viernes, 9 de abril de 2010

DIEZ AÑOS


Toda ausencia tiene un vacío y una presencia: el vacío de lo ido, de lo desvanecido por la muerte y el olvido; la presencia del recuerdo, de lo vivido, de aquello que se resiste a ser devorado por las termitas lentas del tiempo pues tiene cimiento en el hondón de la conciencia. El sábado se cumplen diez años de su muerte, y Antonio Gutiérrez “El Viejo” sigue convocando ese vacío y esa presencia, la añoranza de su risa de niño grande y la certeza de que su obra de bondad y generosidad está viva y es necesaria. Por eso, el recuerdo de “El Viejo” estimula en la curva inexacta de nuestros sentimientos la urgencia de un agradecimiento y también un viaje hacia nuestros fondos mejores, poblados de tardes en La Barrosa, esa patria inabarcable de nuestra niñez y nuestra juventud.

Si cierro los ojos puedo revivir aquellos momentos intensísimos de la muerte de Antonio Gutiérrez, injusta como todas las muertes de los hombres buenos. En un lugar de mí que no conozco –pero que consuela mis desánimos– están aquellas lágrimas, los abrazos, la espera en el día gris y ventoso, las multitudes en las aceras de Úbeda, el silencio emocionado, el “viva El Viejo” en la puerta de la Trinidad, el cortejo inmenso con el ataúd a hombros hasta el cementerio... Todos los recuerdos del 10 de abril de 2000 me remiten a un “Viejo” mejor, anterior a su condición de muerto: si fueron posibles aquellas emociones es porque “El Viejo” había vivido, había amado, había dejado. Vivir, amar, dejar: con incertidumbres, con fallos, con la humanidad entera de quien no trabajó para ser elevado a los altares pero consiguió labrar un altar –siempre encendido– en el más íntimo rincón de miles de corazones. La empresa, la tarea, el empeño de Antonio Gutiérrez atraviesa medio siglo de historia de Úbeda con la tozudez de quien nunca perdió su transparencia de niño, con la conciencia de quien sabía que los pequeños gestos transforman el mundo más que los grandes discursos, con la constancia de quien no podía soportar el sufrimiento de los humildes y los niños, con la dignidad de un cristiano que se creía las palabras del Evangelio del Amor y que cifraba en su Virgen de Guadalupe todo amparo y todo ánimo. Si podemos recordar a Antonio Gutiérrez –todavía creemos que cada tarde va a subir las escaleras “del centro”– es porque fue mucho lo que sembró y recolectó: siguen llenos los silos de la memoria con el trigo de su cosecha.

La vida de “El Viejo” es, sobre todo, el ejemplo de que el bien puede surgir –espontáneo– del ánimo tronchado por el sufrimiento. Murió su novia y se juramentó servir a los pequeños, a los últimos siempre en el reparto del pan y la alegría. Cáritas, el deporte base que germinó en su mítica “Patera”, la Hermandad de Donantes de Sangre, sus desvelos por los enfermos y los pobres, su campamento de Acción Católica: medio siglo de vida haciendo el bien. Cincuenta años con las puertas del alma siempre abiertas. Cinco décadas haciendo crecer nuestros corazones en su corazón en llamas. Por eso no lo hemos olvidado.

Hace diez años que lo murió la primavera, la suerte triste. Pero “El Viejo” sigue sonriendo en los vencejos nuevos y en el sol que inaugura, cada mañana, el escenario del mundo, que es un poco mejor porque él vivió entre nosotros.

(Publicado en Diario IDEAL el 8 de abril de 2010)

3 comentarios:

Javier dijo...

A todos los lectores del blog, haceros participes de la misa que se va a celebrar mañana sabado dia 10 de abril, en la parroquia P.P Carmelitas, a las 20:30h, en memoria del Viejo.
Por supuesto entre mis peticiones personales estará que su Sevilla del alma , pierda la final de copa del Rey contra mi Atleti.
La mala leche que se le pondria al amigo si asi pasará, y lo que disfrutaria, de ver que cientos de jovenes estarian detrás suya, esperando a verle para decirle lo malo que es su Sevilla!

Un saludo a todos!

Unknown dijo...

Como siempre muy grande Manolo.

Pd.: Parri eres un "piojoso".

Manuel Madrid Delgado dijo...

Un placer verte por aquí, Paco. Y gracias.
Saludos.