jueves, 5 de agosto de 2010

BIENAVENTURANZA DE LA FELICIDAD






«Es preferible que muera este hombre, a que todo el pueblo se incendie en la hoguera de la felicidad imposible y tengamos que imponer a fuerza de espada el orden mísero de lo cotidiano», dijo el sumo sacerdote mientras miraba a su alrededor. Los miembros del sanedrín bajaron la cabeza lentamente, en señal de asentimiento. Por unanimidad, el hombre feliz había sido condenado a muerte y se prepararon las hordas necesarias para apresarlo, las piedras justas para lapidarlo, las leyes que justificasen su asesinato, los artículos de prensa que explicasen el grave peligro que su felicidad suponía para la paz y la tranquilidad de los hombres. La maquinaría de la muerte y de sus razones funcionó sin descanso aquella madrugada para que al amanecer todo se hubiera consumado.

Él, ajeno a lo que se tramaba a sus espaldas, había cenado con sus amigos. Las risas, el cordero, las gambas recién cocidas, el vino fresco, la fruta sabrosa del verano, el pan tierno de cada día, habían servido de excusa para las risas y los recuerdos y las esperanzas, mientras una música ambigua de violines marchitos ponía un fondo pálido a la que sería su última cena. A él, la boca de María Magdalena le sabía sangre y a cuerpo caliente, a eterna alianza.

Al terminar, se retiró a la playa. Le gustaba sentarse en la orilla, hundir los pies en la arena húmeda y mirar hacia el infinito oscuro en el que rítmicamente brillaba la espuma de las olas bajo las constelaciones cuajadas con millones de estrellas. El rumor del mar lo elevaba por dentro, lo empinaba en su felicidad. Así los sorprendieron los captores. «¿Eres tú el hombre feliz?», le preguntó el capitán de la guardia. Levantó la cabeza lentamente, sorprendido de que alguien pudiera romper la belleza del universo y la paz del alma, la serenidad de la noche de agosto. «Tú lo has dicho». El capitán le escupió y besó su labio con un puñetazo: «Apresadlo. Es este a quien buscamos».

Estaban fríos los atrios de la noche. ¿Cuánto quedaba para la salida del sol? En algún patio cercano cantaban los gallos. Una. Dos. Tres veces.¿Los oiría María desde el dormitorio al que él no regresaría nunca? Pensaba en ella, en su carne tibia, en los amigos. «Hay que buscar la felicidad en lo pequeño de cada día. Ningún otro derecho es tan sagrado como el de ser felices, ninguna búsqueda es más importante que la búsqueda de la felicidad y ningún dios, ni ninguna ley, ningún código puede acabar con esa llama que dignifica el fondo de cada hombre. Bienaventurados los felices, porque ellos vencerán a la muerte». ¿Cuánto hacía que había pronunciado aquellas palabras? Las recordaba mientras los sacerdotes y los tribunos hablaban a su alrededor, mientras gritaban acusándolo de sembrar en medio de la tristeza de los hombres la duda de la felicidad, mientras los poderosos pronosticaban todo tipo de catástrofes si se abandonaba la sumisión al gris discurrir de los días sin pulso ni esperanzas. «¿De qué se me acusa?», les preguntó mirándoles a los ojos. «Has delinquido contra las leyes de la naturaleza, que es cruel y desolada. ¿Tienes algo que decir en tu defensa?» Le quemaban los recuerdos. Y el miedo a morir. Le quemaba la herida del labio. «Tengo sed». Los jóvenes sacerdotes se levantaron, impacientes, y cogieron las piedras para lapidarlo allí mismo. Él los miró sonriente, abandonado ya. «El que esté libre de felicidades, que tire la primera piedra»... Sintió un golpe en la espalda. Y luego otro. Y otro... Pero él ya estaba con María Magdalena caminando por las orillas de la mar.

(Publicado en IDEAL el 4 de agosto de 2010)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico, perfecto, bellísimo, de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Enhorabuena.

Antonio M. Medina Gómez dijo...

Eres un pozo lleno de felices momentos. No te seques.

Un feliz abrazo, amigo Manolo.

Lorite dijo...

Desde luego que no tiene desperdicio. Eres un fenómeno.

Anónimo dijo...

Una pasada de artículo. ¿Cuándo se van a recopilar todos tús artículos en un libro?

Manuel Madrid Delgado dijo...

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.