martes, 15 de marzo de 2011

VIDAS AL VIENTO





Cada tragedia deja para la memoria sus imágenes de la desolación, su recuento de cadáveres, de lágrimas, de desesperaciones en la búsqueda, sus cartografías de destrucción y desesperanza. Pero a veces, una imagen insignificante retrata como ninguna otra lo ocurrido en medio del infierno. Eso ocurre con esta fotografía: un álbum de fotos en el malecón de Toyama, mojado, con algunas fotografías arrancadas por la furia del mar, pero que milagrosamente no ha sido tragado por el lodazal. Más que los barcos zarandeados por las olas o las casas ardientes arrastradas por la marea y embistiendo contra carreteras o vías de tren, más que los paisajes mortuorios de la extensión infinita de lo destruido por la ola gigante, más que el aspecto fantasmal de las centrales nucleares que a duras penas no revientan, más que toda la prosopopeya del drama, el simple apunte casi lírico de un álbum de fotos ajados y triste, expresa la certidumbre, el corazón definitivo del sufrimiento de millones de japoneses. Porque el álbum es toda una vida, ya rota para siempre, ya para siempre desconectada de sus memorias y sus agarraderas. Todo lo que fue su propietario está en esas fotografías en blanco y negro, la memoria de su familia y de su infancia, la reconstrucción de sus ancestros y su vida, una colección física, palpable de su personalidad, de lo que vivió y sintió, y puede que el dueño de este álbum de fotos haya sido tragado por el mar o esté aplastado por un montón de hierros, o puede que vague con las fuerzas desmadejadas por entre esa masa humana que se aleja aterrorizada de los alrededores de las centrales nucleares, sin saber que en algún lugar de lo que fue su ciudad, el hogar de sus padres y de sus hijos, hay un álbum de fotos hojeado por el viento salobre de la catástrofe, olvidado y dentro de poco perdido entre toneladas de escombro y basura, un inútil resto más entre tantos restos de tantas vidas como se ha llevado por delante el terremoto. Sólo se me ocurre una imagen más poderosa que este álbum de fotos para explicar y comprender el drama de Japón: la fotografía de alguna mano, de una mano que escarbe entre los escombros para buscar a los seres queridos que no se sabe dónde está, o la mano que agarra con fuerza otra mano, la de un niño o un anciano, e intenta alejarlos del caos y del abismo. La misma mano que puede pasar las hojas de ese álbum antes de arrojarlo sobre la riada de lo perdido.

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