miércoles, 9 de diciembre de 2009

MUÑOZ MOLINA: LAS PALABRAS NECESARIAS




Esta noche en el Auditorio del Hospital de Santiago, de Úbeda, Antonio Muñoz Molina presentará ante sus paisanos su nueva novela, La noche de los tiempos. Se trata de una obra monumental, hilada con una prosa ambiciosa hecha de un mosaico coral de herencias literarias: a mí me parece que este libro mira los personajes del Madrid de 1936 con el amor minucioso de Galdós, pero toda la visión literaria está ya transformada por la experiencia de Proust o por el eco dramático de Rulfo, hasta completar una galería de personajes que se convertirán en esenciales dentro de la historia de la literatura española.

De entre todos ellos destaca el protagonista, Ignacio Abel, un arquitecto racionalista y socialista –socialista de los de Prieto, de los Ríos y Besteiro– que a las pocas semanas de haber comenzado el conflicto huye de España. En él, Muñoz Molina retrata el drama íntimo de ese país casi olvidado que fue la España moderada, dolida, la España comprometida con la legalidad de la República parlamentaria. La España que inició el primer exilio, en el que sólo se anuncia el que comenzará a una escala bíblica cuando el frente de Cataluña se derrumbe en enero de 1939. El exilio de Ignacio Abel es el exilio de los moderados, de los que saben que su vida corre peligro en los dos bandos, porque ambos bandos odian a los tibios, a los que todavía confían en que es posible construir un país mejor desde la escuela pública, la modernización de las infraestructuras o las elecciones libres.

Esta novela de Muñoz Molina marca un hito en la historia reciente de España. Ahora que tanto abunda la palabrería sobre la “recuperación de la memoria histórica”, que en realidad lo único que pretende es hacer pasar por buenos a todos los de un bando y por malos a todos los del otro, era necesario que alguien como el escritor ubetense –tan meridianamente comprometido con los valores del socialismo ilustrado y patriótico español– dijese las realidades objetivas que desfilan por delante de los ojos de Ignacio Abel.

Porque la realidad de aquellos años trágicos es, no nos engañemos, que hubo un sector de la izquierda –la CNT, el PCE, una mayoría del PSOE– que despreciaba el régimen de libertades de 1931 tanto como los fascistas de Falange o los carlistas del Requeté. Y la verdad es que en 1934 –en octubre se cumplieron setenta y cinco años y nadie ha dicho nada ni ha perdido perdón– esa izquierda se echó al monte para intentar acabar con la República, tal y como hiciesen, unos meses después, las derechas en el golpe del 18 de julio. Y la realidad es que hubo hombres decentes, honrados y buenos que murieron asesinados a manos de los matarifes gobernados por Franco, Queipo o Yagüe, pero también los hubo que calleron bajo la ira sangrienta de las masas revolucionarias. Y la realidad es que la bandera española tricolor fue despreciada con igual saña por los contendientes más radicales de ambos bandos, y que apenas un triste y escaso puñado de ignaciosabeles y morenosvilla se entristecían al pensar la oportunidad que entre todos se había desperdiciado para hacer un país simplemente más moderno, mejor, más limpio. Y la realidad es que el espanto ante el crimen no puede entender de trincheras ni de uniformes ni camisas, y que no se puede rescribir la historia para hacernos creer que todos los caídos en el bando “rojo” fueron inocentes víctimas defensoras de la libertad y la democracia, porque simplemente eso no es verdad. Y para hacernos pensar y reflexionar sobre todo esto, ha sido necesaria la palabra lúcida, valiente y bellísima de Antonio Muñoz Molina.

(Publicado en Diario IDEAL el día de hoy, dentro del especial dedicado a Antonio Muñoz Molina)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coincidimos en tus apreciaciones sobre que victimas hubo en los 2 bandos, pero lo peor de la humanidad toma cuerpo cuando no existen leyes que limiten sus bajas pasiones y la Guerra Civil, con sus impulsores y cómplices derribaron todas las barreras que frenaban al monstruo que llevamos dentro. La sociedad del 31, 34 y 36 estaba embrutecida por la herencia de años de humillaciones para gran parte de ella. Sociedad con una limitada educación política de respeto por la ideología del otro donde no había adversario sino enemigo. No se dio la oportunidad al proceso de educación política en igualdad que significaron los 5 años de democracia republicana