jueves, 26 de agosto de 2010

Cartografías de verano. JAÉN SEGÚN MACHADO




EL REFUGIO GIENNENSE

Para Antonio Machado, arribar en Baeza allá por el otoño de 1912, fue una especie de salvación. Salvación física, sin duda, y probablemente también salvación espiritual, que vino impulsada por el éxito de Campos de Castilla. El mismo reconoce en una carta a Juan Ramón Jiménez que después del calvario padecido por la muerte de su mujer «había pensado pegarse un tiro», y que si no lo hizo fue porque el éxito del libro lo convenció de que no tenía derecho a aniquilar la fuerza útil que había dentro él. Y en ese estado de ánimo, abatido internamente, desolado, Baeza se convierte en un refugio de soledades desde el que repensar su vida y su obra, adentrándose definitivamente en la senda de la filosofía.

Siete años permaneció el bueno de don Antonio recluido en la atalaya baezana, aparentemente lejos de la vida social y cultural que bullía en el Ateneo madrileño, pero cerca de los grandes acontecimientos históricos que se ventilaban gracias a su abundante correspondencia con algunas de las más preclaras mentes del momento. Siete años de estancia en tierras de Jaén que le permitieron acercarse, conocer y descubrir la sosegada belleza de este pedazo de la Alta Andalucía y, también, enrabiarse con su turbia realidad social y espiritual. Esa distinción entre lo moral y lo natural está presente en las distintas maneras que Antonio Machado tiene para describir su particular geografía jiennense.

Mucho se ha contado la terrible impresión que el poeta tuvo cuando su tren llegó a la Estación de Linares-Baeza y pensó que aquel conjunto de casas, gris y apartado de toda belleza, era su destino como profesor. Tal vez aquella impresión no acabó nunca de írsele del fondo del alma, y su visión de la realidad de Jaén quedó marcada por esa primera visión tras el viaje que lo traía desde la desgarradora pérdida de Leonor hasta la reclusión en un mundo apartado de toda corriente cultural. Porque en varias cartas –en una dirigida a su amigo José María Palacio, de las primeras que escribe en Baeza, a finales de 1912; en otra dirigida a su admirado Miguel de Unamuno, ya en el verano de 1913– muestra una visión desolada de la realidad baezana y, por extensión, de toda la comarca, que llegaría a conocer bien, y de toda la provincia. “Esta es una tierra casi analfabeta”, le dice a Palacio, reconociendo después que al menos “la gente es buena, hospitalaria y amable”. Pero ese reconocimiento delas virtudes de los baezanos, no le impiden ver su atrofia espiritual, que nos le impide ver más allá de la política y del juego: “inquietudes espirituales, no existen; afán de cultura, tampoco”, y todo ello le lleva a afirmar que pese a que esta tierra tiene una riqueza desconocida en Soria, en su amada Soria, la pequeña ciudad castellana le gana a las tierras jiennenses en superioridad moral. Este terrible juicio sobre nuestra realidad lo repetiría, extendido, a Unamuno, al que le confiesa que no le faltan motivos para amar esta tierra en la que nació –ya entonces debía el poeta estar ganado por la inexcusable belleza del «campo» de Baeza– pero reconociendo la superioridad espiritual de las pobres tierras del Alto Duero. Al rector de Salamanca le confiesa que pese al importante tejido educativo de la ciudad, la inmensa mayoría de la población no sabe leer ni escribir y que en la única librería del pueblo sólo se venden “tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos”; que pese a ser esta de la Loma la comarca más rica de Jaén, Baeza está “poblada de mendigos y señoritos arruinados en la ruleta”; que es una ciudad levítica en la que no hay ni un gramo de religiosidad pese que “hasta los mendigos son hermanos de alguna cofradía”. En definitiva, una “población rural encanallada por la Iglesia y completamente huera”, de la que sólo salva, con su piadosa mirada sobre los humildes, “al hombre del campo que trabaja y sufre resignado”. Que con este punto de partida, Antonio Machado fuese capaz de construir una de las más bellas geografías poéticas que nunca se hayan hecho de las tierras de Jaén, ya es todo un mérito.

