Primero. En realidad, lo único importante en este momento es la cantidad de sufrimiento causado por –digámoslo así– las “torpezas” del sistema sanitario español.
Segundo. Una madre y un hijo prematuro muertos en apenas quince días, y por errores médicos en un caso sobre el que estaban fijos los focos de los medios informativos, es motivo suficiente para causar preocupación entre los ciudadanos. ¿En qué manos estamos?, ¿si esto pasa cuando se deben extremar los cuidados para evitar salir en los medios, que no pasará en los hospitales lejanos y con los enfermos anónimos?, ¿saben lo que hacen en los hospitales?, ¿estamos seguros y están seguros nuestros hijos en los hospitales? Después de lo ocurrido, estas preguntas son legítimas.
Tercero. Hay errores médicos todos los días. Y los errores pueden ser perdonables, entendibles, disculpables. Pero las negligencias no: cuando a un enfermo salido de la UCI tras una operación sencilla que se complica por pasotismo del médico le dan manzanilla en lugar de la alimentación normal que le corresponde hay que preocuparse, porque a otro enfermo pueden estar dándole las lentejas que no puede comer en lugar de la manzanilla que le corresponde. Hay “profesionales” de la sanidad a los que los pacientes les importan tan poco como a los gerentes de los hospitales. Trabajan con desgana y se les nota.
Cuarto. La rapidez con que la dirección del Gregorio Marañón salió a dar la noticia terrible no los exculpa: hay responsabilidades más allá de la enfermera. Y más allá de la supervisora. Y más allá del jefe del servicio de neonatos. Y más allá del gerente del hospital. En definitiva: hay responsabilidades políticas. Y no puede ser la enfermera –supongo que estará hundida, y es digna de compasión: cuenta con la mía– la que cargue con las culpas de todos.
Quinto. ¿Si el error trágico, terrible, lo hubiese cometido un médico en lugar de una enfermera el gerente del Gregorio Marañón habría actuado con tanta rapidez, con tanta “contundencia”? No lo hizo cuando la madre del pequeño fue evidentemente mal atendida en urgencias. Urge poner fin al corporativismo médico, a la suficiencia –o la prepotencia– con la que tantos médicos se enfrentan a su trabajo, al desprecio con el que tratan a los pacientes. Es legítimo pensar que el gerente quiere apuntarse un tanto a costa de la enfermera, pero que no lo habría hecho si el fallo hubiese sido cometido por un compañero médico.
Sexto. Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de reordenar el trabajo de los profesionales de la sanidad, porque no puede seguir habiendo guardias de 24 horas, porque hay que estabilizar el trabajo de los profesionales y acabar con la rotación, porque hay que cubrir con oposiciones las plazas que se necesitan acabando con este sistema de pasteleo que beneficia a los organizadores de cursos y a nadie más. ¿Esta penosa situación laboral de los enfermeros no ha influido en la muerte de Rayan? No lo creo.
Séptimo. Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de poner freno al sistema imperante de gestión hospitalaria. La sanidad es un bien público fundamental y hay que oponerse con todos los medios disponibles a que sea privatizada: ninguna privatización, por muy encubierta que esté, es legítima. Así, hay que acabar con el sistema de gerencia por el que se rigen hoy los hospitales, que sitúa en la cúpula de los mismos a esbirros políticos que buscan sólo abaratar costes para cobrar más productividad y a los que les importan poco los pacientes. ¿En el caso de Rayan no hay nada de esto? No lo creo.
Octavo. Máxima política y médica completamente olvidada: el paciente es el centro del sistema sanitario. Salvar la vida de las personas, cuidar la salud de los ciudadanos debe volver a ser el eje vertebral de la sanidad pública. No mejorar cuentas, optimizar recursos o abultar productividades: eso, si acaso, puede venir dado por añadidura una vez que todo gire en torno a los ciudadanos enfermos. Y aunque sea duro escribirlo que nadie olvide que el ciudadano enfermo ha sido antes un ciudadano contribuyente, que con sus impuestos ha pagado el sueldo de la enfermera y la auxiliar, pero también el sueldazo del médico y del gerente.
