miércoles, 19 de diciembre de 2007

LA COSA DE LOS VILLANCICOS

Desconozco quienes habrán sido los corajudos ciudadanos que han presentado las quejas contra el hilo musical instalado en las calles del centro. ¡Ya era hora! Algunos llevamos años clamando contra esa insoportable tortura que, desde veinte días antes de la Nochebuena y hasta el día de Reyes, teníamos que soportar. ¿Ha probado alguien a ponerse, siquiera veinte minutos, debajo de uno de esos altavoces en el que los Lunnis cantan algo parecido a un villancido o en el que unos niños de voces estomagantes se desgañitan con los peces y el río? Y si alguien lo ha hecho ¿no ha sentido ganas de bajar corriendo al Alcázar y saltar por la muralla?

Yo no sé el sentido comercial que tiene la horrible música con que se arrasa la paz espiritual y la salud comercial de los vecinos del centro durante la Navidad Grande (de día de la Constitución al día de Reyes). Pero suponiendo que sí, que la música estimule a la fiera del consumismo, que es en lo que estamos en esta Navidad postmoderna, ¿no sería mejor una música suave, delgada, con espíritu navideño?

Lo de los villancicos siempre me ha llamado la atención. En un pueblo en el que un jardín dura intacto una noche, en el que se destrozan papeleras y bancos y parques infantiles, en el que se mea en las fachadas de las iglesias y se pinta en la puerta de los palacios, en el que se aparca en pleno corazón del Patrimonio de la Humanidad y se rompen las cabezas de las estatuas, en el pueblo más bárbaro y menos civilizado de cuantos he visitado me ha extrañado, siempre, que nunca, ningún bárbaro, en un arrebato de civilización haya arrancado los altavoces que escupen villancicos. En fin, cosas de Úbeda.

1 comentario:

armando dijo...

Totalmente de acuerdo. Yo también estoy contra la dictadura de esa "droga acústica" que es el hilo musical, omnipresente, obligatorio e incuestionable.