jueves, 31 de diciembre de 2009

UNO MENOS






He mirado el taco del almanaque ya tan viejo de 2009, con el montón grande de los días pasados y el brevísimo de este único día que le queda al año agonizante, y he mirado también el taco todavía envuelto de 2010, intacto sobre la mesa y tan distinto de aquél gastado por los dedos que han pasado las páginas suavemente, cada mañana, sin conciencia de que cada página que pasaba era un día que se borraba de nuestro futuro y acrecentaba el pasado, que es tal vez la única región que habitamos siempre, el país imposible del tiempo ido, de lo vivido, la cartografía de las horas y los afanes conocidos que sólo puede recorrerse una vez y que se desmorona a medida que se camina por ella como un mapa de seda, la patria caduca de 2009 que es la del nacimiento de un hijo y de la alegría tan viva de verlo crecer y reír y comenzar a hablar y andar, también la de la certeza triste de los que se han ido quedando en las páginas dobladas del calendario, sin que hayamos grabado sus nombres en la página del último día que vivieron porque en el fondo todo lo que muere pasa y al final es olvido la vida y mentira la memoria y porque esas páginas ya las teníamos llenas de trajines, citas, reuniones o compromisos que tuvieron tal vez que aplazarse momentáneamente para que pudiésemos decirle adiós –entre prisa y prisa– a los que se nos murieron muriéndonos con ellos un trozo de nosotros, y termina el año cargado de obligaciones y muertes y alegrías que al final son ceniza, o papel quemado que no sabemos ni podemos conservar, otro año ido que a medida que vayamos envejeciendo será puramente recuerdo cada vez más incierto y diluido, y que por eso duele en el costado, porque sabemos que lo hemos vivido y que no lo viviremos más, y miro los dos almanaques juntos, el que habrá que quitar mañana y el que mañana habrá que instalar en su efímero reinado de horas imparables y me acuerdo de El Viejo, que cada tarde del 31 de diciembre, cuando cerraba el portalón de La Trinidad, decía “uno menos”, nunca “uno más”, porque el tiempo en realidad no suma, porque el tiempo siempre resta y merma vida, porque cada segundo que vivimos nos envejece y por eso nos acerca paso a paso al último segundo, donde no hay fiestas que nos esperen ni campanadas felices ni copas de cava elevadas sobre las risas y las emociones, uno menos, siempre uno menos, aunque el ritual de la felicidad nos brinde la efímera ilusión de creernos eternos, inmunes a la definitiva posesión que sobre nosotros ejercerán “los vastos jardines sin aurora”, y por eso ahora leemos el periódico que ya es pasado como nosotros mientras apuramos el café, felices por haber resistido un año más, por estar asomados a la barandilla de 2010, sintiendo que en nosotros repica no sabemos qué espejismo de alegrías claras como los ojos de Manuel, un coro diáfano de uvas marinas que nos dice que sí, que pese a todo, que pese a tanto derroche de tiempo como se escurre entre nuestros dedos, ha merecido la pena llegar hasta este día, hasta esta noche y que mañana, necesariamente, será un día nuevo para un año que deseamos mejor, si fuese posible.


(Publicado en Diario IDEAL en el día de hoy, Nochevieja de 2009)

miércoles, 30 de diciembre de 2009

REVITALIZAR




En relación con el centro histórico –el maltrecho, el malherido centro histórico de Úbeda– ya sabemos que el verbo más usado es “revitalizar”. Antonio Almagro, refiriéndose a la casta política ubetense y a su política en la zona monumental, resumía más o menos el programa usado en un “Yo revitalizo, tú revitalizas, él revitaliza...” Pero ocurre que mientras todos se dedican a revitalizarlo, el centro histórico ubetense se está convirtiendo en un lugar en el que es casi imposible vivir.

Cuando este artículo salga a la luz ni siquiera será posible realizar algo tan fácil y cívico como comprar un periódico en todo el recinto intramuros: para entonces, habrá cerrado la Librería “El Candil”, porque su dueño, José Carlos Moral, está harto de revitalizaciones del centro histórico que no hacen sino maltratar a quienes en él habitan o trabajan. Ni centros médicos, ni colegios, ni kioscos... la Úbeda antigua se está convirtiendo en un lugar fantasma, con más de cuatrocientas casas deshabitadas y con una ausencia pasmosa y preocupante de servicios. Los únicos servicios que en realidad se mantienen allí son los que deberían haberse sacado a la zona moderna de Úbeda: la comisaría, el juzgado... Y mientras las iglesias agonizan comidas de ruina y humedades, mientras los palacios se desmoronan, mientras las casas que tienen decenas o cientos de años esperan a ser pasto de la piqueta, mientras se cierran negocios, mientras otros negocios tienen que esperar meses y meses a que se tramiten sus licencias de apertura o los heroicos vecinos que compran una casa en esa zona padecen todas las furias de la administración para algo tan simple como tirar un muro –sí, la misma administración que destruyó Santa María o que levantó el lateral de los juzgados–, mientras todo eso ocurre, la revitalización del centro histórico pasa por montar fiestas y ruidos y por levantar viviendas. Pienso en los antiguos cuarteles de Santa Clara o de Santo Domingo, donde la Junta de Andalucía, consciente de que el recinto histórico de Úbeda está sobrado de servicios, no ha tenido mayor ocurrencia que planificar más viviendas, en este caso de protección oficial.