UNA MIRADA HACIA EL INTERIOR DE LA BELLEZA

Porque la realidad última es que más allá de esa podredumbre social y moral que detectó en los pueblos y ciudades de La Loma y de toda la provincia, Antonio Machado desplegó una mirada de ternura sobre la tibia belleza de esta tierra. Y también sobre sus gentes desamparadas, y tanto es así que al pasar por Torreperogil y contemplar el estado de postración de sus habitantes, no duda en calificar la ciudad como «burgo sórdido», «basurero», exigiendo a los cañones de Von Klunck que por entonces asolaban los campos de Flandes y Francia que destripen esa falsa casa de piedad que era el asilo para que todo el mundo pueda contemplar la miseria que sus muros guardan dentro. Este conocido poema es el único en el que late una denuncia social y moral tan explícita, porque todos los otros dedicados a las tierras jiennenses son propios de alguien que reconstruye una cartografía esencial de los sentimientos ligados al paisaje y la naturaleza y a sus ritmos eternos.

«Los alegres campos de Baeza» lo invitan a rendirse ante la evidencia que implica la realidad no humana de Jaén, que al final acabará unida a su alma tremente si no con la fuerza con la que lo hizo la tierra soriana sí con la suficiente capacidad de remover en su interior potencias vitales importantes. La pluralidad de bellezas del campo de Jaén permite que Antonio Machado se identifique con aquellas que mejor casa con su alma desolada tras la muerte de Leonor: «los montes duermen/ envueltos en la niebla/ niebla de otoño, maternal», diría con la tristeza definitoria que descubrirá en los campos de Baeza, a los que amaría tanto que les prometería soñar con ellos cuando nos los viera. Y estos campos de la tierra suya, “bordados de olivares polvorientos”, le permiten pasear, de Baeza a Úbeda, en el mítico camino de la encina negra, “triste, cansado, pensativo y viejo”,que es como se siente y como acabaría definido ya para el resto de sus días, con una personalidad hecha a la forma y manera de los olivos: «olivo solitario,/ lejos del olivar, junto a la fuente,/ olivo hospitalario.»

Y así, en las noches de otoño, en los aguaceros que siente repiquetear en los cristales de la ventana de su casa baezana mientras lee a Bergson, el poeta amolda su visión de Jaén a su estado espiritual. Pero sale, y anda, y recorre caminos y asciende hasta las fuentes del Guadalquivir y se pasma con la belleza de la serranía de Tíscar, y aprende a sorprenderse ante la majestuosidad –ruinosa al cabo, pero majestuosidad– de los grandes edificios de Úbeda –«reina y gitana»– y de Baeza –«pobre y señora»–. Y se pasma ante la infinita perspectiva que el campo dibuja teniendo como telón de fondo la mole pétrea de Mágina y de Cazorla y sabe que esa visión ha quedado para siempre unida al fondo de su alma poética: ¿sabemos si, tal y como predijo, soñaba con el campo de Baeza cuando dejó de verlo, cuando marchaba al exilio, derrotada y vencido pero no humillado? Es necesario, sí, reconstruir esa cartografía machadiana de Jaén, esa ruta interior de descubrimientos de una belleza construida con los haces de lo íntimo y lo pequeño. Pero no para rendir tributo a los nuevos parámetros del turismo, sino para restaurar una visión moral, poética, de esta tierra nuestra. Ojalá que San Cristobalón nos deje beber en ese velón de aceite.

(Publicado en IDEAL el 15 de agosto de 2010)

2 comentarios:

Uvejota dijo...

Amigo Manolo.
¡¡Joé… tío, que conocimiento más profundo del pensamiento de Antonio Machado!!
¡¡Qué barbaridad la forma de interpretar sus escritos!!
¡¡Parece como si fueses contemporáneo del Sr. Machado y éste se confesara contigo!!
¡¡Cuanta admiración, envidia, respeto y sobre todo cultura me proporcionan tus escritos!!
¡¡Qué pena no tener treinta años menos, y siguiendo “tu pensamiento y expresión literaria”, poder un día conseguir que otros dijeran de “uvejota”, con respecto a “Manolo Madrid”, lo que yo pienso de él con respecto a Antonio Machado!!
P.D. Aunque sigue siendo muy pequeño el tipo de letra que utilizas ante a mi ya cansada vista, no puedo resistirme a leerte, (es cuestión de acercarme más al ordenata, jejeje…)
Lo que nadie va a conseguir, por ahora, es privarme del placer de la lectura de: “Otro Camino” (Titulo éste que algún día me gustaría saber porque fue escogido para identificar tu blog, aunque cada vez, a través de cuanto leo, estoy más cerca de conocer el pensamiento y la personalidad de su autor).
Un abrazo
v.j.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Muchas gracias por tus comentarios. Me sobrevaloras.
Un abrazo.