miércoles, 13 de agosto de 2008

LAS ERMITAS DE ÚBEDA




El destrozo causado en lo que fuera huerto de la ermita de la Virgen del Pilar pone sobre el tapete –una vez más– el tema de las ermitas de Úbeda. De todas las que antaño hubo, sólo se conserva ésta “del Paje”. Pero ahora parece que le van a adosar una construcción de nuevo cuño que –visto lo visto en este pueblo– afeará definitivamente la ermita. Se dirá –para justificar el inminente atentado contra el patrimonio histórico– que la nueva construcción será levantada por el Obispado para prestar servicios sociales. Pero esto es mezclar las churras con las merinas, porque bien podría el Obispado de Jaén haber levantado esta casa de caridad en cualquiera de los terrenos –tres cuerdas de tierra– que vendió hace quince o veinte años y que fueron legados a la ermita en 1709 por don Francisco Pagez y Segura. En ellos se levantan ahora varios de los bloques de pisos que rodean al Parque Norte: si en lugar de vender todo el terreno se hubiera reservado un pedacito, allí hubiera tenido el Obispado sitio suficiente para levantar una casa de asistencia sin necesidad de tocar irremediablemente la ermita. En cualquier caso, por muy social que sea el fin de la nueva casa no justifica el lugar en que se va a levantar.

Para construir la ya famosa casa se han talado ya los pocos árboles que había en las Eras del Paje y se ha proyectado un edificio pegado al templo. De tal manera que la única ermita ubetense que queda en pie –y exenta– no se integrará en el parque para que las generaciones futuras puedan apreciar su fábrica tal y como se levantara allá por el primer tercio del siglo XVIII. La avaricia del avaro obispo García Aracil –de infausta memoria– y la permanente incompetencia municipal, legarán a los próximos siglos una ermita pegada a un edificio moderno: una vez que el Obispado vendió los terrenos con autorización municipal, ¿no podía el Ayuntamiento haber negociado para que el huerto del Pilar se hubiera integrado en el Parque Norte cediendo otra parcela, en otro lugar, para levantar esa casa de finalidad social? Parece ser que no: a lo largo de los tiempos Úbeda ha demostrado un odio similar por árboles y monumentos. La inquina ubetense contra las ermitas que antaño salpicaron sus campos ha sido especialmente destacable. Ya en el siglo XIX desaparecieron la mayor parte de ellas, abandonadas o directamente arrasadas. Llegaron al siglo XX –en buen estado– las ermitas del Pilar, de Madre de Dios y la de San Bartolomé. Las dos últimas son ya pura ruina.

La de Madre de Dios, que conservó íntegra su fábrica tras la Guerra Civil, fue dinamitada por el párroco de Santa Teresa –previa autorización del obispo de turno– a finales de los setenta. Desaparecieron entonces su espadaña, la bóveda, la mayor parte de la cúpula, las hospederías. Hoy, sus paredes resisten entre montones de escombros y alguien bastante más avispado que nuestros responsables políticos –cosa, por otra parte, nada difícil– se ha ido llevando sus rejas, sus escudos, sus partes más valiosas: aún se conservan las molduras barrocas de las pechinas de la cúpula porque nadie ha podido arrancarlas, no porque haya interés en protegerlas.

El caso de la ermita de San Bartolomé es aún más sangrante. No sufrió daños durante la guerra y se conservó –hasta comienzos de los noventa– tal y como fuera levantada y adornada en el siglo XVIII: con sus imágenes, su retablo, sus cuadros, su clavicordio, sus altares, su lámpara de cristal. Pero lo que resistió al vendaval de 1936 fue destruido poco a poco por la dejadez de una sociedad supuestamente culta. La antiquísima imagen de la Virgen Blanca, la de San José y las cajoneras de la sacristía se las llevó el santero de la ermita, y deben estar aún en su casa de Torreperogil si no las ha vendido a algún anticuario. Ahí comenzó el final de esta ermita. Luego, unos vándalos destruyeron la lámpara, la cancela, el clavicordio del siglo XIX, los altares, los cuadros del retablo. Más tarde el Obispado birló la campana y la imagen de piedra de San Bartolomé de la portada principal: los vecinos pudieron guardar la imagen de San Bartolomé y el sagrario. Nada más.

