miércoles, 7 de noviembre de 2012

LECCIONES DE CARNE A LA PARRILLA





La soberbia española hace que nos sintamos capacitados para dar lecciones sobre todo y a todo el mundo. Tan convencidos estamos de que somos una especie de paraíso terrenal en todos los órdenes de la vida, que nos atrevemos también a dar lecciones de democracia, como si fuésemos nosotros los que la inventamos y no unos recién llegados y como si nuestro sistema político no hiciese aguas por todos lados. Pero nada de eso nos importa: vivimos encantados de habernos conocido y como archidemócratas del mundo mundial miramos por encima del hombro incluso a los Estados Unidos, que con todos sus defectos, todas sus miserias y todas sus ruindades, sigue siendo un sistema político ejemplar a la hora de integrar minorías, escuchar la voz y cumplir el mandato de los ciudadanos y establecer un sistema eficaz de pesos y contrapesos entre los poderes del Estado que garanticen la independencia de todos ellos. Algo impensable en la archidemorática España de la que tan orgullosos se sienten miles de conciudadanos.

Y es que abundan estos días los comentarios en foros y tertulias que dudan de la calidad democrática de los Estados Unidos. Es curioso. Ayer, además de elegir presidente entre dos candidatos principales y otros muchos minoritarios, los estadounidenses eligieron congresistas, senadores, gobernadores, alcaldes, alguaciles y sheriff o fiscales. Pero es que además en treinta y nueve estados de la Unión se votaron un total de 178 iniciativas legislativas, de las cuáles más de 50 eran propuestas ciudadanas. Un periódico californiano (La Nueva España) decía que “más de una treintena de estas iniciativas se refieren a temas impositivos (33), casi una veintena tratan de conseguir una subida de impuestos, mientras que 27 tienen que ver con gestión gubernativa y cargos públicos, 17 tratan sobre nuevas vías de los estados para conseguir financiación, en la mayoría de los casos a través de la emisión de bonos, y una decena afectan al funcionamiento del sistema judicial”. Como vemos, los estadounidenses han podido votar sobre cosas por las que aquí, ejemplo mundial de democracia, nunca seremos preguntados ni por asomo. Y eso explica que sólo en Florida, la papeleta electoral tuviese... ¡¡¡diez páginas!!!

El repaso de las cuestiones que se han sometido al escrutinio popular es fantástico. En Los Ángeles se le ha preguntado a los ciudadanos si quieren que los actores porno tengan que usar obligatoriamente condón cuando graban una película. Es, tal vez, la pregunta más pintoresca de esas muchas decenas de consultas que han salpicado la jornada electoral en multitud de estados. En varios estados se ha pregunta sobre la legalización de la marihuana para uso recreativo previo pago de impuestos y en otros para fines médicos. Varios estados han preguntado por la legalización de los matrimonios homosexuales, en otros sobre su prohibición y en un par de ellos se han sometido a votación las iniciativas populares que propugnaban acabar con las prohibiciones en este sentido. Se ha preguntado sobre la posibilidad de negar el acceso a los servicios públicos a los inmigrantes que están en Estados Unidos de forma irregular o sobre si todos los estudiantes (también los inmigrantes indocumentados) pueden acceder a becas del estado si sus padres pagan impuestos. Se ha preguntado si se quería que los abortos se sigan financiando con fondos públicos o sobre si los médicos tienen que tener una autorización expresa de los padres para practicar abortos a menores de 16 años. Se ha preguntado por la abolición de la pena de muerte. Se ha preguntado por la posibilidad de que un médico pueda prescribir fármacos que pongan fin a la vida de un paciente terminal si éste lo solicita. Se han votado propuestas para limitar el alcance de la reforma sanitaria de Obama. Se ha preguntado a los ciudadanos si querían que se concedieran nuevas licencias para casinos y sobre leyes relativas al derecho a cazar y pescar. Se ha preguntado a los ciudadanos si están de acuerdo con que el suelo de los legisladores de un estado sea igual a la media de sueldos de ese territorio o sobre si quieren que se suba el sueldo de los políticos. Se ha preguntado si están a favor de la cadena perpetua y multas millonarias para quienes trafiquen con personas o para quien cometa por tercera vez un delito grave y sobre si se está de acuerdo con retirar una norma constitucional de un estado concreto que autoriza la segregación racial en el sistema educativo. Se ha preguntado sobre la obligación de las empresas alimentarias de indicar en las etiquetas si los productos han sido modificados genéticamente o sobre si las aseguradoras de vehículos pueden aumentar sus tarifas cuando un usuario suspende temporalmente su póliza. Se ha preguntado por la subida de impuestos a sueldos mayores de 250.000 euros. Se ha preguntado sobre la prohibición de fumar en lugares de trabajo y espacios públicos y sobre si el maltrato de perros, gatos y caballos (siempre que el daño no sea consecuencia de las actividades agrícolas, la investigación, la atención veterinaria o la defensa propia) tiene que considerarse un delito grave.

Son ejemplos de las cosas que han tenido que votar los ciudadanos de Dakota del Norte, California, Oregón, Florida, Nebraska o Alabama.

Y los resultados (lo que los ciudadanos decidan) son vinculantes: tiene que cumplirse el mandato de la ciudadanía, sea el que sea.

Pero nosotros a lo nuestro, a seguir dando lecciones. Un día le dimos lecciones a Alemania sobre el superávit de nuestras cuentas públicas; otro, presumimos de que nuestros bancos eran los mejores del mundo: así nos vemos. Ahora parece que estamos por dar clases magistrales sobre democracia a los estadounidenses. Nosotros, los españoles, que hace sólo tres días compramos una democracia averiada y ya hemos conseguido que no funcione. Pues nada, cuando acabemos con esta lección pontifiquémosle a los noruegos sobre Estado del Bienestar e igualdad social, a los islandeses sobre calidad del sistema educativo y a los argentinos sobre cómo se hace la carne a la parrilla.