de las administraciones con elogios hacia Vandelvira y sus obras, porque la postrera virtud de este puente ha sido demostrar que a ningún gobierno ni a ningún partido les importa nuestra tierra oriental. Ha dado igual que la proyección de Vandelvira en Hispanoamérica resultara fundamental para que Úbeda y Baeza sean Patrimonio de la Humanidad, porque mientras el puente de Vandelvira reposa bajo las aguas grises los políticos –sin pudor alguno– le ponen el nombre del arquitecto a una autovía que nadie sabe cuándo veremos. Todo ha dado igual, porque este puente no estaba en la Andalucía que le importa a la Junta... Y el Puente de Ariza, en el olvidado Jaén, es historia: algún día se vaciará el Giribaile, y quedará al descubierto otra vez el puente, ya herido de muerte, con las piedras podridas de humedades, a la espera lenta de convertirse en un montón de escombros musgosos. Otro más.

(Publicado en Diario IDEAL el día 4 de marzo de 2010)

4 comentarios:

Fr. B. Tapatensis dijo...

Como dice una letrilla venezolana "me acordé de ti, bien mío, viendo las aguas correr".
Cuando se abandonó la idea del traslado, el puente comenzó a venirse abajo ante la indiferencia de todos. Quedó desde entonces a merced de las aguas, sólo visitado por pescadores, ciclistas y grajos.
Pronto se retirarán estas aguas.
¡Que cuando reaparezca sea nueva ballena de Jonás que nos devuelva la conciencia salvada de las aguas!

Leonardo V. Villena dijo...

Es triste que hayan de ocurrir cosas así en una autonomía donde tantísimos dineros se despilfarran en enriquecer a compadres. Es trioste el abandono de nuestra tierra porque nuestros políticos no se deben a ella ni a sus gentes, sino a los partidos que los amparan. Es doblemente triste cuando los políticos abandonan a su madre tierra.
Cuenta la historia que Aristóteles, maestro de Alejandro Magno, les dijo un día en clases a sus alumnos que dominaría el mundo el primero de ellos que le diera un beso a su madre. Todos los niños salieron corriendo, menos Alejandro, que se puso de rodillas y le dio un beso a la tierra.

Anónimo dijo...

No puedo dejar la oportunidad de felicitarle por su gran artículo, que por casualidad vi publicado en el diario IDEAL. Hablo en nombre propio, pero quiero que sepa que estamos un numeroso grupo de personas siguiéndole su blog, por lo sensibilizado que está usted con nuestra tierra ANDALUCÍA ORIENTAL.

Si lo desea puede pasar por andaluciaoriental.es y comprobará que no es usted el único que cree que está tierra, no es la tierra de los occidentales. Ya me entiende usted.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Fray Bartolo, veo que su paternidad ha buscado en el Libro Sagrado un texto que le insufla esperanza. Más bien pienso que, en relación con el desgraciado Puente de Ariza, debiera haberse leído el Apocalipsis.

Leonardo, los hombres públicos de la estirpe de Alejandro son historia o leyenda. Ahora, los hombres públicos y las mujeres de la cosa pública (cosa distinta a mujeres públicas) no besan la tierran en la que nacen: escarban un hoyo para esconder ahí sus excrementos.

Amigos de Andalucía Oriental. Gracias por vuestros mensajes. Sigo vuestra trayectoria, por ahora desde la distancia: ando bastante escarmentado y desencantado de las cosas relacionadas con la política. Supongo (y espero) que será una tormenta pasajera y que pronto podré volver a pensar que la política es una herramienta útil para hacer sociedades mejores, que no sean siempre las sociedades privadas, anónimas o limitadas, de los que mangonean y viven de la política.

Saludos a todos y perdón por la tardanza en las respuestas.