CARNAVAL, CARNAVAL.
Al ver la Cabalgata de Carnaval del pasado sábado 18 de febrero poca gente puede dudar que el Carnaval de Úbeda ha conseguido “tener su público”. Esto es: el Carnaval de Úbeda ha logrado convertirse si no en una fiesta masiva, como la Feria o la Semana Santa, si en una celebración importante, relevante dentro del calendario festivo de la ciudad. Pero, visto con serenidad, lo del sábado –la cabalgata multitudinaria y el baile– puede ser un espejismo que impida a los dueños de la verdad carnavalera dimensionar correctamente la fiesta: mucha, muchísima gente en la Cabalgata y el Baile, cierto es, pero mucha, muchísima gente ajena a los intereses y presiones a los que juegan otros estamentos carnavaleros.
Esas cientos de personas, que cobijadas entre las telas de su disfraz y el anonimato de la máscara tomaron el Real y la Calle Nueva, pueden pensar que el Ayuntamiento es rácano en los premios que concede para los disfrazados. Y posiblemente lleven razón: la cantidad dedicada a los premios de las “agrupaciones” cuadruplica la destinada a los premios de la calle, y no vale el argumento de los meses de ensayo y demás, pues no es tarea del Ayuntamiento premiar la profesionalización del disfraz. Y las agrupaciones custodiarían mejor el espíritu de rebeldía que anida en el Carnaval si no estuvieran atravesadas por el afán del premio, si sus meses de trabajo no se orientasen a una noche de actuación en un Teatro convertido en “botellódromo”, si no estuviesen pendientes del premio que les da tal o cual cantidad de euros. Creo. Sobre todo porque si hay algo que sustenta la pureza o la posible necesidad del Carnaval es su espontaneidad: maravillaba el ingenio desplegado por muchos ubetenses en la Cabalgata, la versatilidad que supieron darle a materiales como el cartón o el retal de tela, la capacidad que tenían para desafiar a la crisis y a los poderosos con un simple disfraz, con una pancarta y un lema recién parido por la rabia o el desencanto o la estupefacción. Y contrastaba todo eso con la elaborada artificialidad –con la encorsetada artificialidad– de muchas de las letras de las agrupaciones la noche antes, en el Teatro Ideal Cinema. Luego, curiosamente, me dicen que lo más ingenioso del Carnaval ha estado –¿un año más?– en aquellos grupos más o menos organizados que se funden con la masa carnavalera de la calle: la “chirigota del Jero”, “Troche y Moche”, los “romanceros”… Supongo que algo querrá decir todo eso. Tal vez para entenderlo necesite ponerme un disfraz.
Y luego está el tema de que la gente de la Cabalgata, la gente del baile de Carnaval, ha sabido entender mejor que los “carnavaleros profesionales” el sentido y alcance del Carnaval: una noche de fiesta y luego a guardar el disfraz. ¿Tiene sentido –sentido antropológico– ese Carnaval profesionalizado, engordado de actuaciones como se engorda el hígado de un ganso para obtener el “foie”, ese Carnaval que se adentra en la Cuaresma y que dura casi más semanas que el Festival de Música?
EL CONCEJAL ENCERRADO.
Con Luis Fernández, el concejal de Izquierda Unida, se puede estar de acuerdo o disentir, como con cualquiera, pero es imposible negarle una coherencia personal y moral que difícilmente se encuentra en el resto de concejales de la Corporación. Luis Fernández llama a las cosas por su nombre o por el nombre que él piensa que las cosas tienen, que no es lo mismo, y para él, el pan es siempre pan y el vino siempre es vino. Lo políticamente correcto no transustancia el pan y el vino de las convicciones de Luis Fernández.
El concejal comunista pasó una noche encerrado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento para protestar contra la agresión –fue el propio Ministro Luis de Guindos el calificó la norma como “muy agresiva”– brutal, frontal, que supone la reforma laboral: Luis Fernández alzó su voz, simbólicamente, contra quienes abocan a los trabajadores españoles a una reedición del siglo XIX. ¿Gesto inútil? Puede. Pero, ¿acaso no hay una grandeza moral en todos esos gestos inútiles, en los que se hacen sin buscar rédito personal?
No sé, pero cada vez estoy más convencido que en un rebaño como el de la política local, donde abundan tanto los que al decir de Gracián parecen sabios en latín y suelen ser necios en romance, hombres como Luis Fernández son necesarios. Precisamente porque no saben latín y porque todo lo que dice se le entiende. Aunque no se esté de acuerdo con él.
A VUELTAS CON LA BENEMÉRITA.
Los políticos son todos más o menos iguales, aunque está demostrado que también los hay peores. Y deben mirarnos todos con los mismos ojos: todos nos han visto a los ubetenses caras de idiotas. Los unos se tiraron cuatro, cinco, seis años, diseñando planes, estudios y proyectos para la reapertura de la Academia de la Guardia Civil. De sobra sabemos que eso está más cerrado que la terraza del Moi. Ahora los nuevos amenazan con saturarnos con la promesa del nuevo cuartel de la Benemérita. ¿Qué hemos hecho para merecer tan pesada cruz?
SAN MILLÁN.
La cofradía de la Virgen de la Soledad advierte del mal estado que presenta la torre románica de San Millán. Pero todo el mundo mira para otro lado y habrá que esperar a que la torre se venga abajo para que comience el coro de lamentos. Ejemplar cofradía la de la Virgen de la Soledad, por muchas razones. También por haberse hecho cargo, en exclusiva, de la conservación y mantenimiento del viejo templo. Sólo que ahora la intervención en la torre de la iglesia mozárabe se escapa de sus posibilidades y pide ayuda, quizá a sabiendas que ni el Obispado ni en las administraciones quieren saber nada del tema. Reconocimiento o ayuda de la autoridad civil, que no la esperen los recios hermanos de la Soledad. Lo peor es que tampoco les queda el consuelo de que la autoridad eclesiástica les de el templo en propiedad y lo consagre como Santuario de la Virgen de la Soledad. Es lo que tiene ser una cofradía de gentes con callos en las manos.
(ÚBEDA IDE@L, núm. 4, marzo de 2012)
1 comentario:
Manolo, soy componente de una agrupación. Para mí todo lo que sea gira carnavalera lo veo innecesario, perder el tiempo y en su mayoría el dinero.
Pero no por ello deja de tener sentido. Cada uno con su trabajo y su tiempo hace lo que quiere, y si le gusta medirse en un escenario con los más grandes de este mundo (como son los gaditanos) o por teatros provinciales, y así disfrutan ya no del carnaval, sino de los amigos y la vida, lo veo perfecto.
Ahora los Romanceros, Troche y Moche, y la llamada chirigota ilegal geniales, como casi siempre.
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