En relación con el centro histórico –el maltrecho, el malherido centro histórico de Úbeda– ya sabemos que el verbo más usado es “revitalizar”. Antonio Almagro, refiriéndose a la casta política ubetense y a su política en la zona monumental, resumía más o menos el programa usado en un “Yo revitalizo, tú revitalizas, él revitaliza...” Pero ocurre que mientras todos se dedican a revitalizarlo, el centro histórico ubetense se está convirtiendo en un lugar en el que es casi imposible vivir.
Cuando este artículo salga a la luz ni siquiera será posible realizar algo tan fácil y cívico como comprar un periódico en todo el recinto intramuros: para entonces, habrá cerrado la Librería “El Candil”, porque su dueño, José Carlos Moral, está harto de revitalizaciones del centro histórico que no hacen sino maltratar a quienes en él habitan o trabajan. Ni centros médicos, ni colegios, ni kioscos... la Úbeda antigua se está convirtiendo en un lugar fantasma, con más de cuatrocientas casas deshabitadas y con una ausencia pasmosa y preocupante de servicios. Los únicos servicios que en realidad se mantienen allí son los que deberían haberse sacado a la zona moderna de Úbeda: la comisaría, el juzgado... Y mientras las iglesias agonizan comidas de ruina y humedades, mientras los palacios se desmoronan, mientras las casas que tienen decenas o cientos de años esperan a ser pasto de la piqueta, mientras se cierran negocios, mientras otros negocios tienen que esperar meses y meses a que se tramiten sus licencias de apertura o los heroicos vecinos que compran una casa en esa zona padecen todas las furias de la administración para algo tan simple como tirar un muro –sí, la misma administración que destruyó Santa María o que levantó el lateral de los juzgados–, mientras todo eso ocurre, la revitalización del centro histórico pasa por montar fiestas y ruidos y por levantar viviendas. Pienso en los antiguos cuarteles de Santa Clara o de Santo Domingo, donde la Junta de Andalucía, consciente de que el recinto histórico de Úbeda está sobrado de servicios, no ha tenido mayor ocurrencia que planificar más viviendas, en este caso de protección oficial.
En mis cortas luces creo que lo correcto para las VPO sería llegar a acuerdos con los propietarios de tantos bloques como se han quedado vacíos después de que explote la burbuja del ladrillo, para que la administración adquiera esos pisos y luego los venda debidamente protegidos. Pero aquí se opta por lo fácil –y rentable–, que es hacer más pisos. ¿No hubiese sido más sensato levantar un colegio de Primaria en el palacio de los Condes de Gavia o trasladar allí el IES “Francisco de los Cobos”, ubicando en las instalaciones de éste un centro de salud? ¿Qué se necesitaba más en el viejo cuartel de Santo Domingo, nuevas casas o una guardería? No, más pisos: aunque haya cientos vacíos en los alrededores del Parque Norte o en la zona del León o en las avenidas de la zona norte. (Precisamente en la zona norte, en un amplio solar donde antaño se ubicó el almacén de Obras Públicas, la Junta se va a dedicar a levantar más pisos en lugar de construir un edificio que albergue algunos de los servicios públicos que tanto necesita esta ciudad.) Aunque haya decenas de casas al borde de la ruina en el mismo centro histórico, sin que nadie las compre porque nadie se atreve ya a someterse a los arbitrios caprichosos de una administración que mide con raseros distintos sus intervenciones en los edificios y las calles históricas y las intervenciones de los particulares.
He visitado ciudades realmente hermosas y bien cuidadas –sin duda mucho más que Úbeda– donde los centros históricos permiten la convivencia entre los negocios y los vecinos, que no se sienten maltratados ni tienen que desplazarse un par de kilómetros para ir al médico, llevar a sus hijos a la escuela o comprar un periódico. Son ciudades en las que los monumentos –iglesias, palacios, teatros– están insertas en un contexto urbano que las respeta y las mima, todo lo contrario que lleva sucediendo en Úbeda desde los años 60, donde cualquier intervención que se realiza lo que provoca es una descontextualización de los edificios históricos, convertidos cada vez más en gimientes testigos de un pasado en el que esta ciudad fue bella. No sé si esas ciudades que cuidan y protegen sus centros históricos están revitalizadas o no, pero creo que están llenas de vida. Me gustaría que Úbeda se pareciera a ellas, pero mucho me temo que la causa del patrimonio histórico en Úbeda es ya una causa perdida, porque nuestros bienes monumentales y su entorno están gravemente enfermos y no parece que los responsables políticos tengan más interés que el de herirlos de muerte. No sabemos si para abreviar la agonía o para dejar su huella en la historia de nuestro pueblo.
(Publicado en IBIUT, núm. 165, Año XXIX, diciembre 2009)
2 comentarios:
Manolo, has hecho el retrato exacto y preciso del lugar y de la situación actual y, lamentablemente, hemos de estar de acuerdo contigo precisamente por eso, porque llevas razón y me gustaría que no la llevaras, que estuvieras equivocado, que nuestro casco histórico fuera como el de esas ciudades -algunas no tan lejanas- que vemos cuando se nos ocurre salir de aquí. Son esas ciudades en las que no se "revitaliza" nada, en las que nada sufre "una puesta en valor" y nada está sujeto a la "recuperación"; seguramente es que en esos lugares nada ni nadie come ni se forra al socaire de esas palabrejas. Saludos.
Es triste que los ubetenses sólo podamos coincidir (y no siempre, porque abundan los bárbaros entre nosotros) en los desastres que nuestra ciudad padece para ser dinamizada, revitalizada y restaurada.
Un abrazo y FELIZ 2010.
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