viernes, 24 de febrero de 2012

EL "ENEMIGO"





El “enemigo” estaba fuertemente armado con cartabones, libretas de cuadros, lápices y bolígrafos. El “enemigo” había construido balas con la borra de las gomas de borrar. El “enemigo” acumulaba en sus mochilas un arsenal de libros y mapamundis. El “enemigo” tenía la cabeza llena con una idea subversiva, revolucionaria, peligrosísima: la idea de que el recorte en la escuela pública es un atentado contra derechos básicos, elementales. El “enemigo” tuvo la osadía de expresar esa desesperación, ese malestar que late en un número cada vez mayor de españoles. El “enemigo”, golpeado sin piedad por las porras de la policía, decía que no sin decirlo, que no, que no quieren irse de su país cuando terminan sus estudios, que no quieren saber nada de Laponia, que quieren vivir en una España decente y digna que respeta los derechos de los ciudadanos. El “enemigo” salió a la calle, que aunque ahora nadie se lo crea es el sitio en el que siempre se han conquistado los derechos y el reconocimiento de la dignidad de la persona. El “enemigo” puede que todavía no lo sepa, pero es peligroso porque abre una puerta e invita a pasar por ella a quienes asisten atónitos a una reforma laboral que aboca a los trabajadores españoles a un régimen similar al de la “esclavitud contratada”, un régimen en el que un trabajador que tenga la desgracia de pedirse la baja para curarse de un infarto o de un cáncer podrá ser despedido, así sin más. El “enemigo” es también peligroso porque ha terminado de quitarle la careta al gobierno, al que sólo le faltaba mandar a la pura fuerza brutísima contra los adolescentes indefensos para demostrar que no está dispuesto a detenerse ante nada ni ante nadie en su contrarreforma general del país.

Paradoja de un tiempo en descomposición: el gobierno del partido cristiano ha esperado religiosamente al final del carnaval para quitarse el disfraz, para adentrarse desnudo y purísimo en la Cuaresma, preparando la penitencia, la pasión, la disciplina y el azote que habrán de sufrir en sus carnes no ellos —no la gentuza de la política, de la banca, de la patronal, de la judicatura, de la borbonada— sino millones y millones de españoles, los más débiles, los que a pasos agigantados engrosan las listas de la nueva clase social, el “precariado”. Las tasas judiciales de Gallardón, la privatización de hospitales, el abandono de la escuela pública, los derechos civiles puestos en la picota, los derechos laborales ya fusilados y enterrados en una fosa común: a esto el gobierno lo llama “reformas”, pero en realidad son lo contrario, son “contrarreformas”, vueltas atrás, caminos que conducen a un tiempo que este país abandonó hace muchos años. Nada de lo que se avecina es nuevo: nuestros abuelos lo conocieron y lo padecieron. Y aunque ni la dictadura dejó tan a la intemperie los derechos de los trabajadores (la retórica falangista de la “revolución pendiente” se tradujo en un puñado de derechos y garantías laborales para los trabajadores españoles: pero los nietos de los falangistas ahora le llaman a eso “paternalismo”), los abuelos de los “enemigos” lucharon para ponerle fin a esa situación, a esa humillación, para superar los odios viejos, para dibujar un mapa de España en el que todos tuviesen cabida y en el que decencia y la dignidad de todos los españoles estuviesen amparadas y protegidas por los poderes públicos. ¿Qué otra cosa fue la Transición sino un pacto entre muchas sensibilidades y muchos intereses? Ahora, sin embargo, tenemos derecho a pensar que aquel pacto nacional tácito que firmaron nuestros padres y nuestros abuelos está roto, o se está rompiendo.

El ministro de Economía llevaba razón: las reformas son muy agresivas. Tanto, que después de arrasar la decencia política y la dignidad social, pueden acabar arrasando la convivencia cívica. ¿Con qué cara se le puede pedir a los “enemigos” lealtad a un país que los condena a la indigencia y los aporrea si tienen el atrevimiento de protestar cuando les arrancan las uñas?

(IDEAL, 23 de febrero de 2012)

3 comentarios:

ecos de ubeda dijo...

me ha encantado tu escrito es mas te digo la verdad y no se si por que nunca doy buena salud por que mi moral no es alta porque tengo miedo a verme el cielo no lo quiera mala y lo mio no es ir al de cabecera es decir son tax resonancias colonoscopias especialistas eso si da uno como esta que si da uno peor son quirofanos miedo tengo el que me cueste el dinero y yo si puedo decir que no lo tengo asi que me has emocionado , por que estas cosas de sanidad por lo menos en mi y en otros no es la visita pagada que cualquiera se gasta de higos a brevas cada 5 años , este es otro cantar asi que me preocupa no digo nada mas

felipe dijo...

Habemus "problemas" si empezamos a ver al otro como enemigo. Y todavía más graves si quien ve "enemigos" es el gobierno. No conviene olvidar que los culpables son aquellos que han despilfarrado el dinero público y ahora se han resguardado en sus palacios de invierno a disfrutar del botín obtenido.
Y a estos no se les molesta, ni inquieta por ningún sitio.
Seguramente conoces el escrito de Lucía Etxaberria (http://www.atrio.org/2012/02/%C2%BFprimavera-valenciana/#more-5961) que apunta a los verdaderos enemigos de los ciudadanos de este país.

Anónimo dijo...

Esto aparece en 'Thinking the Twentieth Century', el último libro de Tony Judt, dictado a T. Snyder antes de morir. Snyder es un historiador del que se acaba de traducir en España 'Bloodlands', una verdadera obra maestra).

En el fragmento que adjunto abajo Judt está en una manifestación en Cambridge contra la guerra de Vietnam. Después de perseguir el coche del ministro de la época (Denis Healy) cuenta lo siguiente:

"Entonces empezamos a correr de vuelta hacia el centro de la ciudad. Y reparé en que estaba corriendo junto al policía que habían asignado para controlar la manifestación. Mientras corríamos se dirigió a mí y me preguntó '¿Cómo estuvo la manifestación señor?' Y no encontrando nada extraño en esa pregunta respondí 'Creo que estuvo bien, no le parece' y seguimos corriendo juntos. Esa fue nuestra revolución" p. 78


!Qué diferencia entre esos policías ingleses y lo que hemos tenido después! Incluso en Inglaterra esto sería hoy impensable...en cualquier caso me ha gustado leer esto... estos días en los que las manifestaciones han sido tan violentas y los políticos tan absurdos!.

Y a Manolo le gustará porque adora a Judt - como yo!

Antonio Gaitán