Casi sin que nos demos cuenta su madre y yo, Manuel se ha plantado en los tres años y medio y ha pasado el primer umbral importante de su vida: deja el "cole de los pequeños", como el llama a la guardería en la que ha pasado muchos ratos de felicidad (vale, las llanteras de los primeros días no cuentan) en los dos últimos cursos, y en septiembre, cuando vuelva de las vacaciones, se incorporará al "cole de los grandes". Manuel no lo sabe, pero ha cerrado una puerta de su vida y está a punto de abrir otra muy importante; en el aula que ilustra esta entrada, Manuel ha pasado muchos ratos y allí las seños Maribel, Justi, Ana, Pepi, Rocío, Julia... le han enseñado cosas importantes y, sobre todo, le han enseñado a saberse valioso para quienes lo rodean, que es la manera mejor de pasar por la vida a lomos de la felicidad. Esta mañana ha ido a despedirse de sus seños: con unos besos, ha cerrado una puerta. Y abre la de otro lugar también maravilloso (la escuela pública) en la que ya le hemos dicho que le van a enseñar a leer, a escribir, a hacer cuentas... Ahora está disfrutando de sus animales, de la piscina, del poder acostarse tarde; pero sabe que cuando el verano esté para terminar el tiene una cita importante, un nuevo camino que se abrirá en su corta vida. Manuel va creciendo, quema etapas, cierra y abre puertas, señala en rojo fechas en su calendario vital, aprende y enseña. Todo como un torbellino de vitalidad.
Ver crecer a los hijos, sentir como dentro del caparazón del niño va cuajando el hombre de mañana, es una experiencia maravillosa. Pero también dramática: cuando uno es padre descubre que el tiempo es una unidad de medida relativa y en todo caso breve, finitivo, veloz... ¡El tiempo de la vida pasa tan rápido cuando se ve crecer a los hijos!
2 comentarios:
Mi hija empieza 4º de carrera y yo creo que fue ayer cuando la dejé en la guardería, envuelta en lágrimas. Mi hijo terminará este año el bachiller. Esto corre demasiado. Cuando su madre y yo hacemos balance y recordamos el pasado, nos parece que sólo han transcurrido cuatro días. Crecen a velocidad de vértigo y saltan, de una etapa educativa a la siguiente, a la velocidad del rayo. Luego, cuando vuelan, siguen siendo "nuestros niños" pero ya han hecho una vida casi al margen de la nuestra. Disfrutad a Manuel mientras tenga los pies en el suelo, antes de que vuele, porque volará antes de lo que podéis suponer. Retratadlo, guardad sus juguetes, sus ocurrencias y sus gracias. Grabad en vuestras retinas su ingenuidad de niño pequeño porque, llegado un tiempo, que es corto, ya casi no os pertenecerá.
Cerrar y abrir puertas, algunas sin que nos enteremos, otras siguiendo los consejos de padres y profes, pero lo importante y en ocasiones se nos olvida es "hacernos presentes". El tiempo vuela pero si estamos ahí siempre tendremos tiempo.
Un abrazo
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