Noveno. Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de cortar de cuajo tanto autobombo y tanta complacencia: el nuestro, no es el mejor sistema sanitario del mundo. Eso es evidente. Tan evidente como que puede estar deteriorándose cada día más, presa de la rapiña autonómica –¿es sensato que haya 17 sistemas sanitarios diferentes y que cada español sea atendido de una manera y con unas prestaciones según la región en la que viva?–, la avaricia sindical –¿les interesan a los sindicalistas las condiciones de trabajo de sus “compañeros” o sólo quieren mantenerse en el peine ancho para no atender, nunca mais, a ningún paciente?– y la incompetencia política –aquí sobra cualquier comentario–.
Décimo. Todo lo anterior, en realidad, es palabrería vana: a Rayan le inyectaron leche en polvo en la sangre, se infectó y murió. Casi no tenía quince días de vida y ha muerto. O lo han matado. Eso es lo que importa, que sobre su cuerpo indefenso han confluido, por una broma macabra del destino, todos los despropósitos que España es.
Segundo. Una madre y un hijo prematuro muertos en apenas quince días, y por errores médicos en un caso sobre el que estaban fijos los focos de los medios informativos, es motivo suficiente para causar preocupación entre los ciudadanos. ¿En qué manos estamos?, ¿si esto pasa cuando se deben extremar los cuidados para evitar salir en los medios, que no pasará en los hospitales lejanos y con los enfermos anónimos?, ¿saben lo que hacen en los hospitales?, ¿estamos seguros y están seguros nuestros hijos en los hospitales? Después de lo ocurrido, estas preguntas son legítimas.
Tercero. Hay errores médicos todos los días. Y los errores pueden ser perdonables, entendibles, disculpables. Pero las negligencias no: cuando a un enfermo salido de la UCI tras una operación sencilla que se complica por pasotismo del médico le dan manzanilla en lugar de la alimentación normal que le corresponde hay que preocuparse, porque a otro enfermo pueden estar dándole las lentejas que no puede comer en lugar de la manzanilla que le corresponde. Hay “profesionales” de la sanidad a los que los pacientes les importan tan poco como a los gerentes de los hospitales. Trabajan con desgana y se les nota.
Cuarto. La rapidez con que la dirección del Gregorio Marañón salió a dar la noticia terrible no los exculpa: hay responsabilidades más allá de la enfermera. Y más allá de la supervisora. Y más allá del jefe del servicio de neonatos. Y más allá del gerente del hospital. En definitiva: hay responsabilidades políticas. Y no puede ser la enfermera –supongo que estará hundida, y es digna de compasión: cuenta con la mía– la que cargue con las culpas de todos.
Quinto. ¿Si el error trágico, terrible, lo hubiese cometido un médico en lugar de una enfermera el gerente del Gregorio Marañón habría actuado con tanta rapidez, con tanta “contundencia”? No lo hizo cuando la madre del pequeño fue evidentemente mal atendida en urgencias. Urge poner fin al corporativismo médico, a la suficiencia –o la prepotencia– con la que tantos médicos se enfrentan a su trabajo, al desprecio con el que tratan a los pacientes. Es legítimo pensar que el gerente quiere apuntarse un tanto a costa de la enfermera, pero que no lo habría hecho si el fallo hubiese sido cometido por un compañero médico.
Sexto. Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de reordenar el trabajo de los profesionales de la sanidad, porque no puede seguir habiendo guardias de 24 horas, porque hay que estabilizar el trabajo de los profesionales y acabar con la rotación, porque hay que cubrir con oposiciones las plazas que se necesitan acabando con este sistema de pasteleo que beneficia a los organizadores de cursos y a nadie más. ¿Esta penosa situación laboral de los enfermeros no ha influido en la muerte de Rayan? No lo creo.