En mis cortas luces creo que lo correcto para las VPO sería llegar a acuerdos con los propietarios de tantos bloques como se han quedado vacíos después de que explote la burbuja del ladrillo, para que la administración adquiera esos pisos y luego los venda debidamente protegidos. Pero aquí se opta por lo fácil –y rentable–, que es hacer más pisos. ¿No hubiese sido más sensato levantar un colegio de Primaria en el palacio de los Condes de Gavia o trasladar allí el IES “Francisco de los Cobos”, ubicando en las instalaciones de éste un centro de salud? ¿Qué se necesitaba más en el viejo cuartel de Santo Domingo, nuevas casas o una guardería? No, más pisos: aunque haya cientos vacíos en los alrededores del Parque Norte o en la zona del León o en las avenidas de la zona norte. (Precisamente en la zona norte, en un amplio solar donde antaño se ubicó el almacén de Obras Públicas, la Junta se va a dedicar a levantar más pisos en lugar de construir un edificio que albergue algunos de los servicios públicos que tanto necesita esta ciudad.) Aunque haya decenas de casas al borde de la ruina en el mismo centro histórico, sin que nadie las compre porque nadie se atreve ya a someterse a los arbitrios caprichosos de una administración que mide con raseros distintos sus intervenciones en los edificios y las calles históricas y las intervenciones de los particulares.

He visitado ciudades realmente hermosas y bien cuidadas –sin duda mucho más que Úbeda– donde los centros históricos permiten la convivencia entre los negocios y los vecinos, que no se sienten maltratados ni tienen que desplazarse un par de kilómetros para ir al médico, llevar a sus hijos a la escuela o comprar un periódico. Son ciudades en las que los monumentos –iglesias, palacios, teatros– están insertas en un contexto urbano que las respeta y las mima, todo lo contrario que lleva sucediendo en Úbeda desde los años 60, donde cualquier intervención que se realiza lo que provoca es una descontextualización de los edificios históricos, convertidos cada vez más en gimientes testigos de un pasado en el que esta ciudad fue bella. No sé si esas ciudades que cuidan y protegen sus centros históricos están revitalizadas o no, pero creo que están llenas de vida. Me gustaría que Úbeda se pareciera a ellas, pero mucho me temo que la causa del patrimonio histórico en Úbeda es ya una causa perdida, porque nuestros bienes monumentales y su entorno están gravemente enfermos y no parece que los responsables políticos tengan más interés que el de herirlos de muerte. No sabemos si para abreviar la agonía o para dejar su huella en la historia de nuestro pueblo.

(Publicado en IBIUT, núm. 165, Año XXIX, diciembre 2009)

martes, 29 de diciembre de 2009

REYAS MAGAS




Los excesos del feminismo están provocando un resurgir del machismo, que por otra parte nunca se ha ido. Pudiera ser que el tiempo histórico no fuese ni lineal, como pensamos los occidentales desde la irrupción del cristianismo, ni cíclico, como piensan las culturas orientales y pensaban las culturas clásicas grecolatinas, sino simplemente pendular, y que los excesos de un lado tuviesen como respuesta un viaje precipitado del péndulo hasta el otro extremo, viviéndose épocas de mesura y cordura sólo durante el breve tramo central del viaje pendular. El patriarcado y el machismo tuvieron como sana respuesta el feminismo, que reivindico la igualdad de derechos (también de deberes) entre hombres y mujeres. Pero el feminismo viajó hasta uno de los extremos de la curva pendular, pretendiendo un juicio universal sobre los hombres y tratando de imputarles todos los crímenes padecidos por las mujeres desde que el mundo es mundo, los pasados y los que todavía padecen muchas mujeres. La consecuencia, claro, es que las voces sensatas comienzan a hablar y a decir las evidencias que no quieren verse, con el objetivo de que el péndulo se mueva hacia las zonas templadas de su curvado viaje, pero con el riesgo de que alcance nuevamente un extremo opuesto al actual. Pero como el péndulo sigue todavía en la lado del feminismo –que no postula la igualdad entre hombres y mujeres sino lo contrario del machismo, o sea la superioridad de las mujeres sobre los hombres– sobre estas voces sensatas recaen de inmediato toda clase de condenas, juicios y prejuicios.

