Hemos llegado al punto en el que resulta imposible entender qué es eso a lo que nos enfrentamos: crisis, recesión, debacle, depresión, hundimiento. O, simplemente, fin de un mundo, de una época, de una civilización, una encrucijada similar a la de la entrada de los bárbaros en Roma o de los turcos en Constantinopla, a la de la toma de la Bastilla o la implosión del Imperio Austro-Húngaro. Los datos, las cifras, las reflexiones, todo parece tocado por la locura y el desvarío, todo parece imantado por la desorientación y el terror a una tiniebla de dimensiones desconocidas. Grecia ya se ha adentrado en el abismo y es sólo cuestión de tiempo que reconozca la bancarrota y la miseria. Hay tanto miedo que los ricos andan, en Francia y Estados Unidos, pordioseando para que sus gobiernos les impongan un impuesto, porque saben que tiene que llegar el día de la ira y de la justicia de las masas excluidas, y porque quieren demostrar que son caballeros cristianos que no se merecen que sus cabezas sean paseadas como trofeos de la rabia por las avenidas. El futuro pinta tan mal que quienes tienen dinero están dispuestos a pagarle al Estado y a los bancos suizos para que se lo guarden en la seguridad de la deuda pública suiza y de las cajas fuertes de Zurich. Las palabras ya nadie sabe lo que significan, si es que significan algo, y la democracia es un espantajo que tiembla de miedo cada vez que oye la palabra “recorte” en boca de algún político que se las da de responsable. Y al fin y al cabo ¿qué significa ya la propia palabra “responsabilidad”? Y “crisis”, ¿qué significa cuando ya no sirve para nombrar la situación que padecemos? ¿Y “austeridad”? ¿No ha sido acaso pervertido su significado para poder justificar todas las tropelías de los políticos y los banqueros contra los derechos laborales y sociales, contra los derechos civiles y políticos sobre los que se sustentan las democracias?
¿Pesimismo? No sé... Pero, ¿ofrece alguien algo mejor que esta angustia que se está instalando en el fondo de nuestros corazones? ¿Alguien conoce una salida? ¿Alguien puede decirnos con seguridad que nuestros hijos van a tener una vida digna, que van poder seguir yendo a la escuela, que van a ser atendidos en los hospitales si se ponen enfermos? ¿Hay alguien capaz de garantizarnos que no vamos a quedarnos desnudos en medio de la tormenta, que no va a faltar el paraguas que nos ampare? ¿Quién puede garantizar que el cielo de lo tan trabajosamente conseguido por nuestros abuelos y nuestros padres, esos derechos básicos que han aumentado la igualdad entre clases y han garantizado el bienestar de millones de seres humanos, no va a ser dinamitado sobre nuestras cabezas, aplastando el futuro y dejando un reguero de odio, de rencores y de revueltas?
¿Catastrofismo? ¿Y como no sentir que se galopa a lomos de la catástrofe, sobre la esfera reluciente de una bomba a punto de estallar, si quienes hasta ayer se decían conocedores de los misterios de la economía hoy están tan desorientados como nosotros y sus caras tienen pintadas un miedo igual al nuestro aunque por motivos diferentes?
Imposible sacudirse esta asfixiante sensación de que vivimos el fin de algo: de un ciclo, de una era, de una época. La única diferencia con otras situaciones históricas igual de dolorosas, es que antes hubo siempre un recambio, una alternativa, un modelo que sustituía al caduco y derrumbado. Hoy, sin embargo, se acaba algo sin que nazca nada y el abismo se espesa cada día que pasa delante de nosotros
(IDEAL, 8 de septiembre de 2011)
5 comentarios:
Aunque en apariencia catastrofista, tu artículo es absolutamente real. Lo peor de todo es el realismo de tu conclusión: no hay alternativa.
Saludos.
¡¡Joder !! ¿no nos estaremos auto destruyendo emocionalmente antes de tiempo?
Manolo ¿Eres consciente del terror psicológico que puedes inyectar en lectores sensibles?
Solo es una opinión de v.j.
Eugenio, de un final de época sin nada que sustituya lo que conocemos es lo que convierte en realmente angustioso nuestro tiempo. Porque cuando la historia no tiene alternativas tiende a replegarse sobre sí misma, en un bucle enfermizo, y a repetirse hasta que se encuentra la salida. Cada vez estoy más convencido de que nos adentramos en un tiempo histórico así.
Vicente, yo no creo que no estemos destruyendo sentimentalmente. Sencillamente, hemos llegado a un punto de la historia en el que no podemos dejar de mirar los ojos del abismo. Incluso puede que esta vez escapemos de esta, maltrechos pero todavía vivos. Pero no nos engañemos: el sistema, tal y como lo conocemos, está herido de muerte. Si no lo finiquita la crisis financiera lo finiquitará dentro de pocos años el fin de los pozos de petróleo o la explosión de guerras por el agua o una explosión social en cualquier país de Europa. Cuanto antes asumamos eso menor será luego la herida.
Al hilo de esto recomiendo la lectura urgente de un libro llamado “La nueva Edad Media”, de Alain Minc. Lo leí mediada la década de 1990, cuando era estudiante en Granada. Entonces podía figurársenos una visión catastrofista del futuro: estados tomados por los narcotraficantes (eso ya ha pasado en México), una Europa dinamitada socialmente en la que Alemania reconstruiría al modo económico el viejo Sacro Imperio (en eso estamos), estados con fuertes posibilidades de división (Italia o España o Bélgica son ejemplos de esto), sociedades cada vez más atemorizadas y encerradas en sí mismas, etc...
Saludos.
Personas como Eugenio, Vicente y Tú, amigo Manolo, con vuestras raíces, vuestra preparación y trayectoria en la vida debéis, (debemos, pues yo me incluyo también), inyectar optimismo, esperanza, alegría y si podemos soluciones o pistas para solucionar las situaciones difíciles por las que se atraviesa en la vida; más que por nosotros,que también, por nuestros hijos y nietos, como muy bien dices Manolo en multitud de ocasiones cuando escribes y tocas temas referentes a los niños.
¡Ánimo amigos, luchemos como podamos y desde el puesto que ocupamos en la Sociedad cada uno por un MUNDO y UNA SOCIEDAD MEJOR, siendo todos mejores personas, para empezar a arreglar
este MUNDO Y ESTA SOCIEDAD EN LA QUE NOS HA TOCADO VIVIR. No siempre es cierto que "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Un abrazo a los tres.
Fernando, ¿encuentras un solo proyecto, una sola alternativa, una cosmovisión filosófica y política y económica diferente a la que hay? En términos marxistas, si se permite, si la superestructura está agotada, y los síntomas no indican nada más que eso, ¿hay una superestructura de repuesto? No hay ninguna razón para el optimismo y nada invita a pensar que podemos construir un mundo mejor, porque, por ejemplo, ideologías como la socialdemocracia o la democraciacristiana que sustentaron el precario mundo del bienestar en el que todavía vivimos, no existen ya. En mi artículo cometo un error, porque doy a entender que la caída de Roma fue sustituida por otra visión del mundo, y no es cierto. Ese es tal vez el momento más parecido al que nosotros estamos viviendo: una época de colapso seguida por un profundo repliegue de todas las fuerzas históricas, una época de caos, violencia y falta de proyectos sociales genéricos.
Saludos.
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