¿Se imaginan ustedes que el secretario de una cofradía centenaria le pida a uno de los trompeteros de la misma que, en la madrugada del Viernes Santo, lo despierte a los sones de los típicos “lamentos”? ¿Se imaginan ustedes que el esforzado trompetero cumpla ese encarguillo y que, en respuesta, el secretario susodicho se asome con sus largos calzones de felpa blanca al balcón de su casa, frente al Parador de Turismo, y atruene la plaza silente con un “viva Jesús Nazareno” que le hace pensar a los sobresaltados turistas que no todos los locos están encerrados? Pues no se lo imaginen, porque eso es lo que un Viernes Santo hizo Antonio Vico, el hombre que nació para nazareno y para secretario. Nació para nazareno porque vino al mundo –nada menos que en el Palacio de las Cadenas– un 7 de abril de 1917, día de Viernes Santo. Y nació para secretario porque lo fue de casi todo y durante temporadas de vértigo: primer secretario de los Jóvenes de Acción Católica, secretario de la Adoración Nocturna, de la Alcaldía… Pero sobre todas sus “secretarías” Antonio Vico se dedicó en cuerpo y alma a la de la Cofradía de Jesús Nazareno, que desempeñó durante más de cuarenta años.
Y es que Antonio Vico –el poeta que recitaba sus ripios vicudos, cada tarde del Viernes Santo, a la Virgen de la Soledad, en compañía de su hermano Pepe– era sobre todo un penitente de Jesús Nazareno, un “hermano de Jesús”. Sin concesiones, cérrimo, nazareno absoluto que vivía todo el año pensando en el momento mágico de las siete de la mañana del Gran Viernes en la puerta de La Consolada. Y para esa cofradía de sus amores dedicó esfuerzos y desvelos, y en ella completo un registro de hermanos ejemplar, minucioso, detallista, que desentraña con la certeza del cirujano los entresijos de una cofradía que conoció como nadie.
Antonio Vico, el hermano de Jesús, fue también un hombre de sano humor que rellenó sus burocráticos cargos con decenas de anécdotas. Muchas de ellas le “ocurrieron” con Juan Pasquau, su amigo del alma. Como aquella mañana en la que el escritor y despistado se había atado el cíngulo en el lado contrario, y el secretario diligente le dio, a voz en grito, la orden de que dado que era nada menos que el Alférez de Jesús tenía que cambiarse los cordones de posición o todo el guión tendría que ponérselo en el lugar incorrecto. Y así, tantas muchas.
(Publicado en Diario IDEAL el 1 de abril de 2010, Jueves Santo)
(Aparecen en la fotografía, de izquierda a derecha, Juan Pasquau, Pepe Pérez y Antonio Vico)
1 comentario:
Mi tío Antonio Vico, sí señor, un auténtico "cérrimo" de su Jesús. Junto con "la Pedra" -su hermanico del alma-, marcaron (con sus poesías vicas de pura cepa a la Virgen de la Soledad) un antes y un después en nuestra Semana Santa. Que su amado Cristo de Jesús Nazareno lo tenga en Su Gloria.
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