Séptimo. Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de poner freno al sistema imperante de gestión hospitalaria. La sanidad es un bien público fundamental y hay que oponerse con todos los medios disponibles a que sea privatizada: ninguna privatización, por muy encubierta que esté, es legítima. Así, hay que acabar con el sistema de gerencia por el que se rigen hoy los hospitales, que sitúa en la cúpula de los mismos a esbirros políticos que buscan sólo abaratar costes para cobrar más productividad y a los que les importan poco los pacientes. ¿En el caso de Rayan no hay nada de esto? No lo creo.
Octavo. Máxima política y médica completamente olvidada: el paciente es el centro del sistema sanitario. Salvar la vida de las personas, cuidar la salud de los ciudadanos debe volver a ser el eje vertebral de la sanidad pública. No mejorar cuentas, optimizar recursos o abultar productividades: eso, si acaso, puede venir dado por añadidura una vez que todo gire en torno a los ciudadanos enfermos. Y aunque sea duro escribirlo que nadie olvide que el ciudadano enfermo ha sido antes un ciudadano contribuyente, que con sus impuestos ha pagado el sueldo de la enfermera y la auxiliar, pero también el sueldazo del médico y del gerente.
Noveno. Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de cortar de cuajo tanto autobombo y tanta complacencia: el nuestro, no es el mejor sistema sanitario del mundo. Eso es evidente. Tan evidente como que puede estar deteriorándose cada día más, presa de la rapiña autonómica –¿es sensato que haya 17 sistemas sanitarios diferentes y que cada español sea atendido de una manera y con unas prestaciones según la región en la que viva?–, la avaricia sindical –¿les interesan a los sindicalistas las condiciones de trabajo de sus “compañeros” o sólo quieren mantenerse en el peine ancho para no atender, nunca mais, a ningún paciente?– y la incompetencia política –aquí sobra cualquier comentario–.
Décimo. Todo lo anterior, en realidad, es palabrería vana: a Rayan le inyectaron leche en polvo en la sangre, se infectó y murió. Casi no tenía quince días de vida y ha muerto. O lo han matado. Eso es lo que importa, que sobre su cuerpo indefenso han confluido, por una broma macabra del destino, todos los despropósitos que España es.
8 comentarios:
Amigo Manolo, llevas razón cuándo dices que los responsables en última instancia son los políticos..., efectivamente la Sanidad, así como otras Instituciones requieren una profunda revisión y reforma para evitar casos como este..., tampoco debemos culpar a todo el Sistema de estos sucesos..., cuando son errores humanos se deben perdonar, pues errar es de humanos, lo que no se debe consentir es negligencias de ningún profesional, sea médico o enfermera.
Hay que darle las gracias a tantos y tantos buenos profesionales de la medicina que hay en nuestros hospitales.
Un abrazo José
cuando escribes esto
"Este país tiene que hacer un alto en el camino y reflexionar sobre la necesidad de poner freno al sistema imperante de gestión hospitalaria. La sanidad es un bien público fundamental y hay que oponerse con todos los medios disponibles a que sea privatizada: ninguna privatización, por muy encubierta que esté, es legítima. Así, hay que acabar con el sistema de gerencia por el que se rigen hoy los hospitales, que sitúa en la cúpula de los mismos a esbirros políticos que buscan sólo abaratar costes para cobrar más productividad y a los que les importan poco los pacientes. ¿En el caso de Rayan no hay nada de esto? No lo creo"
Pero creo que alguien - un liberal ilustrado, o un socialista pragmático - te puede responder que precisamente de lo que adolece el sistema sanitario español es de mayores controles, controles propios de aquellas 'empresas' que son conscientes de ofrecer un servicio en un mercado competitivo. Para ese liberal ilustrado el gran problema sería que la sanidad española (como telefónica en su día) funciona sin dar cuentas a nadie. Y de ahí que los fallos no importen tanto.
