Todos los enfermos de cáncer que conozco han tenido que esperar varias semanas, un par de meses incluso en algunos casos, antes de ser operados después de que se les detectase la enfermedad. Esperanza Aguirre ha encontrado, sin embargo, hueco en un quirófano el día después de anunciar que le habían encontrado un cáncer de pecho. Criticamos justificadamente las prebendas y privilegios de que la casta política se ha dotado con las leyes que ellos mismos votan, pero parece como que existe cierto pudor a criticar este abusivo uso de la sanidad pública. No es bueno confundir: el deseo de que la Presidenta de la Comunidad de Madrid supere su cáncer no puede obviar la crítica del hecho de que ella no ha tenido que pasar por las listas de espera que padecen muchos otros enfermos en la sanidad pública. Ella decía que el cáncer es curable si se coge a tiempo: habrá que ver cuántos no han podido curarse porque se alargó la lista en la que esperaban la intervención, sin estar adornados por ningún cargo político que les permitiera acceder por una vía de primera a la sala de quirófanos.
Mucho se está hablando en estos días de la importancia que tiene y de lo positivo que es que los personajes famosos afectados de cáncer cuenten su historia y su experiencia. Lástima que esa lucha contra el sufrimiento y la muerte que emprenden los que famosos, se haya visto empañada en este caso por este abuso del privilegio. Frente al cáncer los españoles también tenemos que ser iguales ante la ley y en las listas de espera, frente al cáncer también. Porque tanto le asusta un tumor en el pecho a Esperanza Aguirre como a la madre que espera abrazada a sus hijos la llamada de teléfono que la cite para extirparle el cáncer: ambas piensan en pérdidas, en dolores, pero sólo una ha demostrado tener capacidad para ser operada al día siguiente. Y si al menos se hubiera saltado las listas de espera con disimulo...
Lo menos que podemos exigirles a los beneficiados de la casta política es que no se burlen del terror de los que sienten el aliento de la muerte en lo hondo de su cuerpo. Porque unos miedos no valen más que otros ni valen más las vidas de los políticos que las de los ciudadanos.