domingo, 1 de julio de 2012

DERECHO A LA FELICIDAD





La gente tiene derecho a un momento de felicidad. Si todas las felicidades son de mentira, ¿por qué quitarle a tantos y tantos millones de españoles la oportunidad de dar rienda suelta a su alegría si la selección española gana la final de la Eurocopa? Sí, puede que esa sea una felicidad efímera, pero cuál no lo es. Sí, puede que a muchos nos gustase que la marea roja y ronca de alegría que dentro de un rato puede inundar las calles de este país se transformase, nada más consumir el fasto efímero de la felicidad, en una marea ronca y roja de rabia que corriese a gorrazos a los políticos y los banqueros poniéndolos en la frontera de los Pirineos. Sí, se pueden poner todos los peros que se quiera a lo del fútbol, pero lo cierto es que la gente a la que la está privando de lo básico tiene derecho a ser feliz por una noche. Ya llegará el momento –inevitablemente llegará, porque no están dejando más salida que el puñetazo sobre el mapa– en el que la España de charanga y pandereta se transforme en la España de la rabia y de la idea. Pero hoy, ahora, lo lícito es desearle a los españoles que puedan brindar y besarse con la alegría que les ofrece el fútbol: el corazón necesita que una sonrisa le susurre que los días pueden volver a amanecer azules. El corazón tiene derecho a que alguien le regale un segundo de gloria y de alegría. Apresado en la red del presente, el corazón tiene derecho a elevar un grito de felicidad.

Muchos de los que esta noche no encontraremos motivos personales para desear que gane la selección, y a los que eso en el fondo nos da igual, queremos que ganen los futbolistas de este país. Para que muchos españoles no tengan que pensar, por un rato, en que cuando el lunes amanezca seguirán en paro y les seguirá recortando la sanidad y la escuela de sus hijos y las medicinas de sus mayores y... Es por ellos por quienes tiene que ganar la selección. No me siento ya identificado con la España vil que se sientan en los salones de plenos, en los parlamentos o en los despachos oficiales, pero sí siento que es mi país el que protesta en las calles y camina con los mineros y el que esta noche, espero, cantará victoria.

(Debo tener un doble italiano que en este momento estará escribiendo este mismo deseo para tanto desesperado como también existe en Italia. Lo siento por él: hoy toca la felicidad para los españoles. O para lo que seamos.)

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