En fin, estoy de acuerdo en la necesidad de revisar la sanidad - y la educación - pero creo que profundizar en lo público (algo en lo que creo profundamente) y hacer que funcione quizás requiera atender a ciertos modelos de gestión, modelos bastante realistas por otro lado. Mal que nos pese.
Antonio
Uuff!! sin palabras.
Enhorabuena
Pepe, es cierto que en los hospitales españoles hay extraordiarios profesionales, pero también unos cuantos que no lo son tantos. Y además, el hecho de que haya buenos profesionales no justifica el evidente corporativismo con el que los médicos actúan cuando se comete un error. Ciertamente un error es perdonable, se comete en cualquier profesión, pero un error médico juega con vidas humanas: y estoy convencido de que lo que más encabrona a las familias es precisamente que los médicos en lugar de reconocer el fallo puntual que se produce se tapen entre ellos, intentanto escabullir el bulto.
Un tal Antonio ha escrito dos veces seguidas en este Camino, en el que ya se sabe no es costumbre contestar a anónimos (tanto puede firmar con Antonio como con Rodrigo Díaz de Viva). Pero en este caso hace una reflexión muy interesante que merece la pena ser comentada: la gestión de lo público vista por los convecidos de las virtudes de lo público, los socialistas pragmáticos o los liberales ilustrados (me gusta mucho esta denominación, tan cargada de resonancias españolas). Seguramente no me he explicado bien en las reflexiones hechas a partir de la muerte del pequeño Rayan. Evidentemente estoy convencido de que hay que renovar el concepto de la gestión pública, y modernizarlo. Pero eso no puede suponer, bajo ningún concepto, una privatización de lo público (como está sucediendo en la Comunidad de Madrid, con el consiguiente deterioro de los servicios sanitarios) y mucho menos en un punto tan sensible como la sanidad. Los defensores del cambio de gestión de lo público (defensores, en realidad, de privatizar lo público) defendían que el paciente tenía que ser tratado como un cliente: para ellos este concepto típico de la gestión privada supondría acabar con los males todos de la gestión sanitaria. Y sin embargo ha ocurrido que el paciente ha acabado convertido no en cliente sino en mercancía, y que en los hospitales se habla de abaratar costes, y que se cierran quirófanos y camas en verano, y se habla de la productividad que gana el gerente o el equipo médico en la medida en que ahorran en contratos de enfermeras y cosas así. ¿De verdad esto ha supuesto una mejora en la gestión de la sanidad pública?
Ciertamente es necesario gestionar de otra manera la sanidad pública. Hay que acabar con los agujeros negros de gasto inútil que tiene. Hay que abundar en la profesionalización y especialización de su personal. Hay que innovar en el modelo de gestión. Y por supuesto hay que reforzar los controles: más control en la gestión para una mejor gestión y más control en la atención del enfermo para una mejor atención. Esto es básico y creo que cualquier socialdemócrata o cualquier liberal ilustrado estaría de acuerdo con ello. Yo lo estoy. Pero a mí me parece que eso debe hacerse desde una premisa fundamental: el paciente no es un cliente, no consume servicios sanitarios como se compra una camisa; el paciente es un ciudadano enfermo que tiene derecho a ser atendido con absoluta garantía y con los mismos servicios y prestaciones (para mí, socialdemócrata o liberal ilustrado, pero español) en cualquier lugar de España. Esto es lo fundamental en cualquier modelo de gestión: lo que importa no es la productividad del gerente, el ahorro durante el verano o el reducir gasto para que haya más que repartir, lo que importa, el centro del sistema sanitario público, es el ciudadano. El ciudadano que paga sus impuestos y que, sobre todo, tiene derecho a ser tratado como tal. Simplemente.
