viernes, 18 de febrero de 2011

CONTAR LA MUERTE





Para los niños la muerte es, simplemente, una ausencia: alguien que estaba desde siempre, deja de estar un día y ellos preguntan por esa persona como se pregunta por el osito de peluche que se ha perdido, con la certeza de que tarde o temprano los dos —el osito y la persona— volverán a ocupar el lugar que les corresponde, en el que siempre han estado y que nunca deberían abandonar, al menos sin dejar dicho dónde van a estar. La muerte deja un hueco que los niños se habían acostumbrado a ver lleno de presencia, un hueco del que emanaban gestos, una voz, caricias, un caramelo escondido en un bolsillo y entregado como un tesoro de incalculable valor, un consejo, una onza de chocolate envuelta en papel de plata. Pero los niños, claro, no saben qué es la muerte aunque la muerte ensaya en la inocencia de los niños su terrible poder para borrar seguridades: ante los ojos de los niños lo que estaba pleno aparece vacío, simplemente, inopinadamente, sin que aquella persona querida que llenaba el rincón de referencia se haya cambiado a otro sillón, se haya mudado de cama o haya emigrado del comedor a la cocina. Ha dejado de estar, sin más, sin dar cuentas ni decir «adiós» o «ahora vuelvo» y deja sin estrenar una pamela nueva.

«¿Dónde está güelita Queta?» fue la pregunta que debieron hacerle a Nahir Gutiérrez los dos hijos que tiene publicados cuando dejaron de ver a su bisabuela, que vivió 105 años y que «era dura como el caramelo volcado en el mármol, pero tenía su misma condición dulce y encantadora». Las preguntas de los niños tienen una terquedad como de ciudad sitiada que resiste a abrir sus puertas al invasor: si «güelita Queta» no viene a ver a sus bisnietos y el cielo está demasiado lejos y nadie sabe cuál es su estrella, si su banco del parque también la echa de menos y su cómoda sigue escondiendo bombones y pañuelos bordados, si es imposible buscar un restaurante para comer sin averiguar si tiene escaleras que «güelita Queta» no puede subir o bajar, si nadie va de viaje sin traerle un regalo, pero sobre todo, si «güelita» inventó los caramelos y cantaba nanas en el balcón de la cuna y limpiaba las suelas de los zapatos y... entonces, si todo eso, «güelita» debe estar en algún sitio, porque alguien tan importante no puede perderse sin más, como si fuera una bocanada de humo. La lógica de los niños es implacable: quien ya no está es que está en otro lugar, porque nadie puede estar en ningún sitio. Para los niños la vida es mudanza, no desaparición. Luego «güelita Queta» debe haberse mudado a una claridad, debe haberse quedado un fogonazo de la vida de quienes la quisieron: en el chocolate de la cena y en las notas del cole, premiadas como siempre han tenido premio las notas cuando se le enseñan a los abuelos; o en los regalos de la Navidad o en la fiesta del colegio... o más adentro y más arraigada aún, «güelita» está en cada palabra que habla de ella.

Contarle la muerte, explicarle la ausencia definitiva a los niños, es el reto que Nahir Gutiérrez asume en un libro breve, de pocas y hermosísimas palabras, en el que Álex Omist ha puesto las ilustraciones, parcas, sobrias, reducidas a dos o tres colores pero tan intensas como las frases de Nahir. Este libro titulado ¿Dónde está güelita Queta? ha sido galardonado con el XXX Premio Destino Infantil Apel·les Mestres, el más prestigioso dentro del ámbito de los álbumes ilustrados. Pero, ¿realmente es un libro para niños o sólo para niños? Cuando llegó a mis manos lo miré con esa complacencia o tedio con que los mayores miramos los libros para niños. Pero tuve que levantarme y cerrar la puerta del despacho para leerlo: porque me había llenado de recuerdos y me había emocionado. También los adultos seguimos necesitando que alguien como Nahir nos explique la muerte y llene nuestras ausencias.

(IDEAL, 17 de febrero de 2011)

5 comentarios:

Nono Granero dijo...

Ya hace tiempo que lo vengo diciendo: los libros ilustrados, no son sólo para lectores infantiles. A menudo hace falta una sensibilidad y una madurez para apreciarlos que los hace joyas para los adultos. Y, frente a lo recurrente y a menudo repetido de las tramas noveladas para adultos, la absoluta libertad de la fantasía se revela como mucho más adecuada para proponernos símbolos, planos e ideas con los que orientarnos en el ancho mundo.
Bienvenido, por tanto, al mundo del libro ilustrado -que no "infantil", y menos en el sentido peyorativo que a menudo se da al término al relacionarlo con una idea de simpleza que no se corresponde con la realidad-.
Espero que nos sigamos encontrando allí.

Nono Granero

Manuel Madrid Delgado dijo...

La verdad es que hay libros ilustrados que con una verdadera joya. Como es una joya lo que el fin de semana pasado pude ver en "La Beltraneja": los textos de Luis Foronda con ilustraciones tuyas. ¿Para cuando un libro con eso, Nono?
Abrazos.
Manolo Madrid.

Nono Granero dijo...

De momento os tendréis que conformar con encontrar esos cuentos ilustrados en la red, cada semana, en el blog de La Librería (http://lalibreriaderadioubeda.blogspot.com/).
Pero todo se andará, visto el interés que demostráis por el proyecto.
Gracias por el comentario.
Un abrazo

Nono Granero

María del Cueto dijo...

Hola Manuel!

Hoy tuve el placer de entrevistar a Nahir.
Sin duda me pareció una gran mujer con un libro mágico.
Pero esta tarde también te descubrí a ti. Creo que la dimensión que para mi adquirió el libro se la diste tú con tus palabras en ese artículo.
Hoy ha sido un día de descubrimientos, pero también de decisiones.
Amenazo con seguirte la pista.... y entre licencia y licencia me he permitido copiar tu artículo en mi blog, espero que no te moleste.

Un saludo

Manuel Madrid Delgado dijo...

No me molesta, ni que copies el artículo ni la amenaza de seguimiento.
Besos.