viernes, 6 de julio de 2012

YO SOY ESPAÑOL





Con los jugadores envueltos en la bandera roja y amarilla y gritando lo de “yo soy español, español, español” terminó la fiesta tributada a los campeones de la Eurocopa. Entiendo el patriotismo de los futbolistas: España los ha tratado bien. Es lógico que quieran a un país que les ha permitido expresar sus valores como personas y como equipo; que les ha dado la oportunidad de transformar en algo positivo para la sociedad su esfuerzo, sus facultades, sus conocimientos y su pasión por un trabajo que les gusta y que hacen bien; es lógico que quieran a un país que ve justo que ganen un sueldo al que la inmensa mayoría de españoles no puede aspirar ni en el más delirante de los sueños, un país que hace la vista gorda para que no paguen impuestos; que los ha puesto bajo la responsabilidad de un hombre como Vicente del Bosque, sensato y moderado, razonable, decente, tan distinto a esos cientos de miles de políticos que padecemos como una plaga el resto de los españoles.

El mayor de los campeones es Capdevilla, que nació el 2 de marzo de 1978, y el más pequeño Javi Martínez, nacido el 2 de septiembre del 88. Son hijos de un país que salía del atraso y la dictadura y que quería ser europeo, españoles de la España que trabajó para construir la democracia y el Estado del Bienestar y que creyó que no estaba condenada por ningún existencialismo histórico a vivir en la miseria y la tiranía. Pero estos hombres que han ganado la Eurocopa no tienen nada que ver con tantos y tantos españoles de su misma generación: los campeones son la imagen de una España que se agota en ellos, porque la Selección es solamente el pequeño contrapunto positivo de dos generaciones completas arrojadas al más oscuro de los pesimismos. El triunfo vital y profesional de Iniesta, Casillas o Piqué es el negativo fotográfico de un país descorazonado y desmoralizado donde la única realidad incontestable es la derrota existencial en la que malviven miles y miles de españoles que tienen entre quince y cuarenta años. Xavi Alonso, Cazorla o Torres son la cara de la cruz en la que está clavada la generación de los mileuristas, de los “ni-ni”, de los desamparados, de los desahuciados y empobrecidos, de los apartados, de los burlados, de los desaprovechados, de los derrotados.

Es comprensible que Arbeola y Jordi Alba se envuelvan en la bandera española y griten que son españoles, españoles, españoles: a ellos, España los quiere y los cuida. También se entiende la agitación patriotera de políticos y banqueros: al fin y al cabo, España les pertenece. Lo incomprensible es que se emborrachen de españolismo los que han tenido que volver con sus hijos a las casas de sus padres porque el banco los puso en la calle, los que estudiaron y se formaron y están haciendo las maletas para largarse al extranjero porque aquí están condenados a no poder ganarse la vida honrada y dignamente, los que ven como se van a cerrar los laboratorios en los que investigaban codeándose con sus compañeros internacionales, los que saben que no podrán pagarle a sus hijos una carrera, los que cuando acaben sus estudios sólo podrán trabajar como camareros o trileros o prostitutas en el Eurovegas, los que tienen un hijo enfermo de cáncer y ven como recortan la sanidad que puede curarlo, las dependientas de los comercios que van a trabajar infinitamente más horas a partir de ya, los que ven como cualquier inútil metido a político cobra un sueldo indecente mientras el suyo se recorta una y otra vez. Lo incomprensible es que griten “yo soy español, español, español” todos esos a los que España trata a patadas y para los que ser español no es un orgullo sino una maldición. Una cosa es sentir una fugaz felicidad al comprobar que hay algo en lo que España reconoce el trabajo bien hecho, y otra muy distinta es jalear en el corredor de la muerte, a voz en grito y agitando trapos, nuestra condición de reos abocados a la pena capital de la tristeza y la desesperanza.

(IDEAL, 5 julio 2012)

3 comentarios:

ftz dijo...

