Septiembre es una transición, una oportunidad maravillosa para sentir la palpitación de la vida que transita inagotable: hemos ya guardado las lecturas del verano, pero todavía no hemos acabado de decidirnos por los libros que nos acompañarán en el otoño, apuramos melocotones y ciruelas y guardamos algunos melones en la alacena mientras todavía no acaban de tomar la Plaza de Abastos las frutas del otoño, seguimos durmiendo con la ventana abierta pero ya la brisa de la noche mueve las cortinas y tenemos que taparnos con la sábana, aún siguen verdes los árboles y sin embargo el suelo ya se tapiza con la alfombra primera de las hojas amarillas. Días como de quiero y no puedo, en los que algo se resiste a morir mientras que lo siguiente no acaba de nacer, inciertos, días que dudan y tiemblan y que se llenan de nostalgias y anuncios.
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