martes, 2 de noviembre de 2010

MARCELINO CAMACHO




Estando en la sierra, me enteré de la muerte de Marcelino Camacho. Supongo que los periódicos de estos días en los que hemos estado enclaustrados en un lugar del que se apropiaron cuatro niños, con sus juegos y sus cansinos dibujos animados, habrán dicho miles de cosas de este hombre, del que si en verdad se puede decir algo es que fue coherente y honesto consigo mismo hasta el final. Creo que es difícil predicar eso de alguien, pero Marcelino Camacho fue un hombre recto, convencido de sus ideas, que no quiso engañarse para vivir mejor y que se ha muerto habitando un pequeño piso de trabajador en un barrio obrero de Madrid. Todo un símbolo. Todo un ejemplo de austeridad personal y de altura moral.

Más allá de esa paz de morir sin haberse traicionado, reservada a muy pocos hombres, de Marcelino Camacho sí que se puede decir que le debemos, en gran medida, las libertades y los derechos sociales de los que hoy disfrutamos. Porque él sí entregó su vida y los años de su juventud para que los hijos de los trabajadores españoles pudiéramos ir a la universidad, para que hubiese escuelas públicas dignas, hospitales públicos decentes, para que los trabajadores tuvieran derechos y nadie les negara su dignidad. Sin la lucha que Marcelino Camacho y las Comisiones Obreras mantuvieron durante el franquismo, sin que hombres como Camacho renunciaran a parte de sus ideales para conseguir las mejoras sociales propias de un país que quería ser desarrollado, sin tantos sacrificios personales de los humildes ejemplificados en Marcelino Camacho, hoy España sería de otra manera, posiblemente peor. A Marcelino le deben mucho todos los trabajadores españoles, hay que decirlo sin temor. También le deben mucho todos aquellos que desprecian esos derechos de los trabajadores, los que quieren recortarlos, suprimirlos, desterrarlos, suponiendo que estos estimen en algo la democracia de derechos sociales que tanto ha costado conseguir. ¿Cómo se salda una deuda de este tipo? No lo sé, supongo que no con palabras como éstas, supongo que intentando imitar el ejemplo de esos pocos hombres cuerdos, sensatos, prácticos, que en un momento crucial de nuestra historia entendieron que la invocación de los grandes ideales podía llevarse por delante, como una riada sin freno, la posibilidad de construir un espacio de encuentro entre todos los españoles. De esos hombres –Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Carrillo, Fernández Miranda, Gutiérrez Mellado... Marcelino Camacho– cada vez van quedando menos vivos; y su obra, la obra política de la Transición, es cada vez más denostada, porque ha vuelto a darnos el sarampión de las utopías, que nos paraliza frente al ataque de la crisis y hace que nos olvidemos de que la única manera de transformar el mundo es cambiando poco a poco las situaciones que lo conducen al abismo. No deja de ser un síntoma que este hombre haya muerto justo cuando la actual crisis económica se está llevando por delante el Estado del Bienestar, que él contribuyó de manera decisiva a construir en España, aún con el raquitismo con el que aquí lo hemos disfrutado.

Yo lo vi un día, cuando era estudiante en Granada: había acudido a una conferencia o algo así, y a la hora de comer, en compañía de su mujer, se fue a los comedores universitarios de Fuentenueva, con su jersey de lana. Sacó los boletos de la comida, guardó la cola pacientemente y comió sentado entre los hijos de aquellos por los que él había entregado los mejores años de su vida. Eso se llama coherencia y contrasta mucho con la rimbombante vida que hoy llevan tantos a los que se les llenan las bocazas con palabras solidarias, igualitarias, evangélicas.

¡Qué pena que sólo haya habido un Marcelino Camacho! Pero... ¿cuántos se necesitarían para que el mundo fuese un poco más decente y luminoso?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada que ver este hombre con la penosa nueva izquierda.

Se muere una parte de la historia de España fundamental.

DEP

Marcos E. Morillas

Jose Ruiz Quesada dijo...

Buen trabajo amigo Manolo...

Marcelino fue un luchador sindicalista que creyó en la mejora de los derechos y el bienestar de los trabajadores...
De todos los nombres que has puesto sobra el de Carrillo, sólo debes leer lo que pasó en Socuéllamos del Jarama que él de forma directa o indirecta participó...

Un abrazo José

Manuel Madrid Delgado dijo...

