Crece la marea del desencanto y los ricos no saben si poner sus barbas a remojar. Mientras les llega ese momento siguen practicando el cinismo: ellos y nuestras ambiciones desmedidas han provocado la crisis que padecemos, pero en España los banqueros y los empresarios quieren rebajar el coste de la carne de trabajador, hasta que pueda repartirse gratuitamente. Quieren carne de padres y madres de familia que transite amoratada y sin derechos por los caminos del mercado laboral –mercado de seres humanos: triste mercado–, carne de pechero indefensa ante los caprichos de los que nunca han soltado el mango de la sartén.
Mientras los avaros recuentan sus monedas sin que brillen en el horizonte los tricornios que vengan a detenerlos –que sería lo justo y necesario– los patronos piden abaratar el despido y eliminar los controles para poder darle sin más una patada a los trabajadores. Se trata de poner la carne de obrero a precio de saldo, de hacer que, como siempre, los currantes y los que menos tienen paguen los desmanes de los poderosos. Por ahora –repito: por ahora– ZP, en un sorprendente ramalazo de izquierda izquierda, les ha dicho a los matarifes de la esperanza y la dignidad que de despido (más) barato y (más) libre nada de nada. Debía, claro, haber completado su gesto con una reforma del Cogido Penal que permitiera encarcelar a los que han hecho juegos malabares con las finanzas del mundo y los ladrillos de Bailén, que son los mismos que nos han abandonado en el borde del precipicio. Pero sabemos que la justicia consiste en encarcelar al padre que caza conejos furtivos para alimentar a su familia y en despachar bonitas palabras en el entierro de cualquier álvarezconlunga, al que no sabemos si Dios le ha preguntado qué piensa sobre el precio que sus compinches quieren poner a la carne de obrero ni si le ha pedido cuentas por los trabajadores despedidos y los salarios de risa malpagados.
Desde las bancadas del Partido Popular no sale ni una voz que se oponga al adelgazamiento de los derechos sociales: es difícil saber si callan porque no saben si los espía el pepero de al lado o porque están de acuerdo en poner en almoneda la carne trabajadora y trabajada, pero muchos españoles comienzan a pensar que la cosa podría irles todavía peor si gobernasen los chicos de Rajoy. Otros, mientras, volvemos a leer las preguntas que se hacía aquel obrero de Brecht que sabía leer. Pues eso: que quiénes son los que lloran cuando pierden el trabajo, que quiénes son los que planchan en sus casas las tristezas de cada día con sus facturas y sus pocos sueldos, que quiénes son los que están sellados para que los grandes hijos de perra los sacrifiquen y los ofrezcan rebajados en los mostradores de la historia.
...la calle trae un pregón del tiempo oscuro: “Se vende carne barata de obrero, al peso, al peso, miren que currículum inútil, miren que filete, barata, barata, carne de trabajador...” Ya ves, Manuel: ojalá alguno se atragante con los huesos del festín.
(Publicado en Diario IDEAL el 5 de marzo de 2009)
Mientras los avaros recuentan sus monedas sin que brillen en el horizonte los tricornios que vengan a detenerlos –que sería lo justo y necesario– los patronos piden abaratar el despido y eliminar los controles para poder darle sin más una patada a los trabajadores. Se trata de poner la carne de obrero a precio de saldo, de hacer que, como siempre, los currantes y los que menos tienen paguen los desmanes de los poderosos. Por ahora –repito: por ahora– ZP, en un sorprendente ramalazo de izquierda izquierda, les ha dicho a los matarifes de la esperanza y la dignidad que de despido (más) barato y (más) libre nada de nada. Debía, claro, haber completado su gesto con una reforma del Cogido Penal que permitiera encarcelar a los que han hecho juegos malabares con las finanzas del mundo y los ladrillos de Bailén, que son los mismos que nos han abandonado en el borde del precipicio. Pero sabemos que la justicia consiste en encarcelar al padre que caza conejos furtivos para alimentar a su familia y en despachar bonitas palabras en el entierro de cualquier álvarezconlunga, al que no sabemos si Dios le ha preguntado qué piensa sobre el precio que sus compinches quieren poner a la carne de obrero ni si le ha pedido cuentas por los trabajadores despedidos y los salarios de risa malpagados.
Desde las bancadas del Partido Popular no sale ni una voz que se oponga al adelgazamiento de los derechos sociales: es difícil saber si callan porque no saben si los espía el pepero de al lado o porque están de acuerdo en poner en almoneda la carne trabajadora y trabajada, pero muchos españoles comienzan a pensar que la cosa podría irles todavía peor si gobernasen los chicos de Rajoy. Otros, mientras, volvemos a leer las preguntas que se hacía aquel obrero de Brecht que sabía leer. Pues eso: que quiénes son los que lloran cuando pierden el trabajo, que quiénes son los que planchan en sus casas las tristezas de cada día con sus facturas y sus pocos sueldos, que quiénes son los que están sellados para que los grandes hijos de perra los sacrifiquen y los ofrezcan rebajados en los mostradores de la historia.
...la calle trae un pregón del tiempo oscuro: “Se vende carne barata de obrero, al peso, al peso, miren que currículum inútil, miren que filete, barata, barata, carne de trabajador...” Ya ves, Manuel: ojalá alguno se atragante con los huesos del festín.
(Publicado en Diario IDEAL el 5 de marzo de 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario