lunes, 14 de marzo de 2011

JAPÓN





Ni siquiera hay una ventana a la que asomarte para ver el montón de escombros en el que se ha convertido lo que hasta hace dos días era tu monótono paisaje de cotidianeidades, las calles limpias, llenas de sol o de lluvia y ahora borradas de la cartografía de tu vida por la furia de la naturaleza, y todo sustituido por montañas de coches, de hierros retorcidos, de barcos varados sobre el barro negro y los tejados de las casas, tuberías vomitadas por la tierra, astillas de muebles, cristales de ventanas o puertas o televisiones, torres de electricidad tumbadas sobre montones de cables que ya no llegan a ninguna bombilla ni a ninguna estufa. Pero el destino te ha privado hasta de esa ventana que te sirva de refugio para contemplar el horror del mundo, la incongruencia de la creación, el destino te ha dejado sin nada a lo que amarrarte, como un náufrago en medio del fin del mundo. Porque lo has perdido todo, porque en medio del gigantesco lodazal y de los restos de lo que fue un mundo ordenado y civilizado, ese mundo aplastado sin piedad por la naturaleza, sabes que te costará mucho encontrar a los familiares y los amigos que has perdido y los propios retales que te ayudaban a mantener firme una memoria de lo que eras hasta que la tierra tembló: el terremoto se ha tragado también las fotografías de tus padres o tus abuelos, los primeros dientes de tu hijo y su primer dibujo o el regalo que te preparó para tu cumpleaños, el recuerdo del día que te casaste, la música que tu mujer había ordenado en una estantería perfecta, tu ordenador, tus libros, todas esas pequeñas cosas que sólo ahora sabes lo que valían e importaban. De pronto te has convertido en alguien que respira y llora y que sólo posee una camisa, un abrigo, unos zapatos manchados de barro, unos pantalones sucios y mucho miedo y una tristeza infinita, alguien que ha sido arrojado desde la vida hasta la nada, hacia el vacío, alguien que ha sido abandonado en el espanto y en la furia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me aburro.

ARTURO DÍAZ dijo...
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