viernes, 27 de marzo de 2009

ESTA ES LA VIDA




Ahora no eres consciente de la velocidad con que pasa el tiempo: estás en el camino ascendente de la vida, que para ti es una estancia abierta que sabe a luz y a caramelo. Pero un día, Manuel, sentirás como una comezón la conciencia de la brevedad de la vida: “vivir es caminar breve jornada”. Breve… ¡pero es tan hermosa!, ¡pero hay tantas cosas en la vida que querrás beber a chorro!

Yo estoy de vuelta de casi todos los sueños que soñé y de las alturas. Llevaba razón mi amigo Ramón Beltrán: la esquina crucial de la vida se tuerce cuando se cumplen 30 años. Ahora, y sobre todo cuando te abrazo, tengo conciencia de que la plenitud de los veinte años –con su inventario exuberante de proyectos, trazados y alegrías– ya es pasado, y comienzo a pensar a la manera en que piensan las frutas en la plenitud de agosto, cuando la flor de que nacieron es tan sólo un recuerdo y el horizonte dibuja la pensativa tranquilidad del otoño. Hoy me duelen en el costado los desengaños y los desencantos, y soy consciente de la limitación que es todo hombre y sé que la vida no es más que una acumulación de renuncias que van pudriéndose en las fronteras de la sangre, que se espesa para que crezcamos. Pero te miro cuando estás en tu cuna sonriendo y me gusta pensar que para ti todo está intacto, que todas las páginas de tu vida están en blanco y que serás tú el que elijas la tinta y el trazo para rellenarlas: quiero que tengas tus caminos, porque se es más persona cuanto más propio es el camino por el que se camina. Me ensancha esta conciencia de la paternidad, esta conciencia de que hay un trozo de mí que ya no soy yo y para el que todo es claridad, anchura, alas, luz. Me llena esta certeza de que –como me dice Miguel Pasquau, otro amigo– ya no soy el último eslabón de una cadena y que seguiré viviendo en ti cuando me venza la muerte.

Sé que la vida no es fácil y quisiera trazar un camino que te lleve a la felicidad aliviándote la carga de amarguras, pero eso sería injusto: porque el dolor –aunque habrá ocasiones en que no lo creas– nos hace fuertes, nos templa el alma y nos da dignidad. Yo quisiera regalarte una vida en la que nunca cayeras, pero sé que es mejor una vida en la que tengas que levantarte, en la que aprendas a incorporarte, alta la cabeza y alegre el corazón por la conciencia de la vida, que es verano, besos y vino y libros, amigos, mar, lágrima y risa. Al final, hijo, se trata de eso: de vivir. De vivir la vida con todo lo que la vida trae, extrayendo la lección de cada día, incorporándola en el silencio de la noche al corazón que sueña primero y que luego va limitándose a acomodar realidades para hacer habitable el trozo de la vida que nos tocó vivir.

Hay un anuncio en el que un abuelo le dice a su nieto recién nacido que lo único que no le va a gustar de la vida es que le va a parecer demasiado corta. Es verdad: por eso, vive, Manuel, vive derrochando vida a manos llenas. Y no tengas miedo a vivir, nunca: porque nunca tendrás nada más hermoso que la vida.

(Publicado en Diario IDEAL el día 26 de marzo de 2009)

2 comentarios:

ANTONIO Y ROSA V. dijo...

¡¡ Qué bonito,emotivo, tierno!!
Simplemente brillante.

Enhorabuena Manuel

Antonio M. Medina Gómez dijo...

Es un placer, amigo Manolo, tomarse un sorbito de vida, breve pero intenso, aderezado con el generoso licor de tus palabras.

Hoy brindo por vosotros. Un abrazo.