martes, 16 de noviembre de 2010

DUDAS PARA LA FE (I)




A raíz del debate suscitado con la entrada de ayer, me he acordado de dos libros fascinantes y terribles que han marcado muy mucho mi condición de hombre y de lector. En ellos hay párrafos estremecedores para pensar sobre Dios, el dolor, la condición del ser humano. Me vais a permitir la licencia de transcribir aquí algunos de esos párrafos, en dos entradas distintas, dedicada cada una de ellas a uno de esos libros.

El primero se corresponde al pasaje más estremecedor de La Peste, de Albert Camus. Se trata de un diálogo entre el cura y el médico, después de asistir a la agonía terrible y a la muerte de un niño enfermo, en cuyo rostro se han quedado resecas las lágrimas del sufrimiento. Le sigue un breve párrafo en el que se retoma la lucha dialéctica entre sacerdote y doctor. Y termina esta primera parte con un reflexión que hace Carlos Alberto Vargas sobre las conclusiones de Camus en relación a las contradicciones de Dios.

(Espero, claro, que nadie se sienta ofendido con estas entradas, que son sólo un aldabonazo que compromete la fe de los que creen en las dudas y la invitan a levantarse, a crecerse, a fortalecerse, a interrogarse en su fondo.)

«–Lo comprendo –murmuró Paneloux–, esto subleva porque sobrepasa nuestra medida. Pero es posible que debamos amar lo que no podemos comprender.
Rieux se enderezó de pronto. Miró a Paneloux con toda la fuerza y la pasión de que era capaz y movió la cabeza.
–No, padre –dijo–. Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta muerte a amar esta creación donde los niños son torturados.»
(...)
«Sin salir de la sombra, el doctor dijo que había ya respondido, que si él creyese en un Dios todopoderoso no se ocuparía de curar a los hombres y le dejaría a Dios ese cuidado. Pero que nadie en el mundo, ni siquiera Paneloux, que creía y cree, nadie cree en un Dios de este género, puesto que nadie se abandona enteramente, y que en esto por lo menos él, Rieux, creía estar en el camino de la verdad, luchando contra la creación tal como es.»
(...)
«Dios no puede amar a su creación y ser feliz. La única salida viable para el Creador es volverse sordo ante los gritos desesperados de sus criaturas, quienes claman su ayuda y piden un porqué a las adversidades del mundo. Si Dios existe, carece de sentimientos amorosos frente a sus hijos o su modo de amar difiere muchísimo de la concepción que tiene el ser humano del amor...»

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