El machismo sigue vivo, lo he dicho, y se muestra en el calvario padecido por María José Carrascosa en los Estados Unidos: machistas son las palabras del juez, machistas las reacciones poco afortunadas de algunas asociaciones de padres. Pero la otra cara de la moneda, el otro extremo del péndulo, viene dado por una Ley de Violencia de Género que cada vez provoca más reacciones sensatas que piden su revisión, porque deja en desamparo a los hombres, porque ampara las denuncias falsas –le guste o no a las asociaciones feministas esto es meridianamente cierto– y porque invierte la carga de la prueba, ya que ante una acusación de ese tipo es el hombre el que tiene que probar su inocencia. A mí los hijos de puta que maltratan a sus mujeres no me merecen ningún respeto y soy partidario de que se pudran, literalmente, en las cárceles. Pero sigo convencido de que es preferible que haya mil culpables sin condena a un solo inocente condenado, y una ley que está favoreciendo la condena de inocentes –no hablo sin saber: yo conozco un inocente condenado– merece ser revisada. Urgentemente. Pero ocurre que cuando alguien dice esto, como el juez Serrano de Sevilla, carga contra él la caballería pesada del feminismo, que en lugar de trabajar juntamente con tantos hombres que repudiamos el machismo, lo que hacen es despreciarnos por el simple hecho de haber nacido tales hombres, instaladas en la falsa superioridad moral del victimismo.

Pero yo, hoy, no quería hablar de cosas tan trascendentales. En realidad quería quedarme en el tema de los Reyes Magos y de las personas que los encarnan. Así que a lo que iba: en Úbeda se presentaron más de cuarenta personas –entre ellas cinco mujeres– para el sorteo de Rey Mago, que se celebró el día 23. Los afortunados con la mágica corona fueron tres hombres, y ya andan por ahí algunas mujeres diciendo que para cuándo mujeres Rey Mago.

¿Mujeres Rey o Reya o Reina Mago o Maga? Pues yo, que no soy machista ni nada que se le parezca, ni retrógrado, ni patriarcalista ni nada parecido, no lo veo, que quieren que les diga. Y creo que lo sensato es que para el “puesto” de Rey Mago sólo puedan presentarse hombres. Porque vamos a ver: primero, los críos no son tontos, y si cuando los Reyes los reciben la tarde del 5 de enero les habla una mujer, pues saben que algo falla y a mí no me gustaría que ninguna mujer le rompiera la ilusión a mi Manuel; y segundo, habrá que decir de una vez que para estas cosas testimoniales, simbólicas, festivas, no hay problema en que los hombres participen de unas y las mujeres de otras, y que no debe haber problema para que los Reyes Magos sean hombres de igual manera que no lo hay para que las mujeres –y sólo las mujeres– puedan ser falleras mayores, reinas de las fiestas allá donde estas costumbres existen, alcaldesas de Zamarramala o cosas similares.

Una mujer tiene –o debe tener– los mismos derechos que un hombre. Debe cobrar el mismo sueldo por igual trabajo. Las mismas oportunidades para promocionarse social y profesionalmente. La misma libertad libre de prejuicios para acostarse con quién le de la gana. Una protección laboral específica para sus periodos de embarazo y maternidad, protección que objetivamente no cabe en el caso de un hombre. Todos los derechos que le han sido negados a lo largo de la historia. Pero una cosa es eso y otra muy distinta sería montar un pollo porque alguien, con dos dedos de cuerda frente, dijera que sí, que los Reyes Magos sólo pueden ser hombres. Porque si por esto se enfadan las feministas, femilistas o feminazis, que diría Pérez Reverte, pues habrá que postular entre los carnavaleros de Cádiz que los hombres exijan “su derecho” a vestirse de piconeras en el Carnaval y en ese plan.

viernes, 25 de diciembre de 2009

FELIZ NAVIDAD






"Conociendo, pues, la honestísima Virgen la hora de su parto, José salió fuera, que no le pareció justo asistir personalmente a tan divino sacramento. María, descalzándose las sandalias de los benditos pies, y quitándose un manto blanco que la cubría y el velo de su cabeza, quedándose con la túnica, y los cabellos hermosísimos tendidos por las espaldas, sacó dos paños de lino y dos de lana, limpísimos y sutiles, que para aquella ocasión traía, y otros dos pequeñitos para atar la divina cabeza de su Hijo… Como tuviese todas estas cosas prevenidas, hincándose de rodillas, hizo oración, las espaldas al pesebre, y el rostro levantado al cielo, hacia la parte del Oriente… Estando en esta oración sintió mover en sus virginales entrañas su soberano Hijo, y en un instante le parió y vio delante de sus castos ojos… El Niño entonces, llorando y como estremeciéndose por el rigor del frío y la dureza del suelo, extendía los pies y las manos buscando algún refrigerio, y el favor y amparo de su Madre, que, tomándole entonces en sus brazos, le llegó a su pecho, y poniendo su rostro con el suyo, le calentó y abrigó con indecible alegría y compasión materna. Púsole después de esto en su virginal regazo, y comenzó a envolver con alegre diligencia, primero en los dos paños de lino, después en los dos de lana, y con una faja le ligó dulcemente el pequeñito cuerpo, cogiéndole con ella los brazos poderosos a redimir el mundo; atóle también la soberana cabeza por más abrigo, y hechas tan piadosas muestras de su amor materno, entró el venerable José."