Marcos, es cierto que con él se muere una parte fundamental de la historia reciente de España, y no una parte menor, porque Marcelino Camacho fue uno de los responsables directos de que las clases trabajadoras se incorporaran al proceso de la Transición, renunciando a sus programas de máximos.
Pepe, conozco las imputaciones que se le hacen a Carrillo con respecto a las matanzas de Paracuellos. Pero ese no es el tema, porque si la Transición fue posible es gracias a que todos decidieron no aventar los crímenes de los otros. Cómo si no, hubiese sido posible que muchos salidos del franquismo y con decenas de crímenes a sus espaldas, abrazasen con la fe de los conversos la nueva democracia. Si la democracia fue posible después de tantos años de dictadura, es gracias a que nadie echó en cara los muertos (lo que no quiere decir que no sea necesario recordar a los que fueron asesinados e incluso se les negó el derecho a ser enterrados dignamente) de los otros, porque así habría sido imposible. Si a Carrillo se le hubiesen recordado los muertos de 1936, Carrillo le podría haber recordado a Fraga los obreros asesinados en Vitoria el Miércoles de Ceniza de 1976. Y en el haber de Carrillo, nos gusté o no, está el haber integrado al PCE en el proceso de la Transición, renunciando a mucho: no debe ser fácil reconvertir a la democracia a un partido que nunca había creído en ella pero que se había ganado, en la lucha antifranquista, la aureola de paladín de la libertad. Sin esa decisión, que debió ser dolorosa para muchos comunistas, la democracia hubiese sido más difícil y habría tenido menos legitimidad.
Saludos.

Diego de la Cruz dijo...

Magnífica la semblanza que haces de Marcelino, para sonrojo y vergüenza de muchos sindicalistas acomodados de hoy en día.
En otro orden de cosas, quiero decirle a Pepe Ruiz Quesada que en absoluto comparto con él su opinión sobre Carrillo. Todo lo que sabemos sobre "lo" de Paracuellos está escrito por plumas del mismo corte, sin que se haya tenido opción a la réplica y/o rectificación. Aún hoy es muy complicado investigar sobre el tema -ahí está el caso Garzón-; de todas formas, baste recordar que cuando tuvieron lugar aquellos hechos, Carrillo sólo contaba con 16 años... Saludos

Manuel Madrid Delgado dijo...

Por desgracia, amigo Diego, la participación de Carrillo en las matanzas de Paracuellos parece probada y no sólo por los pseudohistoriadores fascistoides, tipo Pío Moa o César Vidal. Los hechos objetivos son que el 6 de noviembre de 1936, mientras las tropas de Franco avanzan hacia Madrid y la caída de la capital parece inminente, Santiago Carrillo, que tenía 21 años, se afilia al PCE y ese mismo día es nombrado Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid. Para entonces, el gobierno de Largo Caballero (algún día habrá que señalar la gran responsabilidad de Largo en el estallido de la guerra) ya estaba en Valencia. Las matanzas de Paracuellos y de Torrejón comienzan el 7 de noviembre, cuando se intenta trasladar a los presos políticos a otras cárceles y los convoyes son desviados para asesinar a los presos. Yo no creo que Carrillo ordenase o planificase las matanzas, que posiblemente fueron estimuladas por los agentes soviéticos. Pero lo cierto es que él, como máximo responsable de la seguridad de la capital sitiada, tuvo que saber, por fuerza, lo que estaba ocurriendo y no hizo nada para evitarlo. ¿Se podían frenar las matanzas en una ciudad volcada en su defensa y que no tenía más objetivo que frenar el ataque de los rebeldes? Es difícil saberlo, pero lo cierto es que pasaron varias semanas hasta que Carrillo destituyó a los responsables de su consejería que parecían implicados en el monumental crimen, y cierto es que una vez que se produjeron estos cambios, el 4 de diciembre de 1936, las matanzas cesaron.
Pero todo esto remite a un asunto que nada tiene que ver con la Transición. Esto remite al asunto de dilucidar por qué luchó cada uno en la guerra, y para mí está claro que los comunistas no lucharon, ni por asomo, ni por la democracia ni por la República, lucharon simplemente por ganar para implantar un régimen al estilo del de Stalin. Que luego, durante el franquismo, se dejaran la piel luchando contra la dictadura, no puede hacernos idealizar sus objetivos durante la guerra. Pero lo verdaderamente importante es que Carrillo llegó al momento decisivo de la historia de España, aquellos meses posteriores a la muerte de Franco, con la lección aprendida: no se podía repetir el pasado. Y Carrillo y los comunistas encabezados por él cedieron mucho y posiblemente perdonaron mucho, porque sabían que agitar los crímenes ponía a España en el disparadero. Ese gesto de generosidad que tantos practicaron en la Transición es lo que hay que reconocer, porque gracias a ese gesto hoy podemos escribir aquí sin temor a que esta noche nadie acuda a la puerta de nuestra casa, nos saque a empujones y nos pegue cuatro tiros en la tapia del cementerio.

Jose Ruiz Quesada dijo...

Estoy de acuerdo amigo Manolo con la visión de Carrillo en la Transición ( modelo para muchos Estados emergentes en democracia)..., veo que conocías los detalles de la salida de presos de las cárceles...., y esa era la edad de Carrillo en ese momento, no los 16 años que dice Diego..

Un abrazo José