¿Existe la dignidad? Rotundamente sí. Lo que pasa es que la dignidad es imposible encontrarla en las leyes ni en la política ni la burocracia. A fecha de hoy la dignidad se llama Jesús Neira, un profesor y periodista que el sábado 2 de agosto sufrió una brutal paliza que lo ha puesto al borde de la muerte. Estando con su hijo en un hotel presenció como un hombre golpeaba a su mujer. Se acercó para frenar la agresión y el macho ibérico lo golpeó y lo pateó, rompiéndole varias costillas. ¿Y ya está? Sí, si estamos hablando de dignidad ya está. Ya hemos terminado: un hombre que se niega a presenciar la brutalidad sin intentar ponerle freno y que la sufre en sus carnes.
Lo que sigue después es una sarta de despropósitos que demuestra el estercolero moral en que se ha convertido este país. Porque tras varias visitas a distintos hospitales de Madrid, no le detectan –estaría el personal médico en tareas más importantes, suponemos– una hemorragia cerebral producida por las patadas que el agresor le había propinado en la cabeza. Y el miércoles ingresa en la UVI para entrar en coma, en estado crítico, agonizante. Aún sigue en esa lucha y nada me alegraría más que poder verlo un día dando una rueda de prensa, porque sus palabras serían el mayor bochorno para esta estúpida sociedad nuestra.
Y lo que sigue después es que la mujer a la que libró de los golpes de su pareja no ha tenido la vergüenza de acercarse a dar las gracias o a llorar con la familia. Lo peor es que si nadie hubiese parado la paliza, la tipa ésta habría salido luego en la tele llorando y diciendo que todos miraban y nadie hizo nada.
Y lo que sigue después, ya en el no va más del ridículo moral de esta sociedad, es que el agresor ¡¡¡¡ESTÁ LIBRE!!!! Sí, aunque no se lo crean ustedes, el hombre que golpeaba a su mujer a la vista de todos, el hombre que pateo a ese héroe humilde y cotidiano hasta ponerlo al borde de la muerte... está libre. Desconozco el nombre del juez que ha decidido que este sujeto debe estar en la calle. Pero debe ser algún degenerado de esos que ocupa los juzgados y que tienen el sentido de la justicia tan extraviado como los que hacen las leyes injustas en el parlamento.
Hace unos días un amigo muy querido pasó un auténtico calvario por una falsa acusación de malos tratos. Como la Ley contra la Violencia de Género ha sido incapaz de reducir el número de mujeres maltratadas y muertas, pero ha hecho que salte por los aires la presunción de inocencia, mi amigo tuvo que declararse culpable –los testigos de su inocencia estabán a miles de kilómetros de distancia, en viaje de novios: su antigua pareja esperó a que despegase el avión para poner la denuncia falsa– sin serlo para evitar pasar ni una noche más en el calabozo. Ahora, ya vemos en que ha venido a parar este país, ante un caso flagrante de terrorismo machista el maltratador queda libre.
Los políticos, como los buitres, ya otean el olor de la muerte y sobrevuelan sobre el cuerpo de Neira. Esperanza Aguirre ha anunciado que le va a conceder la Medalla del Mérito Ciudadano de Madrid. Desconocemos los galones que la vicepresidenta y la tal Aído acudirán a colgar sobre su cuerpo heroico si finalmente muere Jesús Neira. Ya inventarán algo porque lo que les importa es salir en la foto mientras repiten, otra vez, la cantinela inútil de que “sobre los criminales caerá todo el peso de la ley”, “el Estado de Derecho bla, bla, bla, bla…”
No sé, pero de verdad que necesitó urgentemente que alguien me explique que está pasando en España. Porque o somos los imbéciles más grandes del universo –cosa harto posible– o nos hemos convertido en una panda de tarados morales, sin sentido alguno de la dignidad, de la justicia y de la honradez. Lo que no necesito que nadie me explique es que cuando veamos como se comete un delito en nuestras calles, cuando veamos como un hombre golpea a una mujer, lo mejor es cruzarse de brazos, como los políticos y los jueces y los policías, siempre cruzados de brazos: porque el que tiene sentido de la dignidad, de la honradez y de la justicia acaba con el cerebro empapado de sangre mientras el criminal está de cañas en las calles de Madrid. Hay días en que me da asco ser ciudadano de este país. Hoy es uno de ellos y España sólo podrá ser mejor si este hombre bueno logra seguir viviendo, para despreciar las inútiles medallas.
