jueves, 1 de abril de 2010

DON CRISTÓBAL Y OTROS CURAS




Llama poderosamente la atención –en ese vídeo de TVE sobre la retransmisión de la Procesión General de Úbeda, en 1973– un cura enjuto, como salido de “El Quijote”, de reluciente calva y gesto nervioso, ataviado con un preconciliar roquete blanco y con un báculo de la cofradía de Jesús Nazareno en la mano, que se mueve de aquí para allá poniendo orden, acicalando el guión. Por entonces, la Procesión General era el orgullo máximo de la Semana Santa de Úbeda y don Cristóbal, un ubetense nacido en 1900, era consciente de la necesidad de que todo reluciese para que todos los españolitos de aquel Viernes Santo –todavía casi sin bares, sin teatros, todavía de luto oficial– pudieran ver la catequesis plástica de la noche magna de Úbeda. Su voz no se oye en el vídeo, pero es fácil imaginarlo colocando la capa de un penitente, reprochando a otro el descosido de la túnica, tirando de la manga del emperifollado concejal para situarlo en la presidencia oficial, detrás del Santo Entierro, plantando a los maceros a los lados del alcalde… Don Cristóbal Cantero amaba a las cofradías de Úbeda, con las que tenía una fluida relación. No en vano, muchos de los dirigentes cofrades de esa época se habían educado en su legendaria escuela de San José de Calasanz.

Muchos curas ubetenses han mimado y cuidado a las cofradías: ahí están don Diego y don Manuel, los curas hermanos; ahí, don Marcos Hidalgo o don Juan Vico; ahí está todavía don Robustiano y su fervor por “su” cofradía de la Columna, en San Isidoro. Otros tantos curas, por desgracia, no han sabido ni querido entender el valor eclesial de las cofradías y casi han acabo a tiros con ellas. Y parece que la parroquia de San Nicolás se ha llevado la peor parte. Mientras don Cristóbal se volcaba con la Procesión General, el párroco de San Nicolás montaba en cólera, irritado por las mantillas “ye-yé” de un Domingo de Resurrección; o ahí está “El Cuco”, otro Domingo de Pascua, diciendo que la marcha que preparada para las trompetas se tocaba “con cura o sin cura”, que no quería oírla ni por asomo; o mucho pero fue aquél cura de infausta memoria que además de arrasar San Nicolás y vender sus retablos, fue abucheado un Domingo de Ramos en la puerta de La Trinidad, como pago a su soberbia; o aquél que… Basta: nos quedamos con el ejemplo de ese cura vivaracho que fue don Cristóbal.

(Publicado en Diario IDEAL el 31 de marzo de 2010, Miércoles Santo)

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