Por cierto, Antonio, te repito lo que muchas veces le he dicho a anónimos que hacían comentarios interesantes en este Camino y a los que, excepcionalmente, se les contestaba, rompiendo la norma: aquí no nos comemos a nadie, se puede escribir con nombre y apellidos.
Un saludo.
gracias por la respuesta Manolo; soy 'Antonio el torreño', compañero de pupitre en cou y seguidor de este camino desde la pérfida inglaterra.
De acuerdo en casi todo lo que dices; creo que los modelos de gestión aplicados a lo público deben ser sensibles al tipo de mercancía que dicen gestionar - educación, cultura, sanidad, etc.
El problema que yo veo - uno que se me hace patente cada vez más como resultado de vivir en Inglaterra - es que aparte de esta sensiblidad el profesional encargado de servir al cuidadano (el funcionario) casi siempre se escapa de cualquier control. Y esto de inicio, es decir, independientemente de casos extremos, por el mero hecho de ser un funcionario al que se exime de cualquier control periódico. Y lo mismo en educación. Mira hacia el sesenta por ciento de los catedráticos de este país.
Pero creo estamoa de acuerdo en lo básico - aunque quizás yo sea peor pensado en cuanto al tipo de incentivos que mueven al consumiidor de estos servicios y al que los gestiona.
Antonio Gaitán
Seguramente estamos de acuerdo en todo. A mí también me parece imprescindible "modernizar" el sistema de gestión de lo público, pero desde un escrupuloso respeto a ese carácter público -y por tanto cívico, ciudadano, no mercantil- de los servicios prestados. Y por supuesto que de acuerdo en la necesidad de establecer controles de calidad, llamémosle así, sobre las personas encargadas de desarrollar la función pública. Pero tal vez a los primeros que habría que sensibilizar sobre la necesidad de respetar lo público es a nuestros políticos, de todos los partidos.
Te cuento un caso vivido hace unas horas.
Hemos ido a Granada con una tía mía que sufre un problema respiratorio serio. Lo lógico, lo normal, sería que tras revisarla y detectar un posible riesgo de asfixia le hubiera dado cita para operarla (hemos ido a Granada porque allí operan con láser, en Úbeda este tipo de operación es a lo bruto: traqueotomía de por vida y santas pascuas. Andalucía imparable es así) a la mayor brevedad. Pero la médica ha dicho que desde hoy, 15 de julio, hasta el 31 de agosto se suspenden TODAS las operaciones con láser, con excepción de un día a la semana en que se operan tumores. Luego si en este mes y medio a mi tía le da una crisis de asfixia tiene que ir a urgencias a que le practiquen la traqueotomía, y luego, a partir de septiembre, cuando le operen las cuerdas vocales con láser se la cerrarán. ¿Esta es una política sensata, razonable, de cuidado de lo público? ¿Es lógico que la autoridad política, que por cierto se llena la boca cantando las excelencias del sistema sanitario andaluz, cierre durante mes y medio los quirófanos por vacaciones del personal médico? ¿No se puede organizar el sistema de tal manera que quede cubierto y no se interrumpa el funcionamiento normal, porque en los hospitales se juega con vidas y con salud, no con papeles o con dinero?
No sé, pero yo creo que en serio es necesario que este país reflexione sobre muchas cosas. Y la función de lo público, la necesidad de mejorarlo y cuidarlo y la urgencia de hacer del ciudadano el centro de la vida política es la primera. Lo demás, pienso, vendrá dado por añadidura.
Un saludo para el habitante de la pérfida Albión desde el tostadero andaluz.
increible lo que cuentas. Espero que se pueda arreglar del mejor - del único! - modo posible.
En fin, nosotros hemos podido comparar el funcionamiento del sistema británico en el nacimiento de nuestra hija y las diferencias son muy grandes - a favor de los ingleses. En general la impresión que tienes es que los recursos se gastan de modo más razonable...