Jalear en el corredor de la muerte...nuestra condición de reos...abocados a la pena capital. Abusando de tu amabilidad. y con tu permiso, me gustaría añadir algunas reflexiones.
Yo me siento español, un bicho raro, a nosotros no se nos ha enseñado a serlo. Quizás se daba por sabido o quizás se tenía miedo de saber a qué España ser pertenecía.
Mi generación, que supera los 60 años, tuvo que "luchar" contra muchas ideas preconcebidas que en el peor de los casos fueron dejándose atrás por irreales, falsas, utópicas o inútiles: república, movimiento, comunismo, democracia, fascismo que nos llevaron como nación a guerras crueles que nos mostraron caminos que no debíamos de recorrer y algunas luces que no terminaban de alumbrar.
A pesar de todo, el camino recorrido parecía mejorar nuestra forma de vida, el sacrificio de muchos: cárcel, exilio, emigración, renuncia a sus ideas, consiguió ir mejorando nuestras expectativas económicas y con ellas las culturales y políticas, sin olvidar las religiosas. Progresamos, es cierto, es verdad que nuestros cimientos - como vemos hoy- fueron de barro, pero nos permitieron comer, tener empleos, y acceso a bienes materiales y culturales que quizás a muchos les parecieron suficientes porque si miraban hacia atrás suponían un avance impresionante.
Hoy podemos asombrarnos de ese avance, pero en aquellos tiempos, el carnet de CC.OO, los panfletos de la junta democrática y las ventanas abiertas del Concilio Vaticano II, suponían junto a otras cosas un avance espectacular para aquella sociedad que asomaba los ojos y los oídos a cosas normales en otros países y que empezaban a estar a nuestro alcance.
Pero, y luego ¿qué?
Los que "lucharon" se fueron retirando a sus cuartes, no sé si contentos, satisfechos o desilusionados, pero seguro que expectantes a ese sol que empezaba a iluminar a este país y en el que todos nos sumergimos para disfrutar de su luz.
Pero nos olvidamos de la noche, de las sombrar que vienen según se aleja el sol, no construimos -edificamos sin permisos, sin pensar en que los edificios a medias dejan grietas que el cemento y el yeso no llegan a cubrir y empiezan a aparecer nuevas y entonces la desilusión, primero individual, luego colectivas se va adueñando de nosotros, de nuestro entorno, de nuestra sociedad, de nuestra iglesia, de tantas cosas...
Y ahora, cuando todo se ha quedado en un sueño en un deseo, cuando los mercados son los que marcan las políticas a seguir, cuando no se "discute" de ideas, ni siquiera en los bares, cuando nos vamos hundiendo y miramos para atrás, ¿qué queda?
En mi caso, alguien que intentó mejorar el mundo que se encontró en la medida de sus posibilidades y que ahora a sus 62 años mira al futuro y lo ve difícil, complicado, con cosas que nos unen, un gol, un penalti fallado, pueden parecer pobres, pero unen a la gente en busca de un ratito de felicidad, y nos dice que algunas cosas somos capaces de hacerlas bien y eso que puede ser sólo un principio de salida en la carrera que estamos empezando.
Sí, soy español - y andaluz- y padre y abuelo y muchas cosas que me animan a recordar al joven que empezó a trabajar con19 años y ahora prejubilado disfruta de lo que se ha construido mientras pasea con su mujer y su nieta por las calles de nuestra bella ciudad.
Y la situación a finales de 1960 no era mejor, ni más fácil, era diferente y muy complicada. Por eso soy optimista, un optimista convencido de que con ese grito ¡juntos podemos! veremos resurgir las ideas y el espíritu que nos ha llevado hasta aquí.
Te pido perdón por la longitud, excesiva de este comentario, pero lo he escrito según me ha ido saliendo del alma. Podemos, seguro que si, aunque muchos sufrirán por el camino. Quiera Dios que sea por poco tiempo.
Un abrazo

Manuel Madrid Delgado dijo...

Felipe, aunque puede que no seas consciente de ello, tu mensaje destila mucha más amargura, mucha más desilusión que el mío. Los de mi generación al fin y al cabo "nos lo hemos encontrado todo hecho", pero vosotros tuvísteis que construir las cosas. Sonásteis una realidad más o menos parecida a la del resto del mundo, y la realidad os ha devuelto el sueño en forma de terrible bofetada. Pensásteis que es posible ser español y progresista recogiendo la mejor herencia española, y ahora la derecha vuelve a apropiarse de la idea de España y la agita para dinamitar el bienestar de los españoles; sonásteis con una Iglesia moderna, tolerante y compasiva, y Rouco construye una nueva inquisición sin entrañas ni capacidad para comprender el sufrimiento... Y así con todo.
Siento lo que está pasando por mí, porque siempre fui un idealista; lo siento por mi hijo, al que le están poniendo muy negro el futuro; pero lo siento y mucho por los que lucharon por la democracia en plena dictadura. Ellos, vosotros, sois los grandes derrotados.
Saludos.

ftz dijo...

Tienes razón, nosotros somos los grandes derrotados, pero siempre tenemos los ejemplos de personas, como Mandela en tu comentario de hoy 19 de julio, que nos animan a pensar en las maneras de evitar el pesimismo y el triunfo de las diferentes inquisiciones que saben esconderse y esperar su momento para hacernos retroceder muchos años.
Un abrazo