El pasado domingo leí una entrevista al profesor Jesús Neira, que todavía se recupera de la paliza que sufrió el pasado agosto cuando defendió a una mujer de los abusos de su pareja. Y resulta que al leer esa entrevista he visto, con sorpresa, que todavía hay personas que tienen valores y que los practican.
Tener valores resulta anticuado, pero el profesor Neira los tiene. ¡Y de qué altura! ¡Y de qué categoría! No es sólo que tenga el coraje suficiente para enfrentarse a un matón y recriminarle su actitud. No es sólo una cuestión de valor por cojones: es que ese arresto es consecuencia de algo en lo que se cree, es que ese valor se sostiene con valores. Nos cuenta el heroico profesor como fue capaz de defenderse físicamente de otra “cucaracha” –así denomina él a estos tipos que hacen de la violencia todo su discurso– al que también se enfrentó porque golpeaba a su novia, lo que viene a demostrar que hay ocasiones en que es legítima la defensa, aún por medio de la fuerza, lo que quiere decir que están equivocados los papanatas del buen rollito con quienes vienen a machacar nuestros derechos. Y piensa Neira que a las mujeres hay que tratarlas con deferencia y que los males del mundo se explican por el egoísmo, que es una ideología con la que progres y carcas justifican todo lo injustificable y mantienen a las sociedades en este estado de permanente adolescencia, explosivo para las libertades y la decencia y los derechos humanos, y si no que se lo pregunten a quienes padecieron otras edades históricas adolescentes, como fueron los años 30. Y también nos dice Jesús Neira que fue expulsado de la Complutense por no plegarse a los dictados de lo políticamente correcto, por mantenerse libre, digno e independiente. Y encima resulta que militó en el partido socialista de Tierno Galván y que es católico y que no le importa decirlo –y demuestra que se puede ser católico siendo ciudadano ejemplar y no militando al lado de los roucos y valeros–, o sea que tiene una trabazón importante de ideas morales, que deben ser el pozo del que saca su coraje cívico y su dignidad ética.
Cuando terminé de leer la entrevista sentí una especie de paz, una tranquilidad: todavía quedan personas que creen en los valores que vienen siendo más o menos imprescindibles para que sobrevivan las sociedades libres. Y creen que esos valores tienen que defenderse a veces también por la fuerza legítima de la defensa propia o de la defensa de los indefensos. El domingo descubrí que es posible creer en los valores caballerosos, digámoslo así, y que se puede creer en esos valores desde una altura ética que hace imposible que acudan los soplagaitas de la progresía a buscar borrones o manchas. Lo único que me entristece de esa entrevista es pensar que Jesús Neira puede dejarse encantar por los cantos de sirena de políticos de aquí y allá, que lo buscan para lavar sus caraduras: no debiera hacerlo, porque los caballeros están para deshacer entuertos, no para ser cómplices de quienes los causan.
(Publicado en Diario IDEAL el día 12 de marzo de 2009)
Tener valores resulta anticuado, pero el profesor Neira los tiene. ¡Y de qué altura! ¡Y de qué categoría! No es sólo que tenga el coraje suficiente para enfrentarse a un matón y recriminarle su actitud. No es sólo una cuestión de valor por cojones: es que ese arresto es consecuencia de algo en lo que se cree, es que ese valor se sostiene con valores. Nos cuenta el heroico profesor como fue capaz de defenderse físicamente de otra “cucaracha” –así denomina él a estos tipos que hacen de la violencia todo su discurso– al que también se enfrentó porque golpeaba a su novia, lo que viene a demostrar que hay ocasiones en que es legítima la defensa, aún por medio de la fuerza, lo que quiere decir que están equivocados los papanatas del buen rollito con quienes vienen a machacar nuestros derechos. Y piensa Neira que a las mujeres hay que tratarlas con deferencia y que los males del mundo se explican por el egoísmo, que es una ideología con la que progres y carcas justifican todo lo injustificable y mantienen a las sociedades en este estado de permanente adolescencia, explosivo para las libertades y la decencia y los derechos humanos, y si no que se lo pregunten a quienes padecieron otras edades históricas adolescentes, como fueron los años 30. Y también nos dice Jesús Neira que fue expulsado de la Complutense por no plegarse a los dictados de lo políticamente correcto, por mantenerse libre, digno e independiente. Y encima resulta que militó en el partido socialista de Tierno Galván y que es católico y que no le importa decirlo –y demuestra que se puede ser católico siendo ciudadano ejemplar y no militando al lado de los roucos y valeros–, o sea que tiene una trabazón importante de ideas morales, que deben ser el pozo del que saca su coraje cívico y su dignidad ética.
Cuando terminé de leer la entrevista sentí una especie de paz, una tranquilidad: todavía quedan personas que creen en los valores que vienen siendo más o menos imprescindibles para que sobrevivan las sociedades libres. Y creen que esos valores tienen que defenderse a veces también por la fuerza legítima de la defensa propia o de la defensa de los indefensos. El domingo descubrí que es posible creer en los valores caballerosos, digámoslo así, y que se puede creer en esos valores desde una altura ética que hace imposible que acudan los soplagaitas de la progresía a buscar borrones o manchas. Lo único que me entristece de esa entrevista es pensar que Jesús Neira puede dejarse encantar por los cantos de sirena de políticos de aquí y allá, que lo buscan para lavar sus caraduras: no debiera hacerlo, porque los caballeros están para deshacer entuertos, no para ser cómplices de quienes los causan.
(Publicado en Diario IDEAL el día 12 de marzo de 2009)
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