lunes, 3 de diciembre de 2007

PROFECÍA CUMPLIDA


En el número de enero de la revista TEMAS PARA EL DEBATE publicaba el artículo "El proceso de paz en una democracia de banda estrecha", que más abajo se incluye íntegramente. En él, y metido a las tareas de profeta, aventuraba que vista la deriva que estaba tomando el asunto del proceso de paz y sobre todo la actitud de un amplio sector de la derecha, que igualaba a socialistas y terroristas, llegaría el día en que en los entierros de las víctimas los militantes del PSOE (yo me refería en el artículo a los ministros socialistas) volverían a ser insultados, zarandeados, vejados. No ha hecho falta esperar ni un año: ya pasó ayer, antes y después del entierro del pobre muchacho asesinado por ETA, cuando el Presidente del Gobierno y sus ministros fueron llamados, por parte de patriotas de pata negra, "cobardes", "asesinos" y otras lindezas más. Y ha vuelto a pasar hoy en Madrid, en el minuto de silencio guardado delante del Ayuntamiento, cuando a los concejales socialistas se les ha insultado gravemente y han intentado pegarles. La profecía se ha cumplido, aunque tampoco era difícil el cumplimiento visto el mensaje machaconamente repetido por el PP acusando al PSOE de connivencia con los terroristas.

Cuando ETA mató a los jóvenes ecuatorianos hace unos meses no se insultó a los socialistas porque a estos que se hierven la sangre cada mañana con Federico les importa poco la vida de dos "sudacas". Pero ahora, con un guardia civil muerto y otro agonizando, están en su salsa patriotera, con banderas e himnos, y por eso se lanzan a insultar a los socialistas y todo el que de buena fe pensara que era posible acabar con los asesinatos hablando con los terroristas.

Mañana hay convocada una gran manifestación en Madrid. Los sectores de la ultraderecha ya han dicho que no estarán presentes, al menos corporativamente. Pero, ¿qué pasará si algunos de sus miembros se filtran en la masa silenciosa y se dedican a caldear el patio contra los socialistas que estén presentes en la manifestación? ¿Qué veneno verterá mañana Jiménez Losantos desde la cadena de los obispos contra los socialistas? ¿Va a pedir el PP calma y se va a desdecir de todo lo que ha dicho hasta ahora o sigue pensando que Zapatero es tan responsable del atentado del sábado como los que apretaron los gatillos? Esta identificación, que los máximos dirigentes del PP no se han cansado de repetir durante meses, está teniendo ahora sus frutos. Lo peor es que mañana, en Madrid, puede acabar en un desorden importante, con unos y otros, caldeado el ambiente, a mamporro limpio. A ver entonces si Eduardo, Federico y Ángel también les hechan las culpas a los socialistas.

En fin, que hoy es un día triste y lo peor es que no sabemos la dimensión del incendio que algunos llevan alimentando desde hace meses. En cualquier caso, ahí va el profético artículo. Ojalá nunca hubiera habido que escribirlo.

"Una imagen de la infancia. ETA había asesinado a un militar y en su entierro, Narcís Serra –Ministro de Defensa– fue zarandeado e insultado por los asistentes: lo llamaban “asesino”. Nunca podré olvidar esa imagen, aunque tal vez el tiempo transcurrido haya modificando los detalles. Pero esa visión está grabada muy dentro de la memoria de aquel niño español de los ochenta, cuando Fraga acusaba, desde la tribuna del Congreso de los Diputados, al gobierno de Felipe González de debilidad y connivencia con los asesinos.

Desconozco cuáles son los motivos que hacen que a un niño se le graben estas cosas. Pero ésta es una imagen recurrente que viene a mi memoria ahora, cuando el Partido Popular vuelve a acusar a los socialistas de filoterrorismo mientras muchas de las víctimas de ETA se posicionan políticamente frente al PSOE, acusando directamente al Gobierno de la Nación de claudicar frente a los terroristas. Viendo las manifestaciones convocadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, la memoria me devuelve aquel entierro en que Narcís Serra –no se me borra su mirada, tras las gafas grandes de pasta, plena de impotencia y dolor– era insultado, zarandeado.

La tensión desatada por el proceso de paz no es síntoma de una enfermedad pasajera del sistema político, supuestamente provocada por el 11-M. Creo que es síntoma de una enfermedad grave, de algo dañino y preocupante que urge sanar.

Gran Bretaña como ejemplo. Mucho se ha intentado comparar los incomparables procesos vasco e irlandés. Menos se ha reflexionado en España acerca del comportamiento de los actores que han intervenido en el proceso de Irlanda del Norte. ¿Por qué las tensiones que sacuden a la sociedad española no se manifestaron en Gran Bretaña cuando Blair comenzó a negociar con el IRA? Esta pregunta me ha obsesionado en los últimos meses: venía a mi mente la imagen de Serra y automáticamente surgía la pregunta. ¿Por qué ocurre esto en España?

