Hay caras capaces de agriar la leche del desayuno. Sin ir más lejos, la del ministro de Industria –lo siento, pero le tengo tirria: sobre todo cuando me llega el recibo de la luz–, que es un chuleta con cara de bobo más falso que un Judas de plástico. Si estoy desayunando y me topo ese careto en el periódico, arrugo la página para no verlo, que no está el café como para tirarlo. Seguro que el hombre hace lo que puede y que es tonto hasta donde le dejan: se quita la corbata porque eso mola y se agarra a una bombilla, aunque si quiere ahorrar energía debería prescindir del coche oficial y mudarse a un piso de la Trujillo. Pero –ministerio obliga– una cosa es quitarse la corbata y otra ir andando bajo el calorín para ver qué nuevo decreto quieren las eléctricas que aparezca en el BOE para robarnos a los ciudadanos. Si el ministro chachi piruli pretende ahorrar energía y tiempo, pues que vaya a trabajar en tanga de leopardo –tan fresquito– y así se ahorra tener que bajarse los pantalones ante cualquiera de los gángsters que encienden las bombillas y apagan los bolsillos.
¿Ven? Yo quería hablarles hoy de la cosa de reírse, tan sana y necesaria, pero se enzarza uno con Miguel Sebastián y es un no parar… de maldecir, claro, porque vaya rostro de amargado que tiene: viéndole la cara (dura) cualquiera diría que vive como un marqués. Aunque lo mejor, ya les digo, es tomarse la vida con humor. Porque el mundo está que dan ganas de llorar, pero si dejamos de reír le daremos la razón a los poderosos, que son esencialmente aburridos: el ejercicio del mal recuece la mala leche y marchita la risa. Los políticos y los banqueros y los empresarios son felices puteando a los currantes: su objetivo es amargarnos la vida y robarnos la risa. Por eso, reír es hoy –¿no lo fue siempre?– una forma de revolución. Tal vez la única que nos han dejado, porque todavía la risa sigue siendo gratis y sigue ofendiendo al poder.
Hay que reírse, sí: reírse de las estúpidas normas de todos los gobiernos y sobre todo del gobierno que cada uno padece, que suele provocar carcajadas. Hay que reírse de los recibos de la luz y del agua y del día en que nos cobrarán por respirar y por ver las estrellas o la mañana. Tenemos que reírnos de lo poco que sirven nuestros votos y lo bobos que somos dejándonos engañar cada cuatro años. Y habrá que reírse de la crisis, que nos jode la vida pero nos compensa ofreciendo carnaza para que los políticos sigan haciendo el jabalí en sus escaños: ¿han visto ustedes algo más cómico que a sus señorías creyéndose que nos creemos las mentiras que nos cuentan? Hay que reírse de las miembras y de los gilipollos, o sea de nosotros y nosotras –apúntame una, Aido–, que no aprendemos y aprendemas la lección. Y reírse de la muerte y del dolor y hay que reírse también de la risa. Yo estoy convencido de que el mismísimo Dios no ha parado de reírse de su propia estupidez: ¡a quién se ocurre crear un bicho como el ser humano! Pues eso, que somos de risa y a reírse tocan.
(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el 7 de agosto de 2008)
¿Ven? Yo quería hablarles hoy de la cosa de reírse, tan sana y necesaria, pero se enzarza uno con Miguel Sebastián y es un no parar… de maldecir, claro, porque vaya rostro de amargado que tiene: viéndole la cara (dura) cualquiera diría que vive como un marqués. Aunque lo mejor, ya les digo, es tomarse la vida con humor. Porque el mundo está que dan ganas de llorar, pero si dejamos de reír le daremos la razón a los poderosos, que son esencialmente aburridos: el ejercicio del mal recuece la mala leche y marchita la risa. Los políticos y los banqueros y los empresarios son felices puteando a los currantes: su objetivo es amargarnos la vida y robarnos la risa. Por eso, reír es hoy –¿no lo fue siempre?– una forma de revolución. Tal vez la única que nos han dejado, porque todavía la risa sigue siendo gratis y sigue ofendiendo al poder.