En septiembre de 2000 aún se conservaban la nave y la cúpula y el camarín de la Virgen, se había derrumbado el coro pero seguían allí la pila bautismal y el retablo del siglo XVIII, ya mutilado. Nadie hizo nada entonces para evitar el deterioro de la ermita, pese a que se informó de su lamentable estado al Patronato de Cultura. Dos años después –en el verano de 2002– se había hundido la bóveda, la cúpula estaba agrietada, la pila bautismal descansaba bajo un montón de escombros y habían arrancado las cuatro columnas barrocas del retablo, amén de otras piezas más o menos destacadas del mismo. Se volvió a informar al Patronato de Cultura. Se volvió a la ubetensísima postura de no hacer nada. Hoy, la ermita es una pura ruina y nada queda de aquello que Ginés Ruiz levantará en 1727.

¿Hay quién se extrañe de esto? Supongo que a estas alturas no. Desde el final de la guerra hasta ahora, Úbeda ha asistido impasible a una destrucción masiva y continuada de su patrimonio histórico: aquí presumimos mucho de nuestro pasado, pero nos molesta tener que conservarlo. Indolentes como somos, los ubetenses hemos visto desaparecer en los últimos cincuenta años las ruinas de Santo Tomás o los conventos de San Andrés o de San Juan de Dios o de La Victoria. Como veremos hundirse San Lorenzo y Santo Domingo. Como hemos asistido, silenciosos e impasibles, a al destrucción y reinvención de la iglesia de Santa María. Así hemos perdido las ermitas de nuestros campos: ayer, sus campanas sonaron en el aire de las tardes de julio, mientras los jornaleros hambrientos segaban en los campos. Como en el cuadro de Jean François Millet los campesinos cesarían en su labor –gacha la cabeza– para elevar una oración. Ahora, son sólo ruinas: y son el mejor símbolo del siglo que vivimos, puro escombro del tiempo que ha pasado, edad vaciada de ambiciones y sin pulso. Sólo en una era tan estúpida como ésta es posible que habiendo habido tanto terreno rodeando a la ermita del Paje, al final se levante un edificio nuevo pegado a sus piedras centenarias.


(Publicado en IBIUT - Año XXVII. Núm. 156, mayo/junio 2008)

5 comentarios:

E. Santa Bárbara dijo...

Lo que no consigo comprender es cómo la obra de la Ermita del Paje cuenta con las bendiciones de la Consejería de Cultura. ¿Tan mal hechas están nuestras leyes?

Saludos.

Manuel Madrid Delgado dijo...

¿Te refieres a la misma Consejería de Cultura que ha bendecido la destrucción y reinvención de Santa María? No sé de que te extrañas...
Saludos.

BEATRIZ dijo...

tengo entendido que la ermita de san bartolome va a ser restaurada aprovado por el alcade marcelino que de cierto tiene esto . me gustaria saber mas sobre la aldea de san bartolome gracias buen trabajo

Manuel Madrid Delgado dijo...

Beatriz, por aquí no se ha oído nada de que San Bartolomé se vaya a restaurar. En realidad, lo sucedido en San Bartolomé es un puro despropósito: hasta los años 90 conservó el aspecto y el patrimonio artístico con que fue abierta al culto en el siglo XVIII. Desde ahí todo han sido despropósitos y hoy la ermita, sin retablo ni nada, es un montón de ruinas. Mucho me temo que seguirá así, hasta quedar convertida en un montón de escombros, como la ermita de Madre de Dios.
Para el tema de la historia de San Bartolomé te recomiendo que te metas en la web vbeda.com, y allí te vayas a los tomos de historia de Ginés Torres Navarrete. Seguro que encuentras cosas curiosas.
Un saludo.

Anónimo dijo...

La culpa de todo esto la tienen los curas,ellos pasan de estas cosas,solo les interesa los lugares que les renten,ya vereis como del santuario de la virgen de la cabeza no se ban ni lo dejan en abandono,es una triste pena que pasen estas cosas y nadie diga nada...