La respuesta esconde un drama mayúsculo cuyas consecuencias sufriremos todos si la cordura no se impone con carácter de urgencia. Básicamente, en España es posible utilizar el terrorismo como arma electoral porque la nuestra es una democracia que navega por la banda estrecha: una democracia construida sobre un frágil suelo de escasos valores compartidos, en ausencia de un proyecto común de país, sustentada en la desconfianza hacia unos ciudadanos a los que se mantiene en permanente estado de imbecilidad política.

Es impensable que los conservadores británicos hubieran adoptado la actitud del PP en un tema como el del terrorismo. Pero es que el sistema británico ha acrisolado, a lo largo de muchos años, un conjunto de consensos sociales básicos sobre elementos esenciales de la vida política. La ausencia de estos consensos y de actores de altura histórica –Tony Blair, Gerry Adams– necesarios en procesos de este tipo, explica la presente situación de la vida española.

En el sistema británico la discrepancia –entre oposición y gobierno, pero también dentro de los partidos– es un pilar del régimen de libertades. Pero es imposible que la discrepancia acabe degenerando en un tenderete cainita donde se mercadea con los intereses generales. Cuando el gobierno de Londres –del color que sea– aborda temas fundamentales, siente en su nuca el aliento del Parlamento y el respaldo de la oposición. La profunda tolerancia con la opinión del discrepante, el convencimiento de que el adversario puede mañana ser mayoría y la convicción de que hay valores que superan la diferencia partidista, explican el comportamiento de los políticos británicos. Y ello, sin olvidar la importancia del sistema electoral, elemento capaz de determinar el funcionamiento del conjunto del sistema político. El sistema electoral británico, al vincular estrechamente al elegido y al elector, garantiza espacios amplios para la independencia de criterio y actuación de los parlamentarios.

Desde el páramo de la política española resultan envidiables la altura política y la profundidad y pluralidad del debate del sistema de Westminster. La pluralidad y la responsabilidad con que allí se han abordado temas como la paz en Irlanda del Norte o la guerra de Iraq son algo imposible en España. El británico es un sistema vivo en que los parlamentarios tienen margen para actuar con independencia de criterio. El Parlamento británico está vivo porque lo están los partidos políticos: basta recordar el último congreso laborista, tan diferente de los de los partidos españoles. Libertad, independencia, discrepancia... valores que siempre se expresan desde la responsabilidad del sentido de Estado, el gran ausente de la política española.

En 1774, en su Discurso a los electores de Bristol, Burke señaló que “el Parlamento no es un congreso de embajadores de diferentes intereses hostiles que deben defender, como agentes y abogados, frente a otros agentes y abogados. El Parlamento es, por el contrario, la asamblea deliberante de una única nación, con el único interés del conjunto”, significando que en la misma “no deben prevalecer los objetivos ni los prejuicios locales, sino el bien general que deriva de la razón general de todo el conjunto”. No es aplicable esta filosofía a todos los aspectos de la política pues los hay en que son inevitables las diferencias entre izquierda y derecha. Pero hay asuntos que por afectar al conjunto del cuerpo político por encima de intereses particulares –así, el caso del terrorismo– deben afrontarse desde “la razón general de todo el conjunto” y pensando en “el único interés de todo el conjunto”. Esta es la definición del sentido de Estado.

El caso español. Mientras Blair era apoyado por los conservadores en el tema de Iraq, un grupo considerable de parlamentarios laboristas se opuso a él en este asunto. El hecho de que en España esta combinación sea absolutamente impensable, explica la facilidad con que nuestra vida política se pone a punto de ebullición, jugándose alegremente con temas fundamentales. En mayor o menor medida los partidos políticos españoles carecen 1) de sentido de Estado y 2) de democracia interna, lo que influye en el funcionamiento de la vida política.

Ciertamente no cabe a todos los partidos la misma responsabilidad en el enfrentamiento descabellado al que asistimos a propósito del proceso de paz. Difícilmente puede negar el PP que contó siempre con el apoyo del PSOE en política antiterrorista. Ningún ministro del PP fue nunca acusado de “asesino” en los entierros de las víctimas de ETA. Ninguno tuvo que salir escoltado de los cementerios. Mientras gobernó el PP, el PSOE prestó fiel apoyo en la lucha contra el terrorismo, fuesen cuáles fuesen las opciones de Aznar. Este apoyo se prestó aún tragándose los socialistas desprecios e insultos del PP, que ante el más mínimo matiz planteado acusaba al PSOE de seguir el juego de los abertzales. Y eso, sin considerar la arrogancia con que el PP se apropió de los muertos, como si todos hubieran militado en sus filas. Frente a esta actitud, los dirigentes socialistas optaron por callar, por aguantar, para no perjudicar la lucha antiterrorista. En esto no puede negársele a Zapatero y al PSOE una alta responsabilidad.