Hay que reírse, sí: reírse de las estúpidas normas de todos los gobiernos y sobre todo del gobierno que cada uno padece, que suele provocar carcajadas. Hay que reírse de los recibos de la luz y del agua y del día en que nos cobrarán por respirar y por ver las estrellas o la mañana. Tenemos que reírnos de lo poco que sirven nuestros votos y lo bobos que somos dejándonos engañar cada cuatro años. Y habrá que reírse de la crisis, que nos jode la vida pero nos compensa ofreciendo carnaza para que los políticos sigan haciendo el jabalí en sus escaños: ¿han visto ustedes algo más cómico que a sus señorías creyéndose que nos creemos las mentiras que nos cuentan? Hay que reírse de las miembras y de los gilipollos, o sea de nosotros y nosotras –apúntame una, Aido–, que no aprendemos y aprendemas la lección. Y reírse de la muerte y del dolor y hay que reírse también de la risa. Yo estoy convencido de que el mismísimo Dios no ha parado de reírse de su propia estupidez: ¡a quién se ocurre crear un bicho como el ser humano! Pues eso, que somos de risa y a reírse tocan.
(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el 7 de agosto de 2008)
5 comentarios:
Amigo Manolo: Estos chicos es que no paran; si antes no metieron el gol por toda la escuadra del recibo de la luz, ahora han dado un trallazo que ha roto la red: cientos de miles de pensionistas se quedarán sin el "abono social" que les reducía la factura del teléfono; han bajado el índice de calculo por debajo de la pensión mínima de viudedad seguramente con el loable propósito de que todos se pasen por unos 10 eurillos, resultando que ahora, con 528€ mensuales cualquier viudo o viuda es lo suficientemente rico como para costearse una factura telefónica siempre afectada de sobrepeso.
No sabemos que sorpresas futuras nos aguardará esta política progresista, como todas las medidas sociales sean así...
Y yo me pregunto ¿tendrán estas cosas algo que ver con que los autores de estos desmanes , cuando dejan la política, siempre encuentren acomodo en los consejos de administración de la empresas a las que han favorecido? Saludos.
Estas cosas suelen ocurrir cuando se cambian los libros por la billetera. Y la izquierda ya no tiene como principal preocupación la redistribución de la riqueza (la "fraternidad" de la trilogía revolucionaria) sino cosas que son propias de cualquier partido liberal (divorcio, aborto, matrimonios homosexuales). Lo que estamos viendo con este gobierno es que esta izquierda sin ideales de justicia y de solidaridad, tiene que inventarse ideologías para tarados que tengan entretenido al personal. Lo que de verdad nos importa no les importa a ellos, que andan a la trifulca por el Estatuto catalán, cosa importantísima como todos sabemos, que nos afecta más que los sueldos de risa, las pensiones de pena y las facturas de hotel marbellí que padecemos diariamente. Pero esto es lo que ahí y así vamos tirando, mientras los miembros y las miembras del gobierno y la gobierna se van buscando un silloncejo en Telefónica, Endesa o cualquier banco.
Saludos.
Oye: cuando nos den las dos bombillas ¿vendrá un "térnico" a colocarlas? Es que me da miedo la electricidad ;-)
Saludos.
¿tonto?, ¿robar?, ¿gángster?, ¿puteando?, cómo se nota que es Ud. un funcionario de tercera división y no comprende lo arriesgado que es ser empresario, y más cuando hablamos de empresas de ámbito nacional, donde los beneficios suelen ser equivalentes a los riesgos: Banesto, Agromán, Entrecanales, ...
Cierto es, se me nota el pelo de funcionario (ni siquiera funcionario, no se ponga usted estupendo) de tercera división. Y tal vez entiendo lo arriesgado que es ser empresario. Pero no, hombre, no, lo arriesgado no es ser empresario en Banesto (viene Papá Estado y lo salva si van mal las cosas) o en Entrecanales o Agroman o FCC (quien tiene tanta influencia sobre la política no arriesga, no sea usted tan lerdo y crédulo), lo arriesgado es ser un pequeño empresario que saca adelante su negocio con muchas horas de trabajo. Los otros, los grandes empresarios que viven de putear trabajadores y pastelear con con ministros como su admirado Miguel Sebastián, esos arriesgan poco y siempre juegan con un as en la manga: como los partidos políticos le deben tanto, ellos nunca pierden.
Por cierto, la próxima vez de la cara y el nombre, que por este camino no hay lobos que se lo puedan comer. Y le aseguro que la cobardía es una mala cualidad para recorrer este camino y cualesquiera otro del mundo. Aunque sea usted tan enterado como parece.
Publicar un comentario