viernes, 22 de enero de 2010

HAITÍ




Los cadáveres de los niños son puras madejas de temblores deshilachados. Es fácil cogerlos por un tobillo y arrojarlos sobre un montón de carne muerta y teñida de blanco por el polvo que asciende desde los escombros. Las imágenes que llegan desde Haití nos transmiten una terrible sensación de orfandad cósmica, esa que sentimos al contemplar –desde el borde de las lágrimas– a los niños sin vida, los cuerpos rotos de los bebés, tan pobres, con tanto sufrimiento padecido en sus escasos años, tan incomprensiblemente arrasados por el terremoto. Pero las imágenes no pueden traernos el crujido de la carne tierna e inocente cuando cae en el duro suelo, abandonada, y es imposible llevar hasta nuestros comedores el olor nauseabundo de la muerte pudriéndose en las esquinas, bajo las chabolas reducidas a nada, si es que todo Haití no era nada desde siempre, sólo miseria, dolor solamente.

Nos cuentan que es urgente socorrer a los niños que han sobrevivido. Nos cuentan que no hay agua para que beban, que falta pan, que los operan en las calles sin anestesiarlos o que recomponen sus huesos rotos con un golpe seco y no siempre certero y que hay que sujetarlos para que no se revuelvan de dolor cuando el bisturí corta su carne o el hombro vuelve a su agujero. Nos cuentan que ya han comenzado a abusar sexualmente de los huérfanos o que los secuestran para venderlos, porque en medio de la tragedia hay quienes sacan provecho, como hay conferencias episcopales que guardan silencio y miran hacia otro lado ante las crueles palabras de los munillas: siempre el ser humano tan vil, tan detestable. Nos cuentan que los bomberos siguen sacando de entre la ruina a niños de dos, cinco, siete años, tan vivos que quieren comerse la vida y un bollo recién hecho, sus caras llenas con esos ojazos acostumbrados al horror: porque uno estaba abrazado a su abuelo sin vida, porque otro apretaba en su mano frágil el dedo putrefacto del hermano muerto que se ha quedado en el fondo del túnel, en la oscura quietud de la muerte. Y no sabemos si esos bomberos –héroes de lo pequeño– son víctimas de alguna crisis espiritual, pero intuimos que ante tanto dolor gratuito les será difícil seguir creyendo en un Dios ciego que no abre los ojos cuando los niños aúllan de dolor o lloran de infinita tristeza, un Dios sordo ante las palabras sin misericordia de un obispo vasco y rouco y ruin al que la lengua tendría que pudrírsele como podrida tiene el alma, y no sabemos si esos bomberos van a misa y comulgan –para satisfacción de los pastores que recuentan ovejas y olvidan sufrimientos– pero lo cierto es que cada vez es más difícil ir a un lugar en el que misma boca herodiana que banaliza el dolor de los inocentes pronuncia las palabras de Jesús.

...Y nos cuentan y no sabemos. Y oímos y no entendemos. Y debemos inventar otra idea del amor, negándonos hasta la muerte a amar esta creación donde los niños son torturados. Y al final resulta que toda la jodida historia es esto, estos bebés doloridos o muertos, este abandono, el caos y la carroña, esta rabia, esta sed que no es de agua.

(Publicado en Diario IDEAL el día 21 de enero de 2010)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico, soberbio, espléndido, bellísimo y demoledor, crudísimo. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Me encanta, a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar. Admiración a los héroes y smatar las palabras de los malditos bastardos.

ANTONIO Y ROSA V. dijo...

No hay opiniones estúpidas, hay estupidos que opinan, y para Munilla es lo más agradable que se me ocurre decir.

El artículo para enmarcar, con tu permiso lo voy a mandar a todos mis contactos, ya que es digno de ser leido.Una vez expresas con tus palabras, lo que muchos sentimos y no sabemos expresar.

Enhorabuena Manolo

Anónimo dijo...

unicamente facilitar algo que me ha sido útil


https://www.cruzroja.es/pls/portal30/portal.donante.donativo


el proceso es rápido y seguro.

Enhorabuena por el artículo Manolo, pero desgraciadamente el clero español (no limitemos la crítica al vasco) hace tiempo que no ofrece ejemplo,

Antonio

Anónimo dijo...

Por favor,anónimo ¿Cómo puedo ponerme en contacto con esos de Cáritas?

Anónimo dijo...

OJALÁ MUCHOS CRISTIANOS TUVIESEN LA VALENTÍA DE SEÑALAR TAN CLARAMENTE LOS PECADOS DE LA JERARQUÍA, SOBRE TODO EN CASOS COMO ESTE EN EL QUE SE PEQUE CONTRA LA VIDA, LA DIGNIDAD Y EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS,
YA SABEMOS LO QUE DIJO EL PROPIO CRISTO DE LOS QUE PECAN CONTRA LOS NIÑOS, QUE MÁS LES VALE ATARSE LA PIEDRA DE MOLINO Y TIRARSE AL AGUA
COMO CRISTIANO TE DOY LA ENHORABUENA POR LA LUCHA INTERIOR QUE TRASLUCEN TUS ESCRITOS Y POR LA VALENTÍA PARA INTENTAR SER COHERENTE CON TUS CREENCIAS

Anónimo dijo...

no es cáritas, es cruz roja

cuando pego el enlace se queda corto, así que lo mejor es que vayas a la página web de cruz roja, y a partir de ahí sigas el link '¿qué puedes hacer tú por haití?'. Es un proceso rápido y seguro; desde tu cuenta bancaria se destinará la cantidad de dinero que elijas para las labores de cruz roja en haití.

Suerte y ánimo.

Antonio

ana dijo...

Es muy fácil para este obispo vasco opinar así, anclado en su vida cómoda y en la que no le falta de nada.
Si siguieran, la iglesia, las palabras de su líder,Jesús, estarían todos ahora en los tantos Haití que hay situados a lo largo del mundo y no en su palacio episcopal.
Además si es más importante la falta de espiritualidad que la desolación de unas personas que han venido al mundo sólo para sufrir pues que la iglesia de ejemplo de espiritualidad y venda todo lo material que le sobra, que es muchísimo, y que ayude a tantos necesitados que hay por el mundo, siguiendo el camino de Jesús.

Manuel Madrid Delgado dijo...

A veces, antes de decir determinadas cosas, ciertas personas deberían pensarse muy mucho sus palabras, porque pueden herir los sentimientos de una gran mayoría, sobre todo si esos sentimientos están a flor de piel por las imágenes terribles que desde la zona cero del dolor nos trae la televisión. La prueba de que las palabras de Munilla (¿las pensó antes de decirlas?, ¿de verdad puede pensar y sobre todo sentir eso que dijo?) han dolido, y mucho, son la cantidad de mensajes superior a lo normal que se agolpan en esta entrada. De todos modos sí deberíamos tener clara una cosa: por suerte no todos los católicos son como Munilla y hay grupos católicos (las misiones salesianas, la Entreculturas de los jesuítas, las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl) que se están dejando el pellejo en Haití para salvar la vida, la salud, la integridad y la dignidad de las mujeres y los niños haitianos. Tal vez lo peor de las palabras de Munilla es que nos ciegan para ver la realidad de esa Iglesia que no vive en palacios ni tiene el corazón acartonado como una momia, esa Iglesia pegada al sufrimiento de los más débiles que despreció Munilla.
Saludos a los dos Antonios y a Rosa.