LOPE DE VEGA ("Pastores de Belén", 1612)

jueves, 24 de diciembre de 2009

OJALÁ LA NAVIDAD






Ojalá que para hoy no tuviésemos gastadas todas las palabras –gastadas como cantos lamidos por los océanos, como yunques viejos–, para que al decir “felicidad” deseáramos exactamente eso y no otra cosa, ojalá no estuviesen manidas todas las felicitaciones ni agostados los deseos y pudiese ser verdad un brote de no sabemos qué ternura para poder curar las heridas del mundo.

Ojalá que en esta Nochebuena se pudieran encontrar gestos más sencillos, alimentos compartidos y vinos generosos, risas sin acento ni posturas esdrújulas, quién pudiera caminar y volver a un origen perdido entre anuncios de televisión y refinamientos de una familiaridad cosmética e impostada.

Ojalá fuese posible volver a ser aquellos niños que fuimos y tener todavía restos de serrín entre las uñas, con nervios y con zapatos en la recámara del corazón y con promesas de enero en los ojos, y pudiéramos pasarnos la tarde de este día de diciembre –tan triste de recuerdos que no se puede ser más feliz– leyendo en el brasero, navegando por mundos fantásticos que nos transportaban lejos del ruido cálido de la cocina en la que nuestra madre se afana siempre entre pucheros y copas relucientes, ojalá.

Ojalá la melancolía desatase cadenas y nos desnudase de ataduras, y nos permitiera encontrarnos con nosotros mismos cuando el gallo cante esta medianoche, más libres, más puros, ciertamente más viejos, pero todavía con ilusiones mantenidas desde aquellas Navidades en las que fuimos niños y sabíamos que la felicidad es fácil y abundante si uno renuncia a las complicaciones y la derramábamos a manos llenas, ojalá nos encontrase la Nochebuena turbados de alegría, casi inocentes y con alguna esperanza sostenida entre las manos como un presente incierto para un Dios que quiere nacer en el silencio de la madrugada fría y la lluvia mansa.

Ojalá esta noche fuese posible el milagro y mañana amaneciese pan para todos los niños del mundo, agua para tantos pozos secos, juguetes para que los padres que nada tienen puedan regalar una sonrisa a sus hijos, ojalá mañana no despertasen hogares sin ilusión, ojalá fuese posible el amor que se encarna en un misterio cósmico custodiado de ángeles y pastores asombrados.

Ojalá guardásemos en nuestros corazones la limpieza con la que Manuel mira el mundo, la sorpresa infinita con la que toca todas las cosas, ojalá conservásemos el llanto sin maldad con el que protesta cuando se tuercen sus planes, la cristalina risa con la que alegra los días y los llena de luz, ojalá Manuel entendiera que hoy es Nochebuena y que yo no tengo nada mejor que él mismo para desearles a tantos como quiero que sean felices, o que al menos lo intenten, o que no se resignen a dar por perdida una batalla por la felicidad que cobra sentido cuando la Nochebuena nos trae, cada año, la vida concentrada en un frasco de emociones intactas que sólo se romperá cuando nosotros nos vayamos y no volvamos más.

Ojalá mañana fuese feliz la Navidad.

(Publicado en Diario IDEAL en el día de hoy, Nochebuena de 2009)

martes, 22 de diciembre de 2009

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA






A estas horas todos pensamos que hoy puede ser nuestro día y que dentro de un rato los niños de San Ildefonso cantarán el número de algunos de los décimos que jugamos. Es curioso que este país en el que cada uno quiere tirar por su lado y su cuenta se arrejunte en este afán de soñar y desear que es el 22 de diciembre. Y es curioso –y seguramente hasta estúpido– que pongamos nuestras ilusiones en manos de esa casualidad que es que dos bolas coincidan y sean cantadas, pero es que la ilusión no deja de ser eso: una magnífica estupidez patrimonio de los que todavía tienen un trozo de corazón como de niño.

Me encantan las vísperas, las horas previas a todo lo que puede resultar importante, los momentos en los que uno todavía construye castillos en el aire. ¿Verdad que hoy es un día “bonito”, aunque al final acabemos conformados con tener salud, que no es poco? No sé, a mí este soniquete de las pedreas (¡cuánto se echa ahora de menos la vieja peseta y se aborrece el euro maldito!) me hace viajar en el tiempo, hasta aquellas Navidades de mi niñez que comenzaban tal día como hoy y no el de Todos los Santos, como ahora ocurre. Y me pone feliz y me permite soñar, imaginar lo que haría si me tocase la lotería. Vamos, que con esto del Sorteo de Navidad me ocurre, más o menos, lo que a todos vosotros.

Hoy puede ser un gran día. ¿No tenemos todos ese presentimiento? Ojalá pudieran cumplirse los mejores sueños de todos nosotros; pero como al final sólo pueden cumplirse los de un puñado de españoles (a los que la Fortuna les da un beso con lengua de los que no se olvidan) pues si no son los nuestros los que se cumplen, que sean al menos los sueños de los que más necesitados andan de ayuda.