En cualquier caso lo que cuentas es una muestra más de cómo los servicios públicos adaptan demasiadas veces sus funciones a las necesidades de quienes los facilitan. Porque en ningún país de Europa - bueno, dejando a un lado Italia quizás - se cierra la persiana dos meses como hacemos en España. Y no vale lo del calor, ya sabemos cómo las gastan con el aire acondicionado en los hospitales!
Volviendo a la discusión general: a mí una de las cosas que más me gustaron del primer proyecto de ZP fue que dejó entrever la posibilidad de revisar la función pública. Esto se ha ido al garete, al menos en el ámbito que conozco - la universidad - los criterios de contratación se orientan aún a perpetuar la figura del funcionario. Y no parece que esto vaya a cambiar. ZP comenzó con buen pie al promover el debate cívico en muchos ámbitos, pero esto se ha parado - o se ha focalizado en los nacionalismos. Y ha sido una pena que no se debatiera la función pública...pero esto es un mal eterno en este país nuestro.
Yo estoy a favor del servicio público, pero eso no implica ausencia de controles de por vida a quienes los ejercen. Pero ningún partido - quizás UPyD tenga algo? - se plantea remover este modelo. Son muchos los votos en juego.
Nos vemos pronto. Llegamos a España a final de julio.
Un abrazo a los tres - de los cuatro.
Antonio
Dos cosillas.
Llevas razón en una cosa: en España todo lo público está adaptado no a las necesidades del ciudadano sino a las necesidades de la Administración. Yo pienso que esto es una consecuencia directa de la perversión que supone un sistema político en el que la política no está al servicio de la ciudadanía sino las personas al servicio de la política. A partir de ahí todo es posible.
Pero este tema es mucho más sangrante en sanidad: la educación no está puesta al servicio de que los alumnos aprendan, y se juega con algo muy importante ahí, pero no es la vida. Pero ocurre que cuando el funcionamiento de un hospital se paraliza porque así lo demandan los intereses del personal sanitario o de la gerencia del hospital, se juega con la salud y con la vida. Y eso es muy grave. Yo creo que este simple hecho invalida el lema, tan machaconamente repetido en España, de que "tenemos el mejor sistema sanitario del mundo", porque no puede serlo el que durante dos meses se desentiende de sus pacientes. Quizá por un complejo español me creo que la asistencia sanitaria sea mejor, más eficaz y más eficiente en Inglaterra: sigo estando convencido de que España (como Italia, como Grecia) son países de charanga y pandereta que están muy lejos de los estándares europeos. La sanidad es un ejemplo sangrante, como sangra la educación o la universidad: en un sitio juegan con nuestra salud, en los otros nos jugamos el futuro de las próximas generaciones, pero nada de eso importa aquí, donde todo se arregla con unas cuantas arengas y con mucha propaganda. Por cierto, cuando vengas tengo que pasarte algunas reflexiones que Goebbels hacía sobre el poder político de la propaganda: vas a alucinar cuando compruebes la vigencia que esas consignas tienen dentro de las democracias actuales.
Segunda cosa, referente al proyecto de Zapatero. Yo también pienso que el proyecto cívico de Zapatero, que fue muy interesante durante los dos primeros años de gobierno, se ha perdido completamente. Y se perdió cuando en el verano de 2006 ZP sucumbió al poder del PSC y se embarcó en la paranoia del Estatuto catalán. Desde entonces, el gobierno y el PSOE no han hecho otra cosa que jugar con los nacionalismos para escapar como puedan y aguantar hasta las próximas elecciones. Ya no hay fuelle cívico, porque como casi todo, el invento autonómico y su "superestructura" (hoy ando marxista) nacionalista se comen los esfuerzos mejores de este país.
Un besico de los tres para los cuatro, y nos vemos cuando vengáis, aunque si fuese vosotros y con el verano horrible, bárbaro, africano, que llevamos, no me movía de la Europa civilizada hasta que llegase el otoño. En fin, vosotros sabréis, advertidos quedáis...
Publicar un comentario