Lo reconozco: yo no llegué a pensar nunca que la clase política española practicaría el despropósito y el cinismo con la comodidad y el regusto con que lo está practicando en estos tiempos difíciles. Difíciles, claro, para los que siempre suelen ser difíciles los tiempos de crisis. A mí, por ejemplo, la noche del lunes me daba vergüenza oírle decir al Presidente del Gobierno que “no es el momento de grandes beneficios ni de salarios excesivos”, como si los salarios hubieran sido alguna vez excesivos en este país. Claro, que ese Presidente acorralado por ciudadanos como nosotros, por la calle a la que milagrosamente le dan la voz en una operación cosmética para hacernos creer que ZP es como el Obama español, no ha dicho ni mu cuando después de su patinazo televisivo los periódicos salieron comunicando los multimillonarios beneficios del Banco Santander, uno de los que están recibiendo a diestro y siniestro gratuito nuestro dinero de contribuyentes, ese que el Presidente negó que se les estuviese regalando. En fin, que la cosa, como pueden suponer, no es para tirar campanas al vuelo, pero tampoco para seguir consintiendo que nos tomen por lo que seguramente somos y hemos demostrado elección tras elección: una panda de gilipollas.
Ahora, vuelve a florecer el tema de las tarifas eléctricas. Ya avisamos algunos, cuando nos birlaron la tarifa nocturna, que ese ministro en el que se condensan todas las estupideces y todas las tropelías de la historia de España y que se llama Miguel Sebastián –que el Diablo confunda, pero que lo confunda pronto, ya, y lejos de nosotros–, se estaba convirtiendo en el sujeto más peligroso para nuestras economías de cuantos andan sueltos por el mundo, y eso que en el mundo andan sueltos ahora mismo un número incontable de caraduras y tarados al servicio de los poderosos. Nuestra siniestra predicción se ha cumplido: comienzan a llegar a los hogares españoles recibos de la luz que aterran. Esto de la luz sería la tropelía legal más grande de las cometidas en el siglo XX en nuestro país si no andarán sueltos los asesinos que envenenaron a cientos de personas con el aceite de colza, pero aún así el hecho de que un gobierno –y más un gobierno supuestamente de izquierdas: el pobre Pablo Iglesias debe estar dándose de coscones con las paredes de su tumba– ampare y cobije a los que están perpetrando este robo masivo es de nota. ¿Se pensaban ustedes que el gobierno estaba al lado de los currantes en esto de la crisis? ¿Creían que su misión era apoyar a los que lo pasan mal, a los que difícilmente llegan a fin de mes? Pues si les ha llegado la factura de la luz mírenla y convénzase, y si aún no les ha llegado esperen para ver quiénes son –¿podía ser de otra manera?– los que verdaderamente preocupan a Sebastián y su cuadrilla de impresentables.
Ramón Beltrán, con la agudeza que le caracteriza, ha destapado parte del trasfondo político que ese esconde detrás de este atraco masivo, detrás de este robarle a los pobres para repartirle mucho a los ricos. Yo, con lo cabreado que estoy, no llego a tanto aunque sé que Ramón está cargado de razones y que aquí hay que acoquinar con el pago del tributo al nacioalismo catalán: a mí lo que me parece es que este país –y para mí quién es este país está aclarado en el artículo Esta España: ver más abajo– tiene que plantearse muy seriamente una sentada colectiva, un plante, una huelga de votos caídos. En junio tendremos una oportunidad de oro para decirle a toda –a casi toda, creo que hay una mínima esperanza: ya se hablará de esto– la casta política española que lo mejor que pueden hacer es recoger sus bártulos e irse. O cuando menos callarse. Un tal Vallejo –creo que es consejero de no sé qué en la Junta que padecemos los andaluces– ha dicho que el gobierno andaluz no va a consentir el atropello de Sevillana. ¿Qué se juegan ustedes a que sí lo consiente? ¿Cuánto apuestan a que al final el resultado será Eléctricas 10 y Españoles 0 por mucho que diga el tal Vallejo?
Ahora, vuelve a florecer el tema de las tarifas eléctricas. Ya avisamos algunos, cuando nos birlaron la tarifa nocturna, que ese ministro en el que se condensan todas las estupideces y todas las tropelías de la historia de España y que se llama Miguel Sebastián –que el Diablo confunda, pero que lo confunda pronto, ya, y lejos de nosotros–, se estaba convirtiendo en el sujeto más peligroso para nuestras economías de cuantos andan sueltos por el mundo, y eso que en el mundo andan sueltos ahora mismo un número incontable de caraduras y tarados al servicio de los poderosos. Nuestra siniestra predicción se ha cumplido: comienzan a llegar a los hogares españoles recibos de la luz que aterran. Esto de la luz sería la tropelía legal más grande de las cometidas en el siglo XX en nuestro país si no andarán sueltos los asesinos que envenenaron a cientos de personas con el aceite de colza, pero aún así el hecho de que un gobierno –y más un gobierno supuestamente de izquierdas: el pobre Pablo Iglesias debe estar dándose de coscones con las paredes de su tumba– ampare y cobije a los que están perpetrando este robo masivo es de nota. ¿Se pensaban ustedes que el gobierno estaba al lado de los currantes en esto de la crisis? ¿Creían que su misión era apoyar a los que lo pasan mal, a los que difícilmente llegan a fin de mes? Pues si les ha llegado la factura de la luz mírenla y convénzase, y si aún no les ha llegado esperen para ver quiénes son –¿podía ser de otra manera?– los que verdaderamente preocupan a Sebastián y su cuadrilla de impresentables.