Hoy puede ser un gran día, duro con él. Y brindemos aunque no nos toque el Gordo, porque estamos vivos y tenemos la oportunidad de ser felices.

viernes, 18 de diciembre de 2009

RADICALES Y CORRECTAS




Un alumno negro denuncia al decano Coleman Silk aduciendo que ha pronunciado en clase palabras de contenido racista. Comienza así el calvario de Silk: muere su esposa y tiene que abandonar la docencia, machacado por lo políticamente correcto. Después inicia una relación con Faunia Farley, una humilde limpiadora que intenta sobreponerse a una terrible tragedia, y de nuevo la sospecha de los correctos se cierne sobre él.

Ese, más o menos, es el argumento de La mancha humana, la novela en la que Philip Roth arremete contra el pensamiento políticamente correcto, encargado de impedir “que el nivel más bajo de pensamiento imaginativo acceda a la conciencia”. Ese pensamiento basado en la zafiedad pseudofilosófica de la corrección formal ampara una forma nueva de vulneración de derechos y libertades fundamentales: basta con que una acusación esté amparada por las ideas de lo políticamente correcto para que se convierta en verdad, sin necesidad de juicio previo. Se ha trazado así una trinchera muy peligrosa desde la que “los vigilantes voluntarios de un sectarismo político del que ya no están a salvo ni las opciones más personales de la vida” (Muñoz Molina dixit) estigmatizan a todos aquellos que se resisten a plegarse a sus siniestras oquedades. En La mancha humana también está presente el escándalo moral que supone el que un tema como el de las mamadas de Monica Lewinsky acapare los esfuerzos e iras de los fariseos, mientras hay “decenas de millones de personas corrientes condenadas a sufrir una privación tras otra, una atrocidad tras otra, un mal tras otro”. Se trata en realidad de un modo de actuar muy corriente entre los imbuidos por lo políticamente correcto, un pensamiento estúpido que renuncia a la razón y la sensatez y que se embriaga con el tabú de las palabras o los símbolos, como si proscribiendo un lenguaje o una simbología se modificara la realidad.

Hemos visto como las feministas claman al cielo y exigen venganza –la justicia no cabe en lo políticamente correcto– porque la propietaria de una tienda de lencería, en Martos, ha puesto a una chavala estupenda en su escaparate para promocionar la ropa interior. Coincide la noticia con el hecho de que el juez Miguel Sánchez Gasca alce su sensata voz contra “el radicalismo de género”, a raíz de que una denuncia de inexistentes malos tratos haya paralizado la posibilidad de que un padre comparta la custodia de sus hijos. Cuando lo políticamente correcto se apodera de la ley los derechos y libertades quedan a la intemperie. Y las feministas han dejado desnudo el derecho a la presunción de inocencia y a un juicio justo para muchos hombres. Conozco a quien ante una denuncia falsa y sin pruebas durmió en el calabozo y a la mañana siguiente, en un juicio rápido, tuvo que declararse culpable, evitando así varias semanas de prisión preventiva. El feminismo ha abierto una causa general contra los hombres, como si fuésemos responsables de todos los crímenes cometidos padecidos por la mujer desde los tiempos de Eva.

(Publicado en Diario IDEAL el día 18 de diciembre de 2009)

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS





El fin de semana terminé de leer La noche de los tiempos, de Muñoz Molina, y tengo que reconocer que se me ha quedado en la boca un extraordinario sabor literario. Porque resulta que esta novela monumental –ahora estoy todavía más convencido de que el valor de esta obra crecerá a medida que pasen los años– puede leerse de muchas maneras. Puede leerse como una obra reflexiva sobre uno de los periodos más convulsos de la historia de España, y en este sentido es una obra valiente y necesaria, que no escamotea conflictos éticos y políticos de primera magnitud. Puede leerse también como una historia de amor en Judith Biely e Ignacio Abel, los protagonistas principales. Pero en ambos casos la novela se queda coja, o al menos eso pienso yo. Porque sobre todo la novela tiene que leerse como un monumento literario: hay capítulos, pasajes, párrafos, en los que se tiene la certeza de que no se puede escribir mejor, de que es difícil exprimir con tanta maestría los recursos que el español ofrece para la belleza.

Ciertamente esta manera de leer no es la más apropiada para zambullirse de lleno en la trama de una novela. Y puede que sea un vicio de lector, que anda leyendo para rastrear herencias o para intentar componer en el cerebro el proceso de encaje de las muchas piezas corales que concurren en las páginas de La noche de los tiempos. Pero hay algo en este libro de Muñoz Molina que evita el engolfamiento en ese vicio puramente estético: es la construcción de los personajes. A medida que avanzamos en la novela, los personajes crecen y notamos como se nos escapan de las manos y van cobrando vida propia. Es difícil conseguir esto en cualquier personaje, pero sobre en algunos personajes secundarios, como don Francisco de Asís, el suegro de Ignacio Abel, que adquiere cuerpo y alma propios apareciendo muy poco en la novela, y que acaba convertido en un personaje memorable que llega a emocionarnos.

