viernes, 27 de junio de 2008

PORCA EUROPA



Para muchos y muchas Europa es la pasión futbolera y exaltada de esta noche. Para menos y menas Europa se quedó en Erasmo, Bach o Camus. Pero para Europa, nosotros no somos ni hinchas de selecciones ni amantes de una civilización fascinante y contradictoria: para la Europa del coche oficial somos primos hermanos de los esclavos que construyeron las pirámides. Esta Europa de presidentes y ministros y parlamentarios de Bruselas quiere que volvamos a trabajar sesenta y cinco horas a la semana y subiendo. Ya puestos, propongo –por si lee esto algún político– que para ahorrar en pensiones nos den un cogotazo eléctrico cuando ya no se nos pueda retorcer más el alambre laboral, y que luego nos piquen bien picaditos para hacer pienso para los gorrinos o abono para los campos de golf en que sus señorías descansan.

No es nueva esta jornada laboral, que en el XIX los obreros ya consumían su vida en jornadas infrahumanas, pero eso no quiere saberlo ningún político y por eso no leen a Dickens. Para no agotar sus intelectos vírgenes en lecturas incómodas, sus señorías deberían viajar a África y hacer un curso en el derecho laboral que los entusiasma: en los barrizales del Zaire podrían extasiarse viendo a los esclavos que trabajan de sol a sol buscando diamantes y oyendo los latigazos, o tiros, que reciben si se les ocurre pedir un descanso o un trozo de pan.

Los americanos de Lincoln lucharon por la igualdad, pero ahora los demócratas europeos estudian la vuelta a un poquito de esclavitud. Y no se piensen que la propuesta de las sesenta y cinco horas es una iluminación que viene desde el fascismo según Berlusconi. No: la propuesta la han lanzado los laboristas británicos, ese paradigma de la nueva izquierda. Claro, como la izquierda está anémica de valores y huera de pensamiento, pues acaba quejándose de que los trabajadores quieran tener derechos: y a la jornada decente y los sueldos dignos, a la seguridad y estabilidad laboral, los llaman privilegios y ya sabemos que la izquierda no quiere privilegios. Por eso la izquierda –y no hace falta mirar a Europa– está tan contenta con trabajadores inseguros, jornadas de segador en un cortijo de señorito falangista o sueldos raquíticos. Si los trabajadores que fundaron el Partido Laborista británico en los inicios del siglo XX vieran que sus sucesores pretenden volver a la sociedad contra la que ellos se alzaron, lo mismo perdían la tradicional flema inglesa y plantaban una horca en la plaza europea. Seguro que saldrían de sus tumbas para trenzar sogas los viejos socialistas franceses o españoles o alemanes.

Entre el euro que inventaron contra los currantes de Europa y los látigos esclavistas que se atisban en el horizonte, lo que no entiendo es que todavía haya sorprendidos porque los irlandeses mandan la Unión Europea a la mierda. Yo me conformaría con me devolvieran el sí que le regalé a la Constitución Europea: llevo sesenta y cinco horas pensando que mi Europa no es de este mundo.

(Publicado en Diario IDEAL el 26 de junio de 2008)

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