Ramón Beltrán, con la agudeza que le caracteriza, ha destapado parte del trasfondo político que ese esconde detrás de este atraco masivo, detrás de este robarle a los pobres para repartirle mucho a los ricos. Yo, con lo cabreado que estoy, no llego a tanto aunque sé que Ramón está cargado de razones y que aquí hay que acoquinar con el pago del tributo al nacioalismo catalán: a mí lo que me parece es que este país –y para mí quién es este país está aclarado en el artículo Esta España: ver más abajo– tiene que plantearse muy seriamente una sentada colectiva, un plante, una huelga de votos caídos. En junio tendremos una oportunidad de oro para decirle a toda –a casi toda, creo que hay una mínima esperanza: ya se hablará de esto– la casta política española que lo mejor que pueden hacer es recoger sus bártulos e irse. O cuando menos callarse. Un tal Vallejo –creo que es consejero de no sé qué en la Junta que padecemos los andaluces– ha dicho que el gobierno andaluz no va a consentir el atropello de Sevillana. ¿Qué se juegan ustedes a que sí lo consiente? ¿Cuánto apuestan a que al final el resultado será Eléctricas 10 y Españoles 0 por mucho que diga el tal Vallejo?
6 comentarios:
Tú ibas con ZP ¿No?
Se le nota mucho, ¿verdad?
Este artículo es de izquierdas, y quien lo escribe vosotros decís que antes estaba con ZP y ya no. A lo mejor es que ya no se puede ser de izquierdas y estar con ZP,salvo que se sea un paniaguado como vosotros pareceis ser. Se os nota mucho ¿no? ¿verdad?
Se me olvidaba preguntaros ¿es de izquierdas el Estatut, el dinero que se le da a los bancos, tres millones de parados o los recibos de Sevillana? es que quiero saber donde tengo que estar.
Ya estamos con las famosas etiquetas. De lo que se trata es de que si los anónimos que opinan son capaces de rebatir lo dicho por Manolo. La verdad no es de derechas o de izquierdas, la verdad es sólo verdad. Y la verdad es que los gobiernos de González, Aznar y Zapatero han beneficiado exclusivamente a los poderosos. Pasen lista a los innumerables ministros de esta patética democracia y vean los envidiables destinos que han conseguido tras su paso por la política (y no digamos de la abrumadora pléyade de consejeros autonómicos). ¿Creen que eso es debido al pago por el desvelo en favor del ciudadano de a pie? ¿O el pago por una políticas económicas que han inflado hasta reventar las cuentas de resultados de grandes empresas y bancos, esos que ahora despiden trabajadores a mansalva y piden millones para reponer los que seguramente están en paraísos fiscales?
Querido Diego, llevas razón una vez más. En este país es muy fácil etiquetar, sobre todo porque el etiquetado exime de la obligación de pensar: “etiqueto, luego no pienso”. Y es fácil suponer que en una sociedad sin nervio cívico como es la sociedad española, lo práctico es despreciar cuando se ignora, que diría Machado: como aquí todos nos creemos poseedores de la verdad, cuando se dice algo que no coincide con lo que hemos esquematizado como certezas inamovibles tendemos a descalificarlo. ¿Pensamos que el gobierno de ZP es el no va más de la izquierda mundial y alguien señala que a lo mejor no es muy de izquierdas permitir la tropelía de las eléctricas –no olvidemos que lo que ha sucedido es consecuencia directa de la normativa dictada por Miguel Sebastián–? Pues como siempre se ataca al mensajero y se le intenta ridiculizar. A mí eso, tenlo por seguro, me la sopla a estas alturas de la vida: yo sé cuáles son mis valores y desde luego entre ellos no está el consentir el avasallamiento de los currantes, y por eso no me callaré cuando eso ocurra. Ahora resulta que las compañías eléctricas han perpetrado un atraco en toda regla: habrá quienes se callen pensando que lo de izquierdas es ser leales al gobierno que nominalmente se reclama como socialista, haga lo que haga y consienta lo que consienta. Otros, por el contrario, pensamos que lo de izquierdas es ponerse al lado de los atracados, sea del color qué sea el gobierno que los ofende. Al final, cada uno se las tendrá que ver con su conciencia. Y yo con la mía estoy por ahora en paz.
Un saludo.
PD. Se vuelve a avisar que aquí se permite que escriban anónimos, pero que no se les contesta, menos aún cuando vienen con el ánimo evidente de meter el dedo en el ojo. El que quiera debatir en este Camino lo tiene fácil: puede dejar su nombre. Creo que nadie de los que camina por aquí se come a nadie. Aunque a veces haya algunos que se merezcan sobradamente ser devorados.
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