Esta corporeidad de los personajes nos rescata del vicio de lectores. Y nos adentra en los laberintos personales y morales de la España de 1936. La época retratada resulta creíble porque los personajes lo son, porque renuncian al heroísmo tópico y porque se enfrentan a los dilemas de un tiempo angustioso. Todo esto se resumen en Ignacio Abel, el protagonista de la novela: no sólo es el antihéroe, el que se marcha de España para evitar se asesinado por cualquiera de los dos bandos, consumido por la fiebre erótica y la necesidad (pienso que más física que amorosa o espiritual) de encontrar a Judith y que deja abandonados a su mujer y sus hijos. Lo que hace creíble a Ignacio Abel es eso, que mezcla contradicciones, que nos resulta estúpido y nos produce lástima, que nos resulta mezquino, egoísta. Podemos identificarnos con él en lo político, pero nos produce un rechazo casi visceral en lo personal.

Por eso, cerramos la última página del libro y nos preguntamos cuánto de nosotros hay en Ignacio Abel. O yo al menos me lo pregunté. Por suerte todavía no he encontrado una respuesta. Hasta hoy sigo paladeando una experiencia literaria y ética que hacía mucho tiempo no sentía. No es un libro de fácil lectura –la sintaxis es compleja, la estructura coral también– y hasta que no se ha avanzado bastante en la novela la historia parece que no acaba de despegar, pero llega un momento en que resulta imposible no sentirse consumido por la vorágine personal de los personajes de la novela, por sus tragedias, sus pensamientos, sus melancolías o sus miedos. Es entonces cuando descubrimos que todo en la novela tiene sentido, que todas las piezas encajan y que cada frase es necesaria para construir ese artificio monumental de belleza literaria que es La noche de los tiempos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

AMINETU HAIDAR




Desconozco si jurídicamente es cierto que España mantiene la soberanía sobre el territorio del Sahara Occidental, pues los vergonzosos Acuerdos de Madrid de noviembre de 1975 no supusieron renuncia a la misma. Desconozco, también, si en virtud de aquellos acuerdos arrancados por la fuerza por el siempre peligroso vecino marroquí, España sigue siendo una de las tres potencias administradoras de un territorio que era tan español como la tumba del Cid. Lo que sí sé es que el caso de Aminetu Haidar demuestra que España es siempre una mala madre y peor madrastra.

Cuando Aminetu nació, en 1964, su país era la cincuenta y una provincia española: Provincia Ultramarina del Sahara Español, se llamaba desde 1958. Y los españoles que la habitaban recibían, como cualquier otro español, su Libro de Familia o su documento de identidad. Y en las Cortes franquistas los procuradores saharauis, ataviados con las ropas blancas propias del desierto, “representaban” a su provincia con los mismos derechos que tenían los procuradores vestidos de azul falangista. O sea, que Aminetu nació como española, que como tal fue inscrita en el Registro Civil y debe conservar el español Libro de Familia de sus padres, que registra españolamente su matrimonio y el nacimiento de sus hijos. Como ciudadana española vivió, claro, hasta que el chantaje marroquí logró quebró el camino hacia la independencia saharaui que tan claramente había asumido el agonizante régimen franquista. Y como saharaui de nación y española de ciudadanía Aminetu se quedó desnuda de identidad y carente de protección siendo una niña, en febrero de 1976, cuando los últimos soldados españoles salieron de la provincia y la abandonaron a su suerte, que fue su mala suerte.

El calvario del Sahara tiene –semana arriba, semana abajo– los mismos años que yo. En este tiempo yo he crecido, he estudiado, he viajado, he amado, he tenido un hijo: mientras, los que cuando yo nací eran ciudadanos de mi país han sido ultrajados por la dictadura marroquí, han tenido que huir de sus hogares y acampar en medio del desierto, que es la sed y el olvido. En este tiempo los saharauis han padecido torturas, persecuciones, vejaciones denunciadas por todos los organismos internacionales de protección de los derechos humanos. Durante todos estos años España ha guardado el silencio cómplice que cabía esperar de ella, para no molestar a los marroquíes, que son ese vecino problemático y gritón y cínico que siempre impone su visión del mundo a golpe de amenazas. Desde febrero de 1976 hasta ahora mismo –cuando Aminetu Haidar pide con su hambre libertad para su patria– el calvario de nuestros hermanos saharauis nos ha enseñado que España no es un país de fiar, que somos un pueblo cobarde que nunca da un puñetazo encima de la mesa ni se enfrenta al vecino. Los pescadores de Cádiz saben que España es mala madre, los saharauis han comprobado que es peor madrastra. Y lo peor es que no sentimos vergüenza por lo que hicimos con los saharauis.

(Publicado en Diario IDEAL el día 10 de diciembre de 2009)

jueves, 10 de diciembre de 2009

RESPONSABILIDAD Y FELICIDAD




Hoy es un día de resaca en los que uno se siente realmente feliz. No hay muchas ocasiones en la vida que nos permitan sentir esta íntima felicidad, esta íntima satisfacción, pero cuando llegan, la verdad es que sientan bien, muy bien. Y hoy es un día de esos, hoy es una de esas ocasiones.