Los años de mayoría absoluta de Aznar y el apoyo socialista en este tema han llevado al PP a arrogarse el derecho de marcar unilateralmente el camino correcto para acabar con ETA. Sólo su interpretación de la realidad es válida y ante ella sólo cabe asentir si no se quiere ser acusado de compadrear con los terroristas. Para adobar esta postura se ha servido el PP de sus conexiones en la AVT, utilizando el respetabilísimo dolor de las víctimas como idea fuerza de sus posiciones. Pero olvidándose de que aunque todos hemos llorado de rabia con las víctimas, sus lágrimas no pueden determinar el futuro de todos: la obligación ética del Gobierno –de éste y de cualquiera– es evitar que mañana se repita en otros hogares el sufrimiento que se cebó en los que hoy manifiestan su odio contra Rodríguez Zapatero.

El Gobierno ha cometido errores importantes en su gestión. También en el proceso de paz. Esos errores han debilitado su posición ante ETA, tanto más frágil cuanto más se aleja el PP de las zonas templadas de la confrontación política rompiendo todos los puentes con el Gobierno. El PP buscado fórmula alguna que le permita apoyar al Gobierno, haciéndole rectificar si lo considera necesario pero consolidando la posición del Estado frente a ETA. Antes al contrario ha utilizado los errores socialistas para amasar un totum revolutum en el que caben el proceso de paz, la política territorial y el 11-M, imputando a los terroristas la capacidad de determinar el camino del Gobierno Zapatero. Mezclando el proceso de paz y las dudas generadas en amplísimos sectores de la sociedad por “la pésima gestión que del proceso de reordenación territorial necesario para construir la España del siglo XXI ha hecho el presidente Rodríguez Zapatero” (Javier Moreno, El País, 22-11-06), los populares proclaman, alegremente, que el Presidente está negociando la anexión vasca de Navarra –previsión, por otra parte, absolutamente constitucional–, la derogacion de la Constitución de 1978 y la independencia vasca. En medio de este disparate teórico se han olvidado de dar respuesta a una pregunta fundamental: ¿cómo piensa el PP que Rodríguez Zapatero podría consumar tal suma de despropósitos sin convocar ni un solo referéndum? Tal vez piense que como bastó la foto de las Azores para ir a la guerra de Iraq, bastaría una hipotética foto de Zapatero con Otegui bajo el árbol de Guernica para proclamar el estado vasco y liquidar la Constitución.

En nuestro sistema todo parece diseñado, decidido y cerrado por las cúpulas de los partidos en función de los intereses electorales, del corto plazo. En medio de este laberinto el proceso de paz vive un momento crucial. Para desatar el nudo sería necesario que nuestros políticos pensaran en el futuro, que va más allá de las elecciones de 2008. Pero mucho me temo que pasado mañana mis hijos podrán ver en el Telediario las imágenes de un ministro socialista acusado y zarandeado en el entierro de una nueva víctima mientras los diputados del PP lo acusan de connivencia con los terroristas. Es lo que tiene la banda estrecha: que cuesta avanzar porque en ella el tiempo se detiene en las peores páginas."

1 comentario:

Lalos dijo...

Estimado Manolo: ante todo mostrar mi más enérgica repulsa al atentado del sábado y a los insultos de ayer y hoy. Creo que la violencia y el insulto no son los medios para defender nuestras ideas, por eso la rechazo.
Se critica esos insultos. Se critica también los intentos de agresión y el que se llame a un Presidente del Gobierno asesino.Oigo a políticos criticar ésto y me sonrojo por ser los mismos que no criticaron en el 2004 el que se llamara asesino a un presidente del gobierno, se insultaran a militantes de un partido, se atacaran sedes o se agrediere a militantes, interventores y apoderados de un partido. ¿Por qué ahora está muy mal hecho y antes no se critico? ¿Por qué es malo cuando nos atañe y no pasa nada cuando atañe a los demás?
Por supuesto que ningún Presidente del Gobierno es responsable de un atentado terrorista. Es responsable de una política mejor o peor, pero no de un atentado. Pero no lo es ningún presidente. NINGUNO. Hace cuatro años también se hizo esta acusación a un Presidente.
En cuanto a los medios de comunicación, lo malo de España es que no hay ninguno independiente. Son todos malos por eso. Algunos locutores no tienen formas y otros, de una radio que mucha gente alaba, permite a sus contertulio decir que los votantes del pp son más terroristas que los etarras, mientras ella reía la gracia (ocurrió hace unos meses). Pués eso, todos malos.
En definitiva, rechazo a la violencia y al insulto, pero rechazo hoy y siempre, no cuando me toca a mí si y si toca a los demás no. Rechazo siempre.