martes, 30 de marzo de 2010

PIRULÍN



Poco antes de las 9 de la mañana del Viernes Santo, los “penitentillos” de Jesús Nazareno llegábamos al Rastro… Y allí, serio en su impecable traje, estaba “Pirulín”, acompañado de su mujer. Pero sobre todo, estaba su puesto –¿era gris…?– en el que vendía puritos americanos. Por suerte, los cofrades de Jesús no teníamos que emberrincharnos para que nuestros padres nos compraran un purito: al terminar la procesión, la cofradía nos lo regalaba y con el caramelo en la mano, llena de pringue, llegábamos a nuestra casa. Aquellos puritos de Nuestro Padre Jesús los habían hecho “Pirulín” y su mujer –Lorenza– y sus hijas María y Tomasa y su nieto José Carlos.

Para mí “Pirulín” es el recuerdo mejor de aquellas mañanas de Viernes Santo. Pero… ¿quién era “Pirulín”?

Agustín Poisón Calvo es uno de esos hombres que hacen la historia sorda de los pueblos. A él nadie le dedicará una calle ni una estatua, y sin embargo él es historia de la Semana Santa de Úbeda, y su imagen de cada Viernes Santo tiene la fuerza de las imágenes que se agarran al fondo vivo de la memoria. Había nacido un 20 de septiembre de 1923, en el seno de una familia humilde; con apenas seis años quedó huérfano. Él y sus hermanos son criados por distintas familias, y la señora María, que se hace cargo de Agustín, comenzaría a llamarlo “Pirulín” por su menuda estatura. Hombre, sí, menguado de talla pero grande de ánimos y de capacidad de sacrificio: supera las penurias que la vida pone en su camino, se casa joven y trabaja como un mulo para sacar adelante a sus hijas. Duras jornadas de campo en Valdecanales y un “carrillo” enfrente de la puerta del Teatro Principal –al lí vende los frutos secos que él mismo tostaba y caramelos de nombres fantasticos: puritos, garrotas, cuquitos, garrapiñadas... elaborados por él mismo y por Lorenza–, le permiten prosperar. Y con el tiempo abre un bar, frente a la taquilla del Principal, pegado a su viejo “carrillo”. Y luego…

…En realidad todo esto da igual, porque para muchos ubetenses “Pirulín” será siempre aquel hombre pequeño que cada Viernes Santo esperaba el paso del guión de Jesús en lo bajo del Rastro, con su puesto de puritos americanos. Su hija dice que se elaboran con agua, azúcar y mucho cariño y me asegura que ahora los hace para los ángeles, vestidos de morado.

(Publicado en Diario IDEAL el 29 de marzo de 2010, Lunes Santo)

1 comentario:

Unknown dijo...

mi tio querido el mas grande cuanto me enseño a trabajar en el bar y a tratar bien a la gente y a sus clientes, el disfrutaba,con todo el mundo el enseño a tostar frutos secos a productos molina y ahora gracias a vosotros mi tio esta aqui alguien se acuerda de el cuando sale en una comversacion de personas mayores porque la gran mayoria de la juventud no saben de el.Tanto a los niños como a los mayores nos alegro siempre con sus chistes y sus puritos es merecedor de una calle un busto algo que se le recuerde fuera de la familia. Gracias a todos los que lo tengan en su memoria 'PIRULIN'EL MAS GRANDE'