Ayer pude conocer en persona a un escritor al que admiro desde que soy adolescente: Antonio Muñoz Molina. Yo, que en el fondo sigo siendo un sentimental, estaba emocionado cuando fuimos a recogerlo a Linares-Baeza, o cuando estuvimos con él en el patio del Parador, por la tarde, o durante la cena que un grupo de amigos compartimos también en el Parador, donde por cierto no podremos agradecer nunca el trato que recibimos y la paciencia de su director, Jesús Cárdenas, y de sus trabajadores, que aguantaron hasta altas horas de la madrugada.

Pero sobre todo estuve emocionado cuando me tocó presentar su novela delante de un Auditorio del Hospital de Santiago lleno hasta las trancas, como muy pocas veces se ha visto. No sé, fue un momento extraño, hablar de lo que se admira teniendo delante al artífice de esa magnífica obra literaria. Ya les digo, un momento raro, feliz, que me llenó de satisfacción, sobre todo porque el acto resultó del gusto de la gente y porque, luego, Antonio estuvo realmente brillante, embelesándonos a todos con sus palabras.

Creo que desde que hace ya casi diez años tuve el honor de entregarle a El Viejo el premio que le dábamos los Jóvenes de Acción Católica no había tenido una responsabilidad tan grande, y ayer notaba como pesaba esa responsabilidad en cada palabra que pronunciaba, con la boca seca. Lo que sí se hoy, ya más tranquilo, feliz, satisfecho, es que el 9 de diciembre de 2009 es uno de esos días que ya no olvidaré nunca. Y que le debo esa felicidad a la paciencia de María Luisa, al empeño de Ramón Beltrán, a la generosidad de la Asociación “Alfredo Cazabán” y sobre todo a la confianza de Antonio Muñoz Molina.


miércoles, 9 de diciembre de 2009

MUÑOZ MOLINA: LAS PALABRAS NECESARIAS




Esta noche en el Auditorio del Hospital de Santiago, de Úbeda, Antonio Muñoz Molina presentará ante sus paisanos su nueva novela, La noche de los tiempos. Se trata de una obra monumental, hilada con una prosa ambiciosa hecha de un mosaico coral de herencias literarias: a mí me parece que este libro mira los personajes del Madrid de 1936 con el amor minucioso de Galdós, pero toda la visión literaria está ya transformada por la experiencia de Proust o por el eco dramático de Rulfo, hasta completar una galería de personajes que se convertirán en esenciales dentro de la historia de la literatura española.

De entre todos ellos destaca el protagonista, Ignacio Abel, un arquitecto racionalista y socialista –socialista de los de Prieto, de los Ríos y Besteiro– que a las pocas semanas de haber comenzado el conflicto huye de España. En él, Muñoz Molina retrata el drama íntimo de ese país casi olvidado que fue la España moderada, dolida, la España comprometida con la legalidad de la República parlamentaria. La España que inició el primer exilio, en el que sólo se anuncia el que comenzará a una escala bíblica cuando el frente de Cataluña se derrumbe en enero de 1939. El exilio de Ignacio Abel es el exilio de los moderados, de los que saben que su vida corre peligro en los dos bandos, porque ambos bandos odian a los tibios, a los que todavía confían en que es posible construir un país mejor desde la escuela pública, la modernización de las infraestructuras o las elecciones libres.

Esta novela de Muñoz Molina marca un hito en la historia reciente de España. Ahora que tanto abunda la palabrería sobre la “recuperación de la memoria histórica”, que en realidad lo único que pretende es hacer pasar por buenos a todos los de un bando y por malos a todos los del otro, era necesario que alguien como el escritor ubetense –tan meridianamente comprometido con los valores del socialismo ilustrado y patriótico español– dijese las realidades objetivas que desfilan por delante de los ojos de Ignacio Abel.

Porque la realidad de aquellos años trágicos es, no nos engañemos, que hubo un sector de la izquierda –la CNT, el PCE, una mayoría del PSOE– que despreciaba el régimen de libertades de 1931 tanto como los fascistas de Falange o los carlistas del Requeté. Y la verdad es que en 1934 –en octubre se cumplieron setenta y cinco años y nadie ha dicho nada ni ha perdido perdón– esa izquierda se echó al monte para intentar acabar con la República, tal y como hiciesen, unos meses después, las derechas en el golpe del 18 de julio. Y la realidad es que hubo hombres decentes, honrados y buenos que murieron asesinados a manos de los matarifes gobernados por Franco, Queipo o Yagüe, pero también los hubo que calleron bajo la ira sangrienta de las masas revolucionarias. Y la realidad es que la bandera española tricolor fue despreciada con igual saña por los contendientes más radicales de ambos bandos, y que apenas un triste y escaso puñado de ignaciosabeles y morenosvilla se entristecían al pensar la oportunidad que entre todos se había desperdiciado para hacer un país simplemente más moderno, mejor, más limpio. Y la realidad es que el espanto ante el crimen no puede entender de trincheras ni de uniformes ni camisas, y que no se puede rescribir la historia para hacernos creer que todos los caídos en el bando “rojo” fueron inocentes víctimas defensoras de la libertad y la democracia, porque simplemente eso no es verdad. Y para hacernos pensar y reflexionar sobre todo esto, ha sido necesaria la palabra lúcida, valiente y bellísima de Antonio Muñoz Molina.