Lo que sigue después es una sarta de despropósitos que demuestra el estercolero moral en que se ha convertido este país. Porque tras varias visitas a distintos hospitales de Madrid, no le detectan –estaría el personal médico en tareas más importantes, suponemos– una hemorragia cerebral producida por las patadas que el agresor le había propinado en la cabeza. Y el miércoles ingresa en la UVI para entrar en coma, en estado crítico, agonizante. Aún sigue en esa lucha y nada me alegraría más que poder verlo un día dando una rueda de prensa, porque sus palabras serían el mayor bochorno para esta estúpida sociedad nuestra.
Y lo que sigue después es que la mujer a la que libró de los golpes de su pareja no ha tenido la vergüenza de acercarse a dar las gracias o a llorar con la familia. Lo peor es que si nadie hubiese parado la paliza, la tipa ésta habría salido luego en la tele llorando y diciendo que todos miraban y nadie hizo nada.
Y lo que sigue después, ya en el no va más del ridículo moral de esta sociedad, es que el agresor ¡¡¡¡ESTÁ LIBRE!!!! Sí, aunque no se lo crean ustedes, el hombre que golpeaba a su mujer a la vista de todos, el hombre que pateo a ese héroe humilde y cotidiano hasta ponerlo al borde de la muerte... está libre. Desconozco el nombre del juez que ha decidido que este sujeto debe estar en la calle. Pero debe ser algún degenerado de esos que ocupa los juzgados y que tienen el sentido de la justicia tan extraviado como los que hacen las leyes injustas en el parlamento.
Hace unos días un amigo muy querido pasó un auténtico calvario por una falsa acusación de malos tratos. Como la Ley contra la Violencia de Género ha sido incapaz de reducir el número de mujeres maltratadas y muertas, pero ha hecho que salte por los aires la presunción de inocencia, mi amigo tuvo que declararse culpable –los testigos de su inocencia estabán a miles de kilómetros de distancia, en viaje de novios: su antigua pareja esperó a que despegase el avión para poner la denuncia falsa– sin serlo para evitar pasar ni una noche más en el calabozo. Ahora, ya vemos en que ha venido a parar este país, ante un caso flagrante de terrorismo machista el maltratador queda libre.
Los políticos, como los buitres, ya otean el olor de la muerte y sobrevuelan sobre el cuerpo de Neira. Esperanza Aguirre ha anunciado que le va a conceder la Medalla del Mérito Ciudadano de Madrid. Desconocemos los galones que la vicepresidenta y la tal Aído acudirán a colgar sobre su cuerpo heroico si finalmente muere Jesús Neira. Ya inventarán algo porque lo que les importa es salir en la foto mientras repiten, otra vez, la cantinela inútil de que “sobre los criminales caerá todo el peso de la ley”, “el Estado de Derecho bla, bla, bla, bla…”
No sé, pero de verdad que necesitó urgentemente que alguien me explique que está pasando en España. Porque o somos los imbéciles más grandes del universo –cosa harto posible– o nos hemos convertido en una panda de tarados morales, sin sentido alguno de la dignidad, de la justicia y de la honradez. Lo que no necesito que nadie me explique es que cuando veamos como se comete un delito en nuestras calles, cuando veamos como un hombre golpea a una mujer, lo mejor es cruzarse de brazos, como los políticos y los jueces y los policías, siempre cruzados de brazos: porque el que tiene sentido de la dignidad, de la honradez y de la justicia acaba con el cerebro empapado de sangre mientras el criminal está de cañas en las calles de Madrid. Hay días en que me da asco ser ciudadano de este país. Hoy es uno de ellos y España sólo podrá ser mejor si este hombre bueno logra seguir viviendo, para despreciar las inútiles medallas.
5 comentarios:
Mucho me temo, Filomeno, que en este Camino no se escucha la COPE.
Saludos.
La Cadena Ser si ha dado la noticia en su Informativo de las 14, 30
Triste suceso y triste la moraleja que de él extraigo:
Si algún día me encuentro con una situación parecida, miraré para otro sitio. Todavía tengo dos hijos que sacar adelante.
Me pregunto si esa reacción será ética o cristiana... por lo menos es práctica.
Saludos.
No creo Eugenio que la postura sea ética ni cristiana, pero tal y como está el patio de las leyes españolas es la única postura inteligente. Yo, este verano, una noche en Úbeda y una mañana en Garrucha, he presenciado dos situaciones que posiblemente fuesen de "malos tratos", muy desagradables. Preferí mirar para otro lado, porque no quiero acabar en un hospital viendo como llegan los políticos a ponerme una medallita y a darme un discurso. Tengo mujer y un hijo que viene de camino. No creas que me he sentido bien en esas ocasiones, me sentí como un cobarde y hasta me daba asco. Pero esto es lo que hay en España y, por desgracia, no todos tenemos ese coraje de Jesús Neira.
Saludos.
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