lunes, 10 de septiembre de 2012

RITUAL DE SEPTIEMBRE





En la mitad de la mañana del lunes de septiembre, las calles del centro de Úbeda hervían de gente. Las personas que presurosas bajaban a Santa María para apurar los últimos días antes de que la Virgen vuelva al Santuario; las que van de tiendas o vuelven de la Plaza de Abastos o miran consternados el boleto que sale del cajero automático; los viejos que toman el sol en los portalillos de la Plaza; los carteros, los repartidores de pan o de cerveza; los camareros que van montando las terrazas con la paciencia de quien une las piezas de un puzzle... Y en medio de esa rutina del comienzo de la semana, hoy han irrumpido en bandada los niños que vuelven a la escuela después de las vacaciones o los que, como hijo, iniciaban hoy una andadura decisiva en su vida. Caminaban de la mano de sus madres con la formalidad que les daba su ropa como de domingo menor, su olor a colonia, su media sonrisa de responsabilidad que tienen que asumir dibujada en la boca, cargando su cartera con libros o lápices o cuadernos que pese a los intentos del gobierno por convertirlos en productos de lujo, siguen teniendo esa capacidad de evocar con su olor tiempos en los que sólo era posible la felicidad, ajenos a los esfuerzos de sus padres para poder comprarles el material, para que no les falte nada, ajenos a ese sentimiento de pequeña desolación que produce el ir viendo como se van adentrando en la suma de los años que los convierte en mayores.

En mitad de la mañana del lunes de septiembre, las calles se han vestido de gala con el ritual del inicio del curso escolar. Manuel forma ya parte de ese ritual, porque hoy ha sido su primer día en una escuela pública, porque su madre y yo estamos convencidos de que es la mejor escuela posible, y al verlo allí, en la que será su aula o su patio de juegos, con su maestro y con sus compañeros, nervioso e inquieto de tan feliz, radiante por sentirse y saberse “mayor”, comprendía el valor que tiene eso que mantenemos entre todos con nuestros impuestos, esa escuela en la que no se discrimina por las ideas o los sexos y que es, en realidad, la única escuela posible para que nuestros hijos crezcan en los valores de la libertad y de la tolerancia. Hoy Manuel se ha incorporado al ritual cívico de cada septiembre, que es algo más que un simple final de las vacaciones, que es en realidad una apuesta por unos valores, por un sentido. Él, sin saber nada de esto, estaba feliz. Nosotros –sin pensar en nada de esto en ese momento, sólo mirándolo a él– también.

1 comentario:

EL BLOG DE EUGENIO SANTA BÁRBARA dijo...

Yo también me he incorporado hoy a ese magnífico ritual, más viejo, con el colmillo más retorcido, pero con grandes ilusiones. Este año "me he pedido" un 1º. Sentí la emoción del reto personal de enseñar a unos niños que llegan vírgenes a la Educación Primaria. He vuelto a sentir que mi trabajo es formar a personas libres y tolerantes desde sus inicios. Me he sentido en la obligación moral de arrimar, más si cabe, el hombro para hacer, de la educación pública, la mejor.
Tengo las pilas a tope y voy a cargar las de mis alumnos.