La trágica muerte de Rayan ha puesto de manifiesto, de golpe, las dolencias de la sanidad española. Porque pese a la propaganda oficial –ya saben: “la mejor sanidad del mundo” y bla bla bla…– ha tenido que morir un pequeño absolutamente indefenso para que descubramos que no todo es color de rosa. Y que el discurso de los políticos de todos los partidos esconde un panorama mucho más lamentable de lo que parece. El Consejo de Enfermería ha avisado de la grave situación –temporalidad, rotaciones discrecionales– que padece su colectivo. Y a partir del error cometido con Rayan otros muchos pacientes, en otros muchos lugares, han comenzado a expresar la legítima letanía de quejas de los ciudadanos contra un sistema sanitario con considerables dosis de disparate.
El primer disparate es, sin duda, el hecho de que en realidad existan diecisiete sistemas sanitarios, uno por comunidad autónoma, nacionalidad o nacioncilla, que ya no sabemos cómo se llaman. Y es un disparate porque los ciudadanos son atendidos de manera distinta según el lugar, y porque en Navarra tiene parámetros europeos en la ratio de enfermeros por habitante mientras que en Murcia el parámetro está en niveles casi africanos, por ejemplo. Y el segundo disparate es que en lugar de avanzar hacia una gestión eficaz y eficiente de lo público –para lo público y desde lo público– se ha adoptado un modelo de gestión perverso, que liga la mayor ganancia de los directivos hospitalarios a un ahorro del gasto, aún del gasto necesario para la mejor atención de los pacientes. Y el tercer disparate es que no hay controles en la sanidad pública, que es otro espacio más –como la educación, como la universidad, como el propio hecho de elección de representantes políticos– mediatizado por los intereses particulares y sectarios de partidos o sindicatos. Y en medio de esto, claro, están, estamos los ciudadanos, asustados: porque si la muerte de Rayan ha sucedido en uno de los hospitales supuestamente más prestigiosos de España y con un niño en el foco de la noticia, que no podrá suceder o estará sucediendo –sin que nos enteremos– en los hospitales de provincias.
Mientras el dolor se arremolinaba alrededor del diminuto ataúd blanco de Rayan, viví en primera persona uno de esos disparates del sistema sanitario, en este caso en la Andalucía imparable. Una tía mía, mayor, necesita una operación de cuerdas vocales para poder respirar con normalidad. La vieron en el Hospital “Virgen de las Nieves” de Granada, donde la operación es “civilizada”, moderna –en Úbeda arreglan el asunto con una traqueotomía permanente y punto–, porque operan con láser, cierto… pero ya en septiembre. Porque desde el 15 de julio hasta el 31 de agosto, la dirección del hospital granadino –como la de todos los hospitales andaluces– suspende las operaciones programadas, cierra habitaciones. Ahorra, en definitiva. Mejora la cuenta de resultados, aunque el enfermo corra el riesgo de un ataque de asfixia.
…¿La mejor sanidad del mundo?, ¿la que durante mes y medio cierra los quirófanos? ¡Venga ya!
(Publicado por Diario IDEAL el 23 de julio de 2009)
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