domingo, 30 de septiembre de 2012

TRISTEZA CIVIL










“Nunca en mi vida adulta he sentido una tristeza civil tan grande como la que siento ahora.” Lo escribía ayer en su blog Antonio Muñoz Molina, y creo que sintetiza a la perfección el sentimiento de desolación, hastío, desesperanza, indignación y rabia que sentíamos millones de españoles contemplando la batalla campal que la policía había provocado en Madrid. Una violencia sin medida que se desparramó por el corazón de la capital de España como una ola gigante que arrastraba la poca confianza que todavía se podía tener en las instituciones. Las fotografías y los vídeos son demoledores: policías infiltrados portando banderas rojas y protegidos por escudos que en un determinado momento rompen el ambiente pacífico de la concentración cívica y provocan los incidentes; golpes a ciudadanos que no ofrecen resistencia; jóvenes apaleados en el suelo de forma salvaje por cinco, seis o más policías; personas sentadas en los escalones o en las aceras chorreando sangre; ancianos arrastrados como viles delincuentes por los policías; la ira de la masa arrancando adoquines para lanzarla contra la fuerza bruta que los ataca y que llegado un momento invade los andenes de Atocha y dispara y golpea a los que esperaban a los trenes, mientras intentan acallar a los periodistas que fotografían y graban. Es como si la policía no tuviera órdenes de proteger el Congreso de unos manifestantes que, con o sin argumentos sólidos detrás, expresaban ese desasosiego social que se está apoderando de España y que no aventura nada bueno: es como si las órdenes de la policía fuesen ensañarse contra cualquier ciudadano que se cruzara en su camino. ¿Qué pretenden con ello? ¿Convencer a una sociedad a punto de estallar de que tienen la suficiente fuerza bruta como para contener la rabia que asciende como una marea? La fuerza bruta está siendo controlada porque en las calles hay un puñado de miles: pero cuando esos pocos miles se conviertan en decenas, en cientos de miles que rodeen los parlamentos, los ministerios, las delegaciones, los ayuntamientos, ¿qué harán entonces?, ¿cómo frenarán esa sed de revancha que están provocando en la gente?, ¿sacarán los tanques a la calle?

Esta dinámica es insostenible. Un país no puede vivir condenando a sus ciudadanos a que vivan en la miseria y a ver en silencio como se esfuman sus derechos y los derechos de sus hijos. Un país no puede vivir reprimiendo a palo limpio, como en el franquismo, la legítima protesta de los ciudadanos contra unas políticas que arrasan sus vidas, y contra unos políticos que han hecho de las Cortes Generales no la caja de resonancia de la voz doliente de las calles de España sino un búnker de privilegios para una casta privilegiada. Un país que se desangra no puede vivir apresado por el encantamiento nacionalista, también del españolista Rajoy que en las Naciones Unidas sacaba a relucir el tema de Gibraltar, que en realidad no le importa a casi nadie. ¿Es que no se dan cuenta de lo que pasa en las calles, es que no son conscientes del sufrimiento de millones de españoles? ¿Es que ni aún viendo en las páginas de The New York Times las fotografías desoladoras de la realidad española son capaces de despertar de su ensoñación? ¿Qué es lo que pretenden, llegar a un punto de no retorno en el que a los ciudadanos no les quede más salida que la violencia para expresar su hartazgo?

No sé si ustedes han jugado alguna vez a esa torre en la que se van quitando fichas que se montan más arriba: la torre, a la par que crece, se hace más inestable, hasta que llega el momento crítico en el que se saca una ficha y todo se viene abajo. Nunca se sabe que ficha va a provocar el colapso. Así estamos: no sabemos qué es lo que va a provocar lo que queda por venir. Ni siquiera sabemos qué es lo que va a suceder. Alguien a quien quiero mucho me dice mientras escribo que “lo que pueda pasar, ya está pasando, el futuro es negro, pero al menos hemos de intentar frenar esto”. Yo, sólo siento miedo y tristeza.

(IDEAL, 27 de septiembre de 2012)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No olvides que quizás esos policias reciben órdenes directas de sus superiores, que quizás también estén amenazados si no cumplen con "su tarea", qué también son padres de familia, qué también han visto recortados sus derechos, y que también tienen miedo como muchos españoles..He visto también imágenes de policias agredidos y ensangrentados por "cumplir con su trabajo" a las órdenes de los privilegiados que todo lo observan desde arriba, quizás la culpa también ha sido nuestra: tuya y mia por no haber estado allí junto con esos ciudadanos indignados..y haber hecho imposible con nuestra presencia la masacre que se ha cometido. Es muy fácil hablar cuando no se está en el meollo metido, me recuerda todo esto a esos reyes y obispos que gestionaban y acordaban en los palacios e iglesias, mientras los de la clase social más baja y desfavorecida perdían la vida en un frente u otro sin saber porque estaban luchando.

felipe dijo...

De acuerdo contigo, ¿una vuelta al pasado? ¿Miedo al futuro? ¡Qué triste es perder la memoria de lo vivido!
Un abrazo