(Publicado en Diario IDEAL el día de hoy, dentro del especial dedicado a Antonio Muñoz Molina)

sábado, 5 de diciembre de 2009

POR LA LIBERTAD EN INTERNET


Ante la nueva embestida contra los derechos de los ciudadanos que planea el gobierno de España, a mayor honra y gloria y pago de favores de los chicos de la SGAE, un grupo de internautas está difundiendo el siguiente manifiesto por la red. Parece que la presión ha dado resultado y de entre el caos con el que se gestionan las cosas públicas en España (ya saben: una ministra dice una cosa, su compañero la contraria) se ha alzado la voz del presidente para decir que se da marcha atrás. En cualquier caso, nos sumamos a ese manifiesto, suprimiendo, eso sí, el punto 9 del mismo, que nos parece un atentado a los legítimos derechos de los autores. Todos los demás, chapó. Sobre todo los que denuncian el ataque feroz a la democracia que supone el dejar en manos de particulares el cierre de medios de expresión.

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que…

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Si quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.

viernes, 4 de diciembre de 2009

TURBAS LINCHADORAS





Diego Pastrana es ese joven canario al que todos estamos haciendo pasar por un calvario difícil de vivir e imposible de olvidar. Una tarde, se presenta en el hospital con su hijastra a punto de morir y sale de allí esposado y directo al calabozo porque uno de los perspicaces médicos que pueblan alguno de los diecisiete sistemas sanitarios españoles dice que hay rastros en la niña muerta de malos tratos y de violaciones sexuales. Es de suponer que las diligentes autoridades sanitarias de Canarias pasan el parte médico a la prensa, para que todo el mundo sepa lo eficazmente que se actúan los políticos contra los maltratadores, y ya nadie puede evitar el linchamiento moral de este hombre. Ahora no vale esquivar la responsabilidad, porque todos fuimos culpables, todos hemos sido responsables de lo sucedido. Cierto es que el responsable genésico de todo es ese médico que certifica lo inexistente, y luego el politicucho de turno que ufano y feliz por haber apresado a un criminal se lo cuenta a la prensa. Pero a partir de ahí ya no es posible que ningún ciudadano renuncie a su responsabilidad.

Nuestra sociedad, al socaire de unos medios de comunicación desesperados por captar lectores y oyentes y televidentes, tiene una capacidad aterradora para convertirse en turba. La modernidad, la diversidad de la información y la inmediatez de la misma no están sirviendo para hacernos mejores sino para sacar lo peor que anida en nuestro interior, ese animal sediento de venganza y ansioso de acudir a la plaza con hoces y horcas. Es suficiente la sospecha o el error en el diagnóstico para culpar a alguien de crímenes terribles, sin necesidad de esperar dictámenes médicos definitivos o juicios en los que pueda defenderse. No hay presunción de inocencia, porque la propia la ley la vulnera: ante denuncias de los malos tratos muchos hombres inocentes se están viendo obligados a reconocer palizas que no han dado para someterse a un juicio rápido y evitar el desastre psicológico del calabozo. Prima el juicio inmediato, inmisericorde, terrible, el juicio del titular que más horror acapare, el de las palabras que nos dibujen un acusado más repugnante. Pero ocurre si la acusación es falsa y tan horrenda destruye al acusado. A Diego se le encerró en un zulo, a pan y agua y los guardias civiles que lo custodiaban lo obligaron a presenciar las fotografías terribles de la autopsia de su hijastra. Ahora está devastado, arrasado, sin resortes íntimos a los que aferrarse. Nosotros, todos nosotros, todas nuestras palabras iracundas, lo hemos destruido. Y lo realmente grotesco es que el médico que inicio la vía dolorosa de este joven debe ser compañero, sino amigo, del que no hizo ninguna prueba cuando la niña llegó al hospital con el golpe en la cabeza que finalmente la ha matado.

Profesionalidad, sensatez, mesura, todo eso ha desaparecido de nuestra manera de ser, de escribir, de expresarnos. Somos carne de turba linchadora. ¿Podrá perdonarnos Diego?

(Publicado en Diario IDEAL el día 3 de diciembre de 2009)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

VIVE CON ARTE





Otro año, y van dos, mi hermano José Miguel se ha hecho con el segundo premio del concurso de carteles que con motivo del Día del SIDA organiza la Junta de Andalucía. Lo idóneo hubiese sido colgar aquí este cartel ayer, pero no hubo tiempo. Así que aquí queda hoy ese cartel de VIVE CON ARTE como